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Cuenta la leyenda que una joven fue a la guerra. Ella se llamaba Juana, pero en guerra se la conocía como Caballero Oliveros.
Pocos personajes hay en la milenaria historia de León que hayan dejado una huella tan profunda en su tierra, arropada por el murmullo del río Curueño, como la Dama de Arintero.
Ella, cuyo nombre real era Juana, luchó por la reina Isabel de Castilla en las más crueles batallas que enfrentaron, tras la muerte sin heredero del monarca Enrique IV en 1474, a los que a la postre serían conocidos como los Reyes Católicos y don Alfonso, rey de Portugal, que veía con buenos ojos el alzamiento en el trono de la infanta doña Juana para agrandar su reino con la unión de Castilla.
Pero ella, que se llamaba Juana, luchó disfrazada de hombre. Como en el 'érase una vez' de los cuentos populares, la historia cuenta que fue la pertinaz Juana quien se ofreció a su padre, el noble conde García de Arintero, a luchar en la guerra por él, ya mayor y sin hijos varones que pudieran sustituirle.
Un corsé logró ocultar la feminidad de la joven, que antes de partir al frente aprendió el manejo de la espada y el escudo, soportó el peso de la armadura y trasformó su cuerpo y su espíritu en el de su alter ego, el caballero Oliveros.
Tras luchar en las más importantes batallas que lograron la victoria de su bando, un descuido en el fragor de la batalla descubrió el secreto de la joven. El rey, al conocer su historia y la valentía que había demostrado para con su causa, otorgó a la ya reconocida Juana una serie de privilegios para su comarca bañada por el río Curueño.
A su regreso del frente y a escasos kilómetros de entrar en territorio protegido para ella, Juana fue asesinada en La Cándara, que guarda en la memoria de la joven una cruz en el lugar donde presumiblemente perdió la vida.
La historia de la Dama, convertida en leyenda, corre por la sangre de los vecinos de comarca que recuerdan su hazaña y la lucen con orgullo en sus casa blasonadas.
Su recuerdo y su leyenda pervive en las raíces de un pueblo que respira el aire de aquella mujer que fue a la guerra y regresó al hogar con el mayor de los honores.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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