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Una yegua de hispano-bretón pasta en los montes de Villargusán. Sandra Santos

El caballo hispano-bretón, una joya de Babia

Hasta 800 cabezas de esta especia autóctona viven en estos valles de la provincia de León para pastar en extensivo como especie destinada al consumo de carne

Martes, 9 de abril 2024, 08:22

Estar en Babia implica acostumbrarse a duros inviernos; mostrarse fuerte para atravesar sus montes; conocer cada rincón de sus valles. Así es el día a día de una especie autóctona elegante como pocas y que tiene el privilegio de residir en libertad por este extenso paraíso de la provincia de León.

El caballo de raza hispano-bretón camina ya hacia las 800 cabezas en una comarca que ha convertido en su casa. Sus orígenes se remontan a hace varios siglos, cuando se empleaban como animales de trabajo, que fueron criados de caballos españoles y franceses -bretones-. Tras muchos años de lucha por proteger a estos ejemplares, finalmente han logrado prosperar en tierras leonesas.

Antiguamente eran usados para el tiro, para las minas o para desplazar madera, «para cualquier cosa que hiciera falta», explica Ángel Luis Bernardo, vecino de Villargusán -San Emiliano- que tiene 76 yeguas y algunos burros en la zona.

Actualmente, varias ganaderías en extensivo destinan estos ejemplares al consumo de carne, a diferencia de otros países en los que el caballo se dedica a otros fines.

Este ganadero, junto a su hija, crían hispano-bretones en Babia, y asegura que son animales «muy fáciles de llevar, incluso mejor que las vacas». Los describe como caballos «buenos, aclimatados al frío, duros, de gran producción cárnica y buen criador», una raza, resumiendo, que está «muy aclimatada» al lugar.

El día a día

Los caballos pasan todo el año a la intemperie, tampoco ellos quieren otro tipo de vida. Cuando nieva, el ganado baja del puerto hacia los pacederos donde se les mantiene en mejores condiciones. Con buen tiempo, con acudir a verlas y estar pendientes en época de parideras, es suficiente. Una vez que paren, están con los potros hasta siete meses que destetan. Algunos ganaderos venden potros o esperan a quincenos, al año siguiente. «Esto es ecológico a tope, no intervenimos para nada. La yegua pare, cuando le corresponde vuelve al celo y se cubre. Esto es naturaleza, que es lo que debe ser». A los tres años quedan preñadas por primera vez y, a partir de ahí, si todo va bien suelen repetir una vez al año.

El caballo hispano-bretón

Ángel Luis tiene su manada de yeguas en los montes de Villargusán y asegura que su carácter va relacionado con la forma de tratarlas desde pequeñas. Las hay dóciles, mansas y agradables y otras que son broncas. «Son como las personas, hay de todo. Depende mucho del trato que tú las des».

En su caso, todas tienen nombre y las marca con una letra para que no se le despisten, aunque alguna ya le ha dado algún susto y le han tenido que avisar de por dónde se encontraba. Y, entre todas, hay una a la que tiene especial cariño. Se llama Corza y fue la primera que compró hace once años, y con ella guarda un «cariño especial, diferente».

El pedáneo de Villargusán camina junto a una de las yeguas de Ángel Luis.

Aquí también sufren la problemática del lobo y exigen que se afronte la situación para que vuelva a permitirse su caza. La pasada primavera, Ángel Luis lo sufrió en su propio ganado cuando le mataron cinco potros; también otro vecino que tenía a los caballos más abajo sufrió las fauces del depredador. «Tenemos una problemática y cada vez estamos peor con estas leyes que fomentan protegerlos a costa del medio de vida de los ganaderos», denuncia.

Junto al mastín leonés y la vaca mantequera, el hispano-bretón es una de las razas autóctonas más valoradas en esta zona de la provincia de León.

Un caballo que surgió de la mezcla entre caballos españoles y franceses que ha prosperado en Babia, donde luchan hoy por mantenerla y que salga de la lista de animales en peligro de extinción.

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