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Si hay un pastor conocido en Omaña, ese es Eliecer Melón. Este sacerdote lleva diez años en la zona y es, actualmente, el cura que más pueblos atiende de toda la Diócesis de León, con 33.
Sus últimos diez años los ha pasado entre Riello y Soto y Amío. Antes estuvo en Quintana de Rueda. En total son 39 años desde su ordenación, en el año 1985. «Diez esperanzas», recogía la hoja parroquial de aquel día. Ahora Eli, como le llaman en la zona, ha logrado ser esa esperanza para los 120 habitantes que resisten en la auténtica España vaciada.
El manojo de llaves que atesora es notable. No están todas, porque en algunos pueblos son los propios vecinos los que las custodian. Nos encontramos con él en la plaza de la iglesia de Riello, donde le visita el alcalde para pasar consulta sobre diferentes necesidades que pueda tener. Alli, en su sacristía custodia el pan, el vino y los trajes que utilizará en las ceremonias que cada semana lleva a diferentes localidades de los diez valles que recorre.
En una cochera cercana guarda el coche. Nos montamos con él y hacemos la visita que toca esta jornada. La primera parada toca en Andarraso, el segundo pueblo más alto de la provincia tras La Cueta, y en Inicio.
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Rubén Fariñas
Aprovechamos el trayecto para conocer cómo es su trabajo. Sus 33 pueblos se distribuyen en unos diez valles que obligan a trayectos de «subidas y bajadas, curvas y demás» que ya conoce a la perfección. Ahora vive constantemente en Riello, por lo que sus viajes se han reducido y ya no llegan a los 35.000 kilómetros anuales que llego a realizar. Sin embargo, el coche sufre la orografía y «cuando estás acabando de pagar uno, tienes que invertir en el siguiente».
Entiende la vivencia de la fe desde la abundancia, pero también desde la escasez, por lo que no le importa la cantidad, si no la calidad de sus feligreses. «Hay gente que me dice que para qué voy a ir si hay tres personas. Y no. cada persona es válida y con cada persona podemos adaptar la celebración». En algunos sitios hace misa en casa de algún vecino porque «hace más calor y en la iglesia no me aguantan», bromea; en otros pasa por el pueblo y conversa con sus escasos habitantes, algo que «a veces es más importante que convocar a misa».
En una crisis de fe general, pregonar la religión en pueblos prácticamente deshabitados no es tarea sencilla. Muchos ya no celebran, salvo en fiestas de guardar o si vienen familiares. «Yo celebro sin problema ninguno, todo es conforme que vengan personas a participar. Menos mal que, en ese caso, tenemos asumida la realidad de llegar a un sitio y que no se acerque nadie», lamenta con una sonrisa.
Entre sus 33 pueblos hay un «tanto por ciento bastante alto» en el que son los propios vecinos los que se preocupan del cuidado de la iglesia. Al menos barren el suelo y le limpian el polvo. «Yo llevo el pan y el vino conmigo, y en algunos pueblos hay alguna telaraña más que en otro». La última visita del obispo fue en 2023 y con él recorrió todas y cada una de las parroquias.
Tras 15 minutos de conversación, llegamos a Andarraso. «Aquí casi, casi es el culmen del mundo», explica por la altitud a la que se encuentra la segunda población más alta de León. Para a recoger las llaves a la entrada del pueblo, aunque su custodio ya ha subido a la ermita y allí nos espera. Junto a ella reposa un mastín, que busca la sombra. «¿Cómo va, técnico?», le pregunta a Laudino, jubilado «de muchos años» y uno de los cinco habitantes del pueblo. «Todo bien, más o menos», le responde.
Una llave de las que ya no quedan abre las puertas de una ermita que, tal y como nos había advertido, es digna de visita. Con un retablo de madera sin policromar y muy cuidado, la iglesia de Andarraso es una pequeña joya que apenas se abre a los fieles. En su sacristía se guardan objetos empolvados que esconden años y años de antigüedad y que ya están en desuso.
Saliendo del pueblo, aún hay tiempo para encontrarnos con Eulogio, otro vecino con problemas de corazón. Eliecer se preocupa por él mientras, a pesar de su patología, rompe leña en un árbol. «Cuidado con el segundo golpe. Joven caballero, hasta luego», nos despedimos.
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Lucía Gutiérrez
Seguimos ruta, pero antes nos para para enseñarnos lo que llama 'Las tentaciones de Jesús' y posicionarnos, geográficamente, a los pueblos de su basta parroquia. Unas carreteras que, muchas veces, aparecen cubiertas de nieve. Aunque nunca ha suspendido en Riello. Recuerda la fiesta de los Mártires, el 20 de enero, y cómo un año tuvo que pasar la pica para poder celebrar la misa.
Pasamos de 1400 a 1000 metros de altitud. Segunda parada en Inicio. Esta iglesia es más elegante, aunque está peor cuidada. Pertenecía a un marquesado. Aquí hay muchas casas remozadas, aunque en pocas vive gente. Solo cuatro habitantes tiene esta parada intermedia en nuestro regreso a Riello. Aquí tiene prevista una misa el fin de semana, aunque las fijas cada semana son en Riello y Canales. Sobre estas celebraciones, habla con ironía de los más fieles: «Hay un grupo que responden y bajan a Riello y luego chatean algo; otros chatean en el bar, pero la vivencia de la fe se queda en el tintero».
En Riello nos dejará, donde le esperan los otros parroquianos, los del bar. En los próximos días seguirá recorriendo pueblos, hablando con sus fieles y asegurándose de que la fe no se escapa entre las montañas y logre moverlas. Y, en el último de los casos, será Eliecer el que suba a la montaña si la montaña no va a misa.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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