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Comedor del colegio público Ponce de León S. Santos

Cuando comer es una actividad más del colegio

El colegio Ponce de León es uno de los pocos centros de la provincia que cuentan con cocina propia en la que los alumnos aprenden a comer sano y saludable

s. fernández

León

Lunes, 10 de diciembre 2018, 11:23

Son casi las dos de la tarde y ya está casi todo preparado. Solo falta ultimar detalles para disfrutar de una deliciosa comida, o al menos saludable. Los niños entran corriendo para coger el mejor sitio en el comedor. No es un día especial, esta escena se repite todos los días del curso escolar en el colegio Ponce de León.

Este colegio público es uno de los pocos que todavía quedan en la provincia con cocina propia. Aquí más de 150 alumnos reciben diariamente su comida realizada minutos antes en las cocinas del centro. Esto es algo que pocos centros de la provincia pueden presumir ya que en la mayoría un servicio de catering ha sustituido a la antigua tradición de elaborar la comida en el centro. «Es una pieza fundamental de este colegio, tener un comedor con cocina propia es un gran reclamo para los padres, y es algo que nos agrada a toda la comunidad educativa», señala el director de este centro Emilio.

Este lugar es algo más que un sitio donde los alumnos reciben un aporte calórico, antes de volver a abrir los libros de texto. La educación culinaria se ha convertido en una actividad más del centro que está integrada en el resto de asignaturas. En una sociedad donde el sobrepeso y la obesidad infantil es un problema que afecta a multitud de escolares, los expertos explican que los alumnos que comen en centros con comida propia son menos propensos a sufrir sobrepeso que los que lo hacen en colegios donde la comida está contratada a una empresa de catering. «El comedor es una parte más del colegio, no es un lugar donde los niños comen y se van. Es una parte educativa que les afecta a todos los niveles, lo que hace que sea una parte importante para nosotros»

Más de 150 comensales

Con el aliciente de emplatar más de 150 platos para dar de comer unos comensales bastante exigentes, las dos cocineras inician su jornada laboral con la misma ilusión de siempre. A partir de aquí quedan ocho horas de cocina, recogida y lavado para que al día siguiente todo esté listo para volver a empezar. «Nosotros ya llevamos aquí mucho tiempo y se nos da bien, aquí se cocina todos los días una cocina distinta en la que nosotros aportamos nuestro toque personal», señala esta cocinera.

Una vez que la comida está preparada toca servirla y vigilar que todos los niños salgan con el estómago lleno. De esta tarea se encargan educadores como María José, con la ayuda de una lista lleva un control exhaustivo de todos los alumnos que diariamente quedan a comer en este comedor. «Cada día compruebo los niños que van a venir hoy, los alumnos que tienen que tiene que llevar una dieta especial. Bien porque estén temporalmente enfermos, o porque sean celiacos, diabéticos, etc.

El comedor escolar de Ponce de León es un lugar donde trabajan numerosos profesionales que cada día ponen su granito de arena por concienciar y realizar una comida saludable y equilibrada. Un trabajo duro pero reconfortante en el que la sonrisa de un niño es sinónimo de un trabajo bien hecho.

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