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Saturno es conocido con el sobrenombre del señor de los anillos por los característicos aros que lo rodean. Pese a no ser el único en tenerlos -están en los cuatro planetas gaseosos: Júpiter, Neptuno, Urano y el propio Saturno-, sí que le distingue el hecho ... de que son los únicos visibles desde la Tierra. Son siete y están formados fundamentalmente por pequeños fragmentos de hielo y roca con un espesor de medio kilómetro -en algunos puntos es de solo diez metros- y un diámetro de 270.000 kilómetros, más de la mitad de la distancia que separa a nuestro planeta de la Luna. Los especialistas vienen debatiendo desde hace tiempo sobre su edad. Durante mucho tiempo se pensó que surgieron a la vez que el planeta, hace unos 4.500 millones de años -los mismos que se calcula para la Tierra y el resto del Sistema Solar- pero un estudio publicado en 'Science' en 2019 rebajaba esa cifra hasta dejarla en 'solo' cien millones, muy poco a escala astronómica. Ahora, otro trabajo reflejado en 'Science Advances' ha ajustado el cálculo para llevarlo hasta los 400 millones de años.
Para llegar a esta conclusión, los científicos analizaron durante trece años -entre 2004 y 2017- el polvo cósmico que 'flota' alrededor del planeta con un instrumento especial montado en la sonda Cassini de la Nasa. «Piensen en los anillos como la alfombra de su casa. El polvo se asentará sobre ella», explican los autores de forma gráfica. Sería algo así como determinar los años de una casa pasando el dedo por el polvo acumulado en alguna de sus paredes o sus muebles. El resultado, los citados 400 millones de años.
La teoría que apuntaba a una formación en paralelo a la del propio Saturno argumentaba que serían los restos de hielo que quedaron de la formación del sistema solar o que se trataba de material 'capturado' del llamado cinturón de Kuiper, un anillo de cuerpos helados situado fuera de la órbita de Neptuno y donde se encuentra Plutón, o de un cometa que había quedado reducido a fragmentos. Por su parte, la que calculaba en 100 millones su edad se basaba en los datos obtenidos por la mencionada sonda Cassini. Esta, en su vuelo final antes de desintegrarse, se introdujo entre el planeta y sus anillos y pudo medir con precisión la cantidad de material que los forman -alrededor del 40% de la luna Mimas, una de las 82 que tiene Saturno-. De los datos obtenidos llegaron a la conclusión de que los famosos aros se habrían formado hace un centenar de millones de años.
Además de sobre su edad, se debate también sobre su origen. No hay una explicación definitiva, pero pueden ser el resultado del choque de una antigua luna helada contra el planeta. Esta es la teoría que expusieron el año pasado científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y la Universidad de Berkeley. Según estos, uno de estos satélites que orbitó durante miles de millones de años en torno a Saturno se volvió inestable y se acercó demasiado al planeta, un gigante con una masa 95 veces mayor que la de la Tierra. Gran parte fue absorbida por este, mientras que la pequeña parte restante se rompió en pequeños trozos de hielo que acabarían formando los característicos anillos.
El primero en ver estos fue Galileo Galilei en 1610. El célebre astrónomo italiano pensó erróneamente que se trataba de satélites. Poco después, con mejores medios, su colega holandés Christiaan Huygens aseguró que se trataba de un solo anillo plano. Ya en 1859, el matemático y físico James Clerk Maxwell -más conocido por formular la teoría clásica del electromagnetismo- demostró que no podían ser un único objeto sólido, sino la agrupación de millones de partículas de menor tamaño.
Denominados como D, C, B, A, F, G y E según su cercanía al planeta, las partículas que los forman del anillo 'flotan' en torno a Saturno por una especie de equilibrio entre la gravedad de este, que las atrae, y su velocidad orbital, que las empuja hacia el espacio. Sin embargo, la primera acabará haciéndolos desaparecer en unos 100 millones de años, según calcula la Nasa. La razón es que las partículas más pequeñas que lo conforman pueden cargarse eléctricamente, entre otras causas, por la luz ultravioleta del sol. Cuando esto sucede, son atraídas por el campo magnético de Saturno y vaporizadas para formar una especie de lluvia de partículas de hielo suficiente para llenar una piscina olímpica en solo media hora.
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