Estar en Babia implica acostumbrarse a duros inviernos; mostrarse fuerte para atravesar sus montes; conocer cada rincón de sus valles. Así es el día a día de una especie autóctona elegante como pocas y que tiene el privilegio de residir en libertad por este extenso paraíso de la provincia de León.
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El caballo de raza hispano-bretón camina ya hacia las 800 cabezas en una comarca que ha convertido en su casa. Sus orígenes se remontan a hace varios siglos, cuando se empleaban como animales de trabajo, que fueron criados de caballos españoles y franceses -bretones-. Tras muchos años de lucha por proteger a estos ejemplares, finalmente han logrado prosperar en tierras leonesas.
Antiguamente eran usados para el tiro, para las minas o para desplazar madera, «para cualquier cosa que hiciera falta», explica Ángel Luis Bernardo, vecino de Villargusán -San Emiliano- que tiene 76 yeguas y algunos burros en la zona.
Actualmente, varias ganaderías en extensivo destinan estos ejemplares al consumo de carne, a diferencia de otros países en los que el caballo se dedica a otros fines.
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Este ganadero, junto a su hija, crían hispano-bretones en Babia, y asegura que son animales «muy fáciles de llevar, incluso mejor que las vacas». Los describe como caballos «buenos, aclimatados al frío, duros, de gran producción cárnica y buen criador», una raza, resumiendo, que está «muy aclimatada» al lugar.
Los caballos pasan todo el año a la intemperie, tampoco ellos quieren otro tipo de vida. Cuando nieva, el ganado baja del puerto hacia los pacederos donde se les mantiene en mejores condiciones. Con buen tiempo, con acudir a verlas y estar pendientes en época de parideras, es suficiente. Una vez que paren, están con los potros hasta siete meses que destetan. Algunos ganaderos venden potros o esperan a quincenos, al año siguiente. «Esto es ecológico a tope, no intervenimos para nada. La yegua pare, cuando le corresponde vuelve al celo y se cubre. Esto es naturaleza, que es lo que debe ser». A los tres años quedan preñadas por primera vez y, a partir de ahí, si todo va bien suelen repetir una vez al año.
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Ángel Luis tiene su manada de yeguas en los montes de Villargusán y asegura que su carácter va relacionado con la forma de tratarlas desde pequeñas. Las hay dóciles, mansas y agradables y otras que son broncas. «Son como las personas, hay de todo. Depende mucho del trato que tú las des».
En su caso, todas tienen nombre y las marca con una letra para que no se le despisten, aunque alguna ya le ha dado algún susto y le han tenido que avisar de por dónde se encontraba. Y, entre todas, hay una a la que tiene especial cariño. Se llama Corza y fue la primera que compró hace once años, y con ella guarda un «cariño especial, diferente».
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Aquí también sufren la problemática del lobo y exigen que se afronte la situación para que vuelva a permitirse su caza. La pasada primavera, Ángel Luis lo sufrió en su propio ganado cuando le mataron cinco potros; también otro vecino que tenía a los caballos más abajo sufrió las fauces del depredador. «Tenemos una problemática y cada vez estamos peor con estas leyes que fomentan protegerlos a costa del medio de vida de los ganaderos», denuncia.
Junto al mastín leonés y la vaca mantequera, el hispano-bretón es una de las razas autóctonas más valoradas en esta zona de la provincia de León.
Un caballo que surgió de la mezcla entre caballos españoles y franceses que ha prosperado en Babia, donde luchan hoy por mantenerla y que salga de la lista de animales en peligro de extinción.
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