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Corría el final de la décadas de los 70 del pasado siglo cuando un joven Fernando López Combarros, párroco en Castrillo de Cabrera, iniciaba una tarea que le ha convertido 40 años después en el guardián de un patrimonio sonoro que de no ser por entusiastas como él se habría perdido para siempre.
En esas frías noches de invierno, cuando el sol cae temprano y el silencio se impone en los pueblos de la comarca bajo un manto helador, los vecinos se juntaban para «matar la noche». En aquellos filandones corrían las músicas y melodías propias de la zona, que acompañaban las anécdotas e historias que compartían los vecinos en torno a la lumbre.
Fue en una de aquellas noches cuando al párroco se le ocurrió grabar en cinta algunas de las melodías que escuchaba. La afición a aquella tarea le hizo registrar más de un centenar de canciones, que ahora han cobrado una nueva vida gracias a su donación al Instituto de Estudios Cabreireses que ha liberado a dominio público estas pequeñas «cápsulas del tiempo» .
Recuerda Fernando, jesuita natural de La Bañeza que tras pasar por Castrillo y por Vigo vive ahora en Alcalá de Henares, lo que le llevó a dar aquel paso. «Todo aquello se moría. Recuerdo la música que se cantaba sobre todo en misa de Difuntos», unas versiones «originales de la tierra, tanto por la letra en ese latín inventado como por la música típica de como se canta en los pueblos de León».
Para impedir que tesoros de nuestro folclore cayeran en el olvido por el desuso, el párroco grabó y conservó unas cintas que durante años quedaron guardadas en un cajón. «Tuve la suerte de dar con ellas después de siete años buscándolas porque no las encontraba», recuerda, reviviendo la alegría del momento en el que finalmente aparecieron mientras vivía en Vigo.
Fue en ese momento cuando decidió pasarlas a CD y regalárselas a personas que sabía las valorarían. El Instituto de Estudios Cabreireses recibió con emoción las grabaciones, pequeños «tesoros perdidos» que con las nuevas tecnologías se han podido perfeccionar para eliminar el ruido. «He oído algunas y realmente han ganado mucho», celebra el jesuita.
Aunque la mayoría de las personas que ponían voz a aquellos cantares tradicionales han fallecido ya, cuando los que los conocieron escuchan sus cantos reviven aquellas noches de invierno. «Al escucharlas siento mucha alegría y me traen muchos recuerdos porque han pasado muchísimos años y me acuerdo de quienes cantaron, hasta reconozco alguna voz perfectamente», se emociona Fernando. Junto con las grabaciones, que solo registraban dos o tres estrofas, el párroco anotaba las letras, la mayoría fechadas en 1979.
Reconoce el autor que las cintas le han «dado trabajo», pero también han sido un impulso para despertar de nuevo su amor por la cultura y el pasado de La Cabrera, comarca que no ha dejado de visitar desde los 16 años y refugio al que vuelve cada verano para disfrutar «del frescor» de Corporales, donde se está «divinamente».
Se ha propuesto ahora recuperar cintas de vecinos de la comarca que grabaron a sus padres o abuelos en aquellos años de 1980, aunque la misión que más le motiva es recuperar las canciones de un concurso que en la Navidad e 1979-1980 puso en marcha la Diputación provincial para que los niños mandaran las canciones que cantaban sus abuelos. Un vecino de Castrillo puso sobre la pista a Fernando, al informarle de que la escuela del pueblo fue la ganadora del concurso gracias a sus canciones de navidad. Esas citas se encuentran en algún lugar de la Diputación, y Fernando está determinado en encontrarlas. Junto a este reto otros como digitalizar la documentación de las actas de los concejos de los pueblos para «que no se pierda nada más, porque es historia».
Como un protector más del legado cultural, patrimonial y artístico de La Cabrera, aunque ya jubilado, Fernando seguirá dedicando sus sábados a viajar a través de la música a su comarca a la que siempre regresa.
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