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La localidad leonesa de Quintana de Rueda ha vivido en los últimos 14 meses «una desbordante historia de humanidad». Lo asegura Carmen Ferreras, presidenta de la Asociación Leonesa Bielorrusa de Afectados de Chernóbil (Albac), y artífice de la llegada a esa zona de la provincia de León de cinco refugiados ucranianos, dos madres y tres hijos.
«Ha sido tal la entrega de todos los vecinos y tanta la colaboración que solo hay palabras de agradecimiento», remarca. «Es imposible creer que unas personas llegadas desde tan lejos, sin conocer el idioma, sin conocer nada, se hayan convertido en una parte más de nuestras familias», añade.
Carmen reconoce que todo fue «una locura» en los primeros días en los que Lily, junto con sus hijos, Nikita y Diana, y Silvana, con su hija Sonia, llegaron a la localidad leonesa. Una gran locura que despertó la mayor solidaridad imaginable. «La colaboración que nos ha llegado desde ese mismo instante ha superado todas las previsiones», ha sentenciado este martes.
Quintana de Rueda es una localidad del municipio de Valdepolo. Y en primer lugar, el ayuntamiento de la localidad, se apresuró a dar un paso al frente. «La ayuda que nos ha dado desde el primer día ha sido extraordinaria. El ayuntamiento pagaba la mitad del alquiler de su casa y Albac, mi asociación, la otra mitad (350 euros de aportación mensual que la propiedad considera un pago de gastos). Queríamos que no les faltara de nada», asegura.
Pero todo el pueblo siguió la estela del consistorio: «Los vecinos han aportado dinero para comprar libros, para ir a la compra, para darles todo lo que pudieran necesitar. Hay anécdotas maravillosas. El alcalde, que se ha portado de forma impresionante, consiguió empleo para una de las madres. Y mientras ella iba a trabajar los vecinos llevaban a los niños al colegio, los cuidaban. Cada uno ha puesto lo que ha podido y lo único que tenemos son palabras de agradecimiento».
Carmen Ferreras asegura que si hubo un momento duro en toda esta historia éste fue el de la despedida, el fin «a una historia extraordinaria que ha unido a todo un pueblo». «Cuando se fueron hemos llorado lo imposible. Ha sido una pena enorme, lo mismo que ellos se fueron entre lágrimas. Nos hemos apoyado todos tanto que realmente decirles adiós ha sido muy duro», añade.
Todo lo sucedido se resume «en una frase que ellas nos han dicho al irse: lo mejor de la guerra ha sido venir a Quintana de Rueda. Cuando te dicen esas palabras lo único que te queda es mantener vivo el recuerdo de todo lo vivido y esperar que la guerra termine cuanto antes».
¿Habrá reencuentro? «Esperemos que sí, esperemos que sin guerra y sin tanta violencia puedan volver para visitarnos y para volver a abrazarnos todos», sentencia Carmen Ferreras, mientras se deshace en agradecimientos «a la gente de este pueblo maravilloso, porque lo que han hecho es algo único».
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