El Santuario de La Garandilla, construido en el siglo XVIII, está en una situación de «deterioro» debido a las humedades que rodean sus paredes.
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Tras el traslado de su último párroco a otra parroquia hace más de siete años, los vecinos de la localidad han visto cómo varios curas pasan por el interior de su santuario para a los «pocos días», abandonar el lugar.
En 1973 se construyó la primera parte del mismo con una capilla y una puerta. Posteriormente se desarrolló la obra en dos tramos para, finalmente, convertirse en el santuario que hay hoy en día.
Durante muchos años fue la única edificación del pueblo. Sin casas y sin vecinos, esta localidad nació a raíz de la ubicación del santuario. Una torre dio por finalizada la obra que pondría fin a la ahora conocida como «Catedral de Omaña».
La primera casa que acompañó a este lugar fue la llamada casa «Las Ventas». Un lugar de intercambio de mercancías entre los habitantes de Omaña y los ubicados en La Cepeda.
Trigo, maíz y centeno eran algunos de los productos que los comerciantes intercambiaban en este punto. Las primeras casas llegaron al pueblo de la mano de nuevos vecinos. Construcciones que se fueron agrupando alrededor del santuario y con las que poco a poco el pueblo fue creciendo hasta convertirse en lo que hoy se conoce como La Garandilla.
Pero su desarrollo sufrió con el paso de los siglos la llegada a la actualidad. Un cambio de mentalidad para muchos y una España vaciada que llegaba al valle de Omaña para vaciar sus calles.
Las casas fueron cerrando sus puertas y, a pesar de llenarse en los meses estivales donde todo el mundo busca el descanso del pueblo, el vacío se fue notando y la despoblación se convirtió en una realidad.
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Según han declarado a este medio portavoces de la Asociación de vecinos de La Garandilla, la situación del Santuario es «crítica». Las humedades de las paredes del interior de la construcción aumentan considerablemente con el paso de los años.
La ayuda por parte del Ayuntamiento de la localidad ha generado varios arreglos en tres tramos del tejado que, gracias a subvenciones, se han podido cubrir.
«Los retablos están muy mal», asegura una de las portavoces. Varios habitantes se reunieron en el 2023 para limpiar las imágenes pero la imposibilidad de conseguir unos andamios «aptos» para alcanzar sin peligro la estructura generó un parón en el tiempo que se ha alargado con el paso de los meses.
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La aportación económica parte únicamente de los vecinos que, con sus donativos, han comprado manteles, cestas y otros objetos para ir reviviendo la fe del interior de la que forma parte de su historia.
Con misas realizadas únicamente para festejos y defunciones, la asociación de vecinos denuncia una «falta de cuidado» por parte del obispado. Un cierre permanente en el que la fe se queda en el interior de sus paredes.
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