Recibiendo unas cachavas con la más pura esencia pastoril comenzaban un grupo de cinco niños andaluces su 'Aventura trashumante'. Todos los adolescentes, de entre 13 y 17 años, tienen algo en común. A parte de haber vivido siempre en una ciudad, todos han superado el ... cáncer.
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Y esta elección es así «porque después de todo lo que han pasado hay que darles una pequeña oportunidad para que puedan seguir» y porque «la gente que no lo ha pasado lo tiene mucho más fácil». Además hay madres y padres que «los tienen superprotegidos» y es una experiencia para que «salgan de sus casas» y conecten con la naturaleza.
Una oportunidad para ellos de conocer un mundo totalmente nuevo, la trashumancia. Y ese es el objetivo de Manuel Calvo, él y su hijo se encargan de enseñar, a través de estos campamentos, una profesión tan bonita como solitaria y olvidada. Y desde la Cueta, el pueblo más alto de León acompañan a los pastores en sus travesías por la Reserva de la biosfera de Babia.
«La trashumancia es lo que queremos que se trasmita, porque se está perdiendo» y que «gente como ellos, de ciudad, pasen una semana fuera de su casa sin móviles, sin tecnología...» explicaba Manuel hijo.
«Iremos con los pastores, con las ovejas» y con los perros, que son el hilo conductor de cada aventura de estos padre e hijo. También pretenden enseñar a los «chavales» la importancia de los mastines en el pastoreo, aunque ellos han preferido tomarselo como una sorpresa y saben más bien poco de lo que van a hacer.
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Guillermo adelantaba algo dubitativo que van «a pasar una semana acampando en el monte de León, todos juntos y sin tecnología» a lo que su compañero Ismael añadía que a él ni siquiera le habían preguntado, solo le habían dicho que iba a ir a León.
En un pueblo de apenas 9 habitantes saben a gloria estas iniciativas que aumentan las posibilidades de ampliar la familia. Sin embargo, en esta ocasión parece que no van a tener suerte. Aunque estos días los vayan a disfrutar, lo de quedarse allí no es algo que pase por su cabeza.
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Daniela rápidamente dejaba claro que la profesión no creía que le fuera a gustar «pero venir varias veces al año, eso sí» y concluía, de nuevo su compañero Ismael que «al campo con las ovejas no me voy a ir».
Las rutas con los pastores, las visitas a los lugares más bonitos de la provincia y las acampadas en el bosque intentarán hacerles cambiar de opinión. Porque ellos mejor que nadie conocen lo que es realmente importante en la vida y el valor que tienen las pequeñas cosas como poder estar allí.
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Asi que durante una semana, padre e hijo los harán disfrutar y sobre todo aprender con la mirada siempre puesta en mejorar y que cada año sean más los que pasan por esta Aventura Trashumante.
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