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rubén fariñas
Domingo, 16 de octubre 2016, 11:11
La grandeza de la naturaleza se vuelve a poner en evidencia cuando el ser humano se dispone a travesar los escasos cuatro kilómetros que separan las localidades de Vegacervera y Felmín.
La fuerza de erosión de un río, a través de los años, se atreve ... a dibujar un paisaje único, incomparable y que deja boquiabierto a todo aquel que se atreve a adentrarse en sus meandros.
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Las Hoces de Vegacervera se levantan con majestuosidad, con paredes verticales de roca y una red serpenteante de curvas sinuosas que cruzan de lado a lado el Torío para sorprender a propios y extraños con la imagen que descubren en cada curva.
Probablemente uno de los lugares más escondidos, pero a su vez más conocidos, de la provincia leonesa. El acceso directo que ofrecen a las Cuevas de Valporquero, lo convierten en lugar de paso obligado para los turistas, donde no perderse es un pecado.
Durante diferentes puntos, el que se adentra en las hoces puede detenerse, observar e inmortalizar la imagen que tiene ante sus ojos.
La mina con su mirador en el alto, dando una perspectiva diferente de la vertiente norte del entorno; el pozo del infierno y su asombrosa profundidad adentrándose en la montaña hasta donde la vista no logra alcanzar; o la presa, dibujando una cascada que es aprovechada por los pescadores de la zona para hacerse con sus mejores presas.
Un paraje único con el que la naturaleza ha jugado para darle forma. Un hábitat sin igual que crea confusión por su belleza en el ser humano. Un ejemplo más del poder del agua y las obras de arte que ha dejado en la provincia leonesa.
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