Se ha escrito mucho sobre el Camino, pero nada de ello sirve cuando se vive.
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Cada uno lo hace a su manera, con su significado, o sin él. Con una intención o por el mero hecho de sentir eso de lo que todos hablan y ... que la Ruta Jacobea regala a cada peregrino.
El goteo de caminantes es constante, a pesar de que el mal tiempo castiga aún en pleno mes de junio. Lluvia, viento y cielo gris para coronar el puerto que les permitirá dejar atrás mucho pesar.
Analida y Ricardo se acercan por separado. Se conocieron kilómetros atrás. «Sabía que nos veríamos aquí», le dice el uno al otro. También se había acercado una pareja que ya abandona el punto más alto del Camino de Santiago.
La Cruz de Fierro es un soplo en el tramo más duro de la ruta. Un lugar donde los peregrinos dejan su carga, literal y figurada, para dar los siguientes pasos hasta Santiago sin ella.
«Sé que traemos una piedra y aquí empieza un camino nuevo. La tiramos, pedimos un deseo y soltamos todo ese peso de tanto caminar», explica una peregrina llegada de Massachusetts (Estados Unidos) que comenzó la ruta en París en el mes de mayo. «Empecé a caminar y he conocido gastronomía, cultura, ciudades, museo y conocido mucho el camino».
Otro peregrino ha llegado desde Madrid. Ya hizo el pasado año el Camino del Norte y ahora se interesó por el Francés. «Lo decidí tres semanas antes. Lo empecé a sentir y a querer hacer; y lo he hecho». También él ha cumplido con la liturgia. «Se supone que traes una piedra desde el lugar del que vengas y representa lo que quieras dejar atrás en este lugar, ya sea mental o físico. Lo dejas y empiezas de nuevo».
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Y es que hay tantos motivos para mirar al cielo y encontrarse con la Cruz de Fierro que cualquier excusa vale para colgarse la mochila, coger el bastón o la bicicleta y avanzar. Analida llegó a un punto en su vida en el que se vio con fuerzas y el ánimo suficiente. «Esto es como una energía que te llama; desde que me di cuenta de que existía el camino, me metí a averiguar. Y aquí estoy; y me encanta».
En este punto, además, se deja atrás un paisaje para conocer un nuevo camino, dentro de la diversidad que ofrece la provincia. Y eso ha hecho a Ricardo levantarse feliz con una etapa que inició en Astorga y que tras la meseta le ha permitido afrontar la montaña en todo su esplendor.
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Eso sí, todos los peregrinos llegados a Foncebadón comparten un mismo parecer tras días de ruta, vengan del punto que vengan. «Hasta ahora he ido solo todas las etapas, pero te encuentras gente en el albergue y encuentras gente muy bonita de todos los lugares», opina uno. «Todas las personas son fantásticas, con la misma vibra; con la misma intención, pero por razones diferentes. Compartimos historias y hacemos amistades instantáneas tras conversaciones amenas durante 30 kilómetros», confirma otra.
Siguiendo los pasos de estos peregrinos ya llega Juan Antonio, desde Mallorca; y una familia alemana que optó por la bicicleta.
Ellos también dejarán su carga, alzarán la vista hacia la cruz y buscarán El Bierzo en una de las jornadas más singulares que ofrece el Camino.
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