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Ramón Muñiz
Gijón
Jueves, 27 de febrero 2025, 08:14
El 10 de noviembre una de las laderas de la autopista del Huerna (AP-66) se desplomó, cubriendo sus dos calzadas con cientos de toneladas de roca y arcilla. El accidente tuvo lugar en en el punto kilométrico 76, en plena pendiente, cerca del área de descanso de Entrerregueras.
La concesionaria encargada del mantenimiento y explotación de la vía ejecutó una solución provisional y de urgencia: un 'bypass' con una calzada provisional que rodea el desprendimiento y obliga a circular por debajo de los 40 kilómetros por hora.
Gracias a ello Asturias y León recuperaron la conexión por autopista, interrumpida durante 17 días y ocho horas. Ahora queda abordar la solución definitiva.
Para ello, Aucalsa, según informa El Comercio, ya maneja un proyecto técnico. Con él se han puesto en contacto con varias constructoras y se encuentra en fase de valoración de sus propuestas. Según las fuentes consultadas, la concesionaria se decantará por la empresa que mejores condiciones ofrezca en términos de plazo de obra y esfuerzo inversor. La idea es poder adjudicar los trabajos el mes que viene y a renglón seguido iniciar la ejecución.
Desde la empresa se ha venido sosteniendo que el trabajo para recuperar la infraestructura en su integridad ha sido incesante. Desde el inicio quedó descartado posponer las obras a la primavera para ejecutarlas en mejores condiciones meteorológicas.
Los geólogos e ingenieros consultados confían en que la obra llamada a comenzar entre marzo y abril, se desarrolle por fases. La primera urgencia consistiría en sanear la ladera derrumbada. La cabecera del argayo dejó al aire marcas que sugieren que hay zonas no suficiente afianzadas. Lo previsible es que de manera mecánica se proceda a echarlas abajo, en condiciones de seguridad para los trabajadores y el tráfico.
El sostenimiento definitivo lo sugerían mediante cables anclados unidos con viga. Su informe sugería aprovechar para dejar instrumentada la zona, de forma que los sensores avisen de movimientos profundos futuros.
Una vez fijado el terreno, tocaría rehabilitar las dos calzadas dañadas. La operación permitiría así recuperar seguridad, capacidad y velocidad en un tramo que, antes del argayo, tenía la velocidad máxima genérica de 120 kilómetros por hora.
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