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rubén fariñas
Lunes, 6 de junio 2016, 10:14
«Digan que fueron burlas las Justas de Suero de Quiñones del Passoque torno a decir que el que las negase carecería de toda razón y buen discurso».
Con esa reseña se cuela la hazaña del caballero leonés más afamado en el Quijote, dando relevancia ... a un hecho que marcó la épica de la Edad Media y que todos los años recobra vida en Hospital de Órbigo.
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La historia se ha vuelto a recrear bajo el Passo Honroso, lugar donde Suero de Quiñones prometió romper trescientas lanzas, a razón de 3 por caballero, como muestra de amor hacia Leonor López de Alaya.
La ceremonia comenzaba con el cortejo apareciendo bajo el puente del río Órbigo. Abrían la comitiva los dos peregrinos más famosos del camino, Fray Mili y Fray Valfredo, a lomos de su borrica.
La mantenedora: Silvia Clemente
Los seres mitológicos y bufones accedían a la campada del palenque y tras ellos las doncellas, que daban paso a la comitiva real, presidida por la mantenedora de las Justas 2016, la presidenta de las Cortes de Castilla y León, Silvia Clemente, quien una vez ocupaba su puesto en el palco, daba inicio al torneo.
En esta ocasión no fueron 300 lanzas, ni 100 cabelleros. Fueron 5 los que trataron de mostrar oposición a don Suero. Cada uno ataviado con su color, dieron comienzo a la competición ante la atenta mirada de miles de curiosos que no se quisieron perder la tradición más pura de Hospital de Órbigo.
La primera prueba consistía en atacar a un testaferro. Los seis jinetes, a lomos de sus corceles, iban recorriendo a galope el palenque para asestar el golpe más duro al metal. La victoria recaería en Don Gutierre, que logró derribar el testaferro.
La segunda afrenta, propuesta por el rey don Juan, consistiría en un juego de puntería. Los caballeros debían clavar su lanza en una diana de paja y el triunfo se lo llevó don Diego de Baztán.
El último juego, previo a las justas, consistiría en pasar bajo un arco de fuego, a lomos del caballo, y conseguir enganchar, tantas anillas como pudieran, en sus lanzas. El catalán, don Juan de Fabra se alzaría con el triunfo en esta ocasión.
Turno para las justas
Llegaba el turno entonces para las justas. Los jinetes se medían de dos en dos hasta que el resultado final fuera: 3 sangres o muerte.
Uno a uno los caballeros irían cayendo hasta la gran final, que enfrentaría al malvado don Lope de Estuñiga, con el héroe leonés, don Suero de Quiñones.
La historia se repetía, como en 1434, y el Passo Honroso, que fue defendido con su propia vida por don Suero, proclamaba campeón de la Justa al épico caballero.
El público jaleaba en las gradas el triunfo, el premio, otorgado por la mantenedora, permitía a don Suero seguir con su hazaña y alcanzar Santiago de Compostela para cumplir con la promesa a su amada.
Un año más, las Justas Medievales de Hospital de Órbigo quisieron recordar la épica y el amor que fraguó una de las leyendas más reales que se mantienen vivas desde el Medievo.
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