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Se llama Secundino Suárez, aunque en Villamanín todos le conocen como Cuni, el del súper.
El supermercado que regenta es el único que existe por la zona, por lo que su servicio abarca mucho más. Ofrecen sus productos a toda la Montaña Central, con clientes de Gordón, Cármenes, la Tercia y todos los pueblos del municipio.
En su local cuenta no solo productos de alimentación, sino también con calzado, mercería, menaje, droguería y ferretería. Además, siempre que se puede se tira del producto de proximidad. Procura que la carne siempre sea de 'casa' y para ello trabaja con ganaderos de la zona. «El embutido tiene que ser de La Pradera o del Ezequiel, siempre de la zona». Y es que siempre están abiertos a trabajar y vender producto leonés y de la Tercia.
Cuni nació en Villamanín y todo apunta que aquí pasará el resto de su vida. Es de esta zona «de toda la vida», una zona que quiere tanto como para haberse atrevido a invertir en ella y permanecer como un referente de la comarca. «El negocio no da pérdidas, pero tampoco mucho beneficio». Y para equilibrar la balanza hay que trabajar fuerte los meses de verano y compensar ese dinero el resto del año. «Hay meses fastidiados, como enero y febrero, y luego meses que ni ganas ni pierdes». Esta línea le ha permitido tener seis empleados y no aspira a menos que a mantenerlos.
Y es que el supermercado de Cuni es mucho más que un supermercado. La tienda se encuentra completamente adaptada a los duros inviernos de la montaña leonesa. Crampones, botas de invierno, forros polares o guantes se pueden encontrar aquí. «Y hasta si llegas y te pilla la nieve, puedes comprar un trineo y tirarte con él», bromea.
Aquí no existen los pedidos online, todo se hace por teléfono. Se destila el estilo tradicional entre un público de gente mayor a los que les quedan alejados los nuevos tiempos digitales. Eso sí, como si de un servicio de Correos se tratara, los trabajadores del súper están dispuestos a llegar donde haga falta. Y, además, lo hacen de forma gratuita. «No tenemos pedido mínimo, no cobramos por llevarlo y a la gente mayor intentamos ayudarla». De hecho, durante la pandemia, Cuni y sus trabajadores se encargaban de recoger pedidos por teléfono de la gente contagiada, se desplazaban a sus domicilios, lo dejaban a la puerta y «cuando se ponían bien, venían y pagaban». «Prestamos servicio a todo el mundo», insiste.
Llevan pedidos a Santa Lucía, Ciñera, Cármenes o Villanueva de Pompedo; van allá donde les reclaman. Y es que este es el único supermercado que existe desde Gordón hasta Pola de Lena, ya en Asturias.
En la tienda también sorprende una expositor encima de los lácteos. Estos productos no se venden ya que dan juego al lado más sentimental de Cuni. O, más bien, como él dice, es su «pedrada». «Cada uno tiene una y la mía es esta: yo soy el Thyssen de las básculas; ellos coleccionan obras de arte y yo básculas».
Las hay rusas de precisión; otra que pesa azafrán, traída de un monasterio aragonés y datada en el siglo XVIII; o una por la que han pasado cientos de productos en Villamanín, la que correspondía a la tienda de Valentín, con la que guarda especial cariño.
Y se confiesa: a veces le regañan por los precios, pero no tiene duda de que sus clientes le aprecian. «No me dicen nada, pero el día que esto se cierre es como cuando se cierra otro negocio en el pueblo, es como un hachazo; no me gustaría». Aunque en Villamanín no tienen de qué asustarse porque a Cuni le queda cuerda para rato. «Voy a tirar con esto hasta que..., es algo muy mío, una parte de mí que no puedo dejar caer nunca».
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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