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Domingo, 12 de marzo 2017, 14:14
«El protagonismo no es nuestro, los protagonistas no somos nosotros los de Cruz Roja, sino la gente de esos lugares que tanto nos necesita; porque ellos no son tontos, saben perfectamente cómo se podrían solucionar las cosas, lo que pasa es que se ven ... superados».
Esta fue una de las ideas principales lanzadas ayer por Manuela Cabero Morán, vicepresidenta y delegada de Emergencias de Cruz Roja en España, en una cita más y nuevamente muy exitosa de las Conversaciones sin Red que organiza la Concejalía de Cultura, Educación y Juventud del Ayuntamiento de Villarejo de Órbigo, con presentación de Tomás-Néstor Martínez Álvarez.
Cabero hizo un repaso que la llevó, enternecida, desde su infancia en Veguellina de Órbigo a su primera paciente como facultativa, la señora Germana, de Valverde-Enrique, cuya templanza la ayudó en el difícil trago de comenzar su profesión.
Esa templanza y esa vocación de servicio la ha llevado bajo el paraguas de la Cruz Roja desde 1994 por numerosos países en conflicto, con las crisis humanitarias y sanitarias más graves de las últimas décadas en todo el mundo, un periplo que le ha supuesto numerosas distinciones a nivel internacional.
«Perdíamos a más del 50% de los pacientes»
Repasó detalles de algunos de esos durísimos pero muy gratificantes destinos, como Ruanda y sus conflictos raciales; Bosnia y una «guerra civil entre hermanos que es de lo peor»; o la crisis del ébola en Sierra Leona, donde una enfermedad demoledora «acababa con todo, destruía a toda la sociedad». «Perder sin remedio a más del 50% de tus pacientes es algo que no ocurre ni de lejos en la peor de las guerras», rememoró estremeciendo al público asistente.
El Irak de la primera contienda en 2003, El Salvador, Senegal o Somalia le enseñaron miserias como los peajes que hay que pagar a los señores de la guerra «para conseguir que un cargamento de alimentos llegue a su destino, pero es la única forma de llegar».
Y en todos estos lugares descubrió que «en las guerras, en cada crisis, han personas y empresas que hacen un gran negocio, y no sólo de las armas sino también vehículos, los Pick Up, por poner un ejemplo».
Su última y dura aventura ha sido Grecia y la crisis de los refugiados sirios, la tragedia de «gente empantanada, que ven que no van ni adelante ni para atrás, que llegan destrozados pero se enfrentan a lo peor: no tener esperanza. No hay nada más duro que esto», explicó. «Viven una situación que les ha desplazado, roto sus familias, que amenaza su vida; y necesitan que alguien, en algún lugar del mundo, sepa que existen».
Una larguísima ovación cerró esta nueva edición de este original formato ya consolidado en Veguellina de Órbigo, según resaltó el alcalde, Joaquín Llamas, que explicó que sirve «para darnos cuenta y reconocer la labor, a veces tan callada como importante, de la valiosa gente de nuestro mundo rural».
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