Ahora forma parte de la archiconocida ruta que conduce hasta el Faedo de Ciñera, ese bosque que cientos de leoneses visitan cada fin de semana y una de las escapadas más populares en la provincia.
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Ese mismo camino recorre Valentín Sahelices, conocido en Ciñera ... como Tín, a la par que le brotan los recuerdos en su cabeza. Lo que hoy es un lugar de ocio, de desconexión y de disfrute de la naturaleza fue, hace más de 80 años, el pueblo de Ciñera.
«Las casas estaban desde ahí hasta acá. La nuestra era de las primeras, porque las cuadras de las mulas estaban aquí», explica Tín, señalando con su dedo al fondo, donde está la antigua escombrera del pozo Ibarrar de Ciñera.
Su padre trabajaba como cuadrero, que era el encargado de cuidar a las mulas que se encargaban de tirar de los vagones en propia explotación minera. Estos animales entraban por la bocamina, situada a unos metros, al interior del pozo, tanto para acceder con material, sacarlo o tirar de los vagones.
Y esa bocamina se convirtió también en refugio de su familia. El bando nacional llegó a Ciñera, o, como les conocían entonces, «los moros» - puesto que eran los cuerpos militares que habían acompañado a Franco en Marruecos -, y muchos de los habitantes de la localidad huyeron a Asturias.
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Tín y su familia no, decidieron quedarse y encontraron en la bocamina su refugio: «Allí entrábamos, como a un kilómetro de profundidad, cuando oíamos que venían los 'moros'. Yo apenas tenía ocho meses, pero mis hermanos me decían que, en cuanto se sentían los tiros, íbamos para dentro».
Así estuvieron durante varios días, «ocho ó nueve», entrando y saliendo de la bocamina, en una idea de sus padres para protegerles cuando escuchaban los disparos. «Los 'moros' entraban a mirar y nos voceaban para que saliéramos, pero estábamos escondidos a bastante profundidad», recuerda.
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Cuando este ejército abandonó la zona, salieron y pudieron hacer una vida muy similar a la de antes. Tín comenzó a trabajar tanto en empleos relacionados con la mina - pero sin llegar a trabajar en la explotación de carbón en sí -, como en el campo: «Bajaba hasta Beberino con una mula y un carro para moler trigo y cebada. E íbamos por la carretera, tranquilamente. Imagínate qué pocos coches había por entonces».
A los 17 años ya comenzó a trabajar para la mina, que lo fue «todo» para Ciñera, «llegamos a tener más de 3.000 vecinos aquí», pero emigró durante unos años. Se fue a Luxemburgo, a donde fue a trabajar la que hoy es su mujer, Margarita.
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«Ella trabajaba allí, en casas particulares, cuidando niños, sin entender ni una sola palabra de francés. Y me buscó trabajo, soldando y fabricando frigoríficos», recuerda Tín, que volvería tras unos años a Ciñera, donde regresaría a trabajar para la empresa minera, la Hullera Vasco-Leonesa.
Desde entonces no se ha movido de la zona, si bien es cierto que estuvo viviendo una época en el pueblo vecino, La Vid de Gordón, para fijar su domicilio, finalmente, en Ciñera, en el 'nuevo' Ciñera y no en el de los 'casetones', como le conocen en el pueblo, donde, más allá de en su vivienda, habitó también en la bocamina.
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