Vicente del Bosque se examina en el espejo del salón de su casa de Madrid cómo le vuelve a crecer el bigote, después de habérselo quitado durante unas semanas, tras 45 años con él, para rodar un anuncio. ALBERTO FERRERAS

Vicente del Bosque: «Me da no sé qué decirlo, pero, sinceramente, yo creo en los políticos»

El exseleccionador español de fútbol habla, entre otras cosas, de fútbol, política, igualdad y despoblación

J. I. Foces

Valladolid

Sábado, 15 de diciembre 2018, 11:03

He aquí a quien, con total seguridad, es el único español que cae bien al resto de los españoles. No finge. No interpreta. Es don Vicente del Bosque. Sí, con el 'don' por delante, casi como si formara parte inseparable de su nombre. Don Vicente. ... Accesible, cercano, afable, espontáneo, buena gente. Muy buena gente. Tanto que el solo hecho de haberse quitado el bigote que le acompañó durante 45 años lo ha convertido en noticia de alcance nacional. Tras haber rodado un anuncio, vuelve a dejarse crecer el mostacho. Y vuelve a parecer lo que siempre pareció: Don Vicente.

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–¿Cómo lleva usted eso de ser un referente social de primer orden?

–Bueno, bueno... Tampoco me lo creo. Perfecto no hay nadie y las diferencias de unos con otros son escasas. Somos todos poco más o menos muy parecidos. Lo que pasa es que he estado mucho en el escaparate y por eso la gente me aprecia. Pero me imagino que habrá algunos que no estén de acuerdo con mi forma de ser. La unanimidad es muy difícil.

–Lo de estar muchos años usted en el escaparate es cierto. ¡Ya ve la que se ha preparado cuando se ha quitado el bigote estos días!

–Bueno, lo he hecho porque la empresa que quería utilizar mi imagen me pedía que me lo quitara. Yo lo encontré un poco hasta simpático y divertido y ojalá para ellos, que han puesto tanto interés, sea eficaz.

–Lo que sí ha transmitido estos años es que a usted no le ha ocupado nunca mucho en estos últimos años es eso de ser marqués, ¡grande de España! ¿Por qué da esa impresión? ¿Es porque uno no se hace marqués, sino que tiene que nacer siéndolo?

–¡Hombre! Yo no soy marqués de cuna, pero sí llevo ser marqués lo mejor que puedo. Al fin y al cabo fue un detalle del Rey, que focalizó en la figura del seleccionador lo que podía haber hecho en los jugadores. Yo lo llevo sin ocultarme porque lo contrario sería hacer un desprecio a quien lo propuso, don Juan Carlos I.

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–Cuando uno tiene una estatua en la capital de su provincia, Salamanca, ¿qué cree haber logrado en la vida?

–El fútbol y todo lo que sucede a su alrededor tienen mucha repercusión, como puede comprobarse. Que me hayan hecho una estatua, siendo como he sido futbolista y seleccionador nacional, responde a que estoy en el mundo del fútbol, que es un fenómeno social y universal. Nosotros tuvimos la suerte y la fortuna de ser campeones.

-¿Al saber le llama suerte?

–Tuvimos buenos jugadores, sí, pero también tuvimos mucha suerte.

–Hoy en día, con la rapidez que vivimos, con la tecnología adelantando al ser humano, ¿estamos a falta de saber dónde mirar para encontrar referentes?

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–Muchas veces no nos damos cuenta de que la conducta de aquellos que salimos en los medios de comunicación puede ser un buen ejemplo para muchos. Por eso, aquellos que salen mucho en la prensa están en la obligación de cuidar mucho eso. No solo es ganar, creo que hay que tener cuidado con los comportamientos personales.

–¿Y aquellos que rigen nuestras vidas, especialmente los políticos, qué tendrían que hacer? No parece que puedan ser muchos de ellos un mínimo referente...

–Yo creo en los políticos. Me da no se qué decirlo, porque parece que la gente no cree en nadie de ellos. Yo creo en los políticos y creo que lo hacen de buena fe. Cuando veo en la tele a la gente que está detrás del orador en un mitin, moviendo las cabezas asintiendo a lo que dice el líder, me parece un poco infantil. Ya sé que es cuestión de imagen... Pero, sinceramente, creo en los políticos. Algunos de ellos, que tienen una gran capacidad, podrían estar en la empresa privada y ganar más dinero y, sin embargo, están en política. Creo en ellos. Me imagino que entre tantos como los que hay... Yo me pongo en la piel de un alcalde de pueblo o de una ciudad, que lo único que quieren es hacer el bien para su pueblo... Y ahora es un sector de la sociedad muy vilipendiado, claro.

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–Usted rechazó hace meses una oferta de Pedro Sánchez para entrar en política. ¿Influyó en esa negativa el que su padre le dijera que no se metiera nunca en política?

–Pues sí que me lo dijo mi padre, sí. Me advirtió de los peligros del tren de la vida, de si a ver si un día me bajaba en un sitio y me despistaba, y también de que no me metiera en política nunca. La verdad que no le hice mucho caso...

–¡¿Cómo que no?!

–A principios del 77 fui uno de los que ayudó a la creación de la AFE (Asociación de Futbolistas Españoles), que no dejaba de ser un sindicato, una nueva forma de luchar por los jugadores de fútbol, especialmente de los que estaban más en precario.

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–Hablando de ejemplos y de comportamientos ajenos en el mundo del fútbol, ¿quién enseña a los niños ahora valores que no sean fama, poder, éxito, coches de lujo...? Precisamente están viendo a sus ídolos alardear de dinero, exhibiéndose en fiestas...

–Eso es un estigma que no creo que se pueda generalizar a todos los jugadores. Serán cuatro, pero no todos. La mayoría son muy normales y, por lo menos en el ámbito en el que yo me he movido, me he encontrado con chavales muy normales que no hacen alardes de su profesión. Lo que sí es cierto es que a los niños hay que decirles que es muy difícil ser futbolista, que deben jugar al fútbol y practicar deporte, pero que sepan que en la mayoría de los casos no van a llegar a ser jugadores de fútbol. Pero eso no quiere decir que el fútbol no sirva de herramienta para su educación.

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–Y en esa herramienta existe hueco para valores como la humildad, el sacrificio, la honestidad, el espíritu de equipo, de colaboración...

–...¡Sí, hombre, claro que sí!

–Ya, pero ¿quién los transmite en este momento?

–Es que principalmente el fútbol es un deporte solidario, de equipo, en el que se plasman todos los principios y valores que debe tener un deportista. Antes, cuando éramos pequeños, nos decían: 'Lo importante es que seas formal'. Y cuando te decían que debías ser formal se estaban refiriendo a lo que pomposamente ahora llamamos valores. La formalidad es una cosa atemporal; no es una cosa del pasado ni de nuestros padres, solo. Hay gente, al menos la que yo me he tropezado, bastante normal, mucho más de lo que parece.

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–En nuestra sociedad, tan competitiva, ¿tiene sitio aquello de que lo importante es participar?

–Sí, es cierto que se ha sacado un poco del tiesto porque no admitimos la derrota. Nos preparan para solo ganar y solo ganar y no educamos a la gente joven para admitir la derrota, algo que debería ser normal. Porque en deporte se gana y se pierde. Yo voy todos los fines de semana a los pabellones de Madrid a ver jugar a mi hijo, que es discapacitado, y tiene su equipo y juegan. Y cuando terminan el partido les veo lo mismo cuando ganan 7-0 que cuando pierden 0-7. Eso sería lo ideal. Ya sabemos que duele perder, y que hay que luchar para no perder y pelear y esforzarse, pero es que alguien tiene que perder. Estamos muy necesitados de educar en admitir la derrota.

–En un momento en el que la mujer lleva tiempo reivindicando la igualdad con el hombre, ¿está sabiendo el fútbol dar ejemplo con hitos como el del balón de oro a una jugadora o el triunfo de las campeonas del mundo Sub-17?

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–¡Totalmente, totalmente! No solo porque se haya ganado sino por el empuje que se ha dado desde la Federación Española de Fútbol, otras instituciones y la empresa privada. El caso de Iberdrola es fantástico. Y ese es uno de los ejemplos buenos que tenemos en este país de que en muy pocos años el fútbol femenino ha igualado. En las categorías absolutas podemos competir con cualquiera, aunque estamos un peldaño por debajo de algunos países nórdicos y americanos, que son los que lideran el fútbol femenino, pero en categorías inferiores estamos a la altura de los mejores. Eso es estupendo. Creo que ese ejemplo vale mucho más que todas las palabras y las cuestiones de la igualdad que tiene que presidir las relaciones de hombre y mujer.

–Un compañero de la Redacción de El Norte de Castilla considera que la Selección de Fútbol es algo muy especial en España porque en los años peores de la crisis económica, con sus triunfos aportó ilusión y autoestima a un país anímicamente hundido. ¿Tiene razón?

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–Sí... Fueron años difíciles, con mucho paro, pero creo que el fútbol español por una serie de factores ha crecido enormemente y estamos al nivel del mejor país del mundo. ¡Exportamos entrenadores! El año pasado Emery quedó campeón en Francia, en Inglaterra Guardiola... El mundo del entrenador ha cambiado, el mundo de los jugadores ha cambiado: salen de España a jugar cuando antes solo venían aquí... Eso también ha provocado el olvidarnos de esos complejos que teníamos. Creo que en eso se ha dado un paso adelante. Incluso en una mayor formación cultural y académica del jugador de fútbol.

–¿La Seguridad Social y la Roja son ya lo único que cosen España?

–Hay muchas cosas que funcionan bien en España. Lo que pasa es que siempre somos muy ácidos con nosotros.

–Su compromiso social con distintas oenegés está siendo utilizado de ejemplo en la sociedad...

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–...Bueno, bueno, tampoco tanto, tampoco tanto.

–Pero la realidad le pone a usted como ejemplo a seguir en esta materia de cooperación social.

–Intento cumplir con el mínimo compromiso social que toda persona debe tener. Nada más.

–Pues uno lo ve y piensa que ojalá cunda su ejemplo.

–Recientemente he estado en una fiesta de voluntarios, que premiaba la Fundación telefónica, y te das cuenta de que los voluntarios son una riqueza que tenemos en nuestro país desde gente muy joven, ahora que parece que hay un retroceso ético en eso, pero no es verdad. Yo creo que hay mucha gente que hace voluntariado de corazón y la edad no influye. Gente jubilada que encuentra una diversión o el sentirse útil siendo voluntario.

–Dice el cantar de Rafael Farina: 'Salamanca tierra mía, de arte y sabiduría...' La verdad es que el arte y la sabiduría, no solo a Salamanca sino a muchos lugares del interior de España, especialmente en Castilla y León, no han podido frenar la despoblación. ¿Cómo se ve eso desde Madrid cuando afecta a la tierra que le vio nacer?

–Rafael Farina ha sido un personaje histórico en Salamanca. Era un sabio. En su entierro estuvo toda Salamanca en la calle. No hay ninguna duda del recuerdo entrañable que todos los salmantinos tenemos de él y de lo admirado que era. Lo de la despoblación lo veo en los pueblos cada día. Es que hemos ido casi en contra de lo bueno. Siempre que iba a Salamanca hace muchos años pasaba por varios pueblos y fui uno de los primeros que decía que cómo no se hacía una autovía a Salamanca. Y la autovía para lo que ha servido es para que no paremos en los pueblos cuando vamos de viaje. Esto ha ido surtiendo un efecto negativo para esas localidades. El mundo rural ha ido a menos. La gente huye de su pueblo creyendo que se gana más dinero fuera. Digo yo que será uno de los motivos por los que la despoblación es tan evidente...

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–Vamos, que no lo ve remedio...

–Difícilmente, sobe todo en Castilla con tantísimos pueblos, pequeñísimos muchos...

–Decía el maestro de periodistas Manuel Leguineche que para él tener una exclusiva informativa era como jugar con el Athletic y meter un gol en San Mamés... ¡Qué tiempos aquellos en los que el fútbol permitía explicar así la realidad de muchas cosas!

–Pero creo que eso lo pensamos todos. Ese romanticismo no debe dejar de existir. Seguramente ese romanticismo se pierda un poco con la edad, pero la prueba está en que la gente sigue acudiendo en masa a los estadios, pese a que te den los partidos por televisión. Ese sentimiento no ha decaído en absoluto.

–De no haber sido futbolista, ¿qué habría sido?

–Imagino que habría terminado Magisterio y habría sido maestro.

–¿Qué quiere ser usted de mayor?

–Estar sano e intentar estar con mi familia los años que pueda y en las mejores condiciones.

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