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ALICIA PÉREZ
ZAMORA
Sábado, 2 de febrero 2019, 21:34
Tiene 53 años, vive en la provincia de Zamora y en estos momentos está en tratamiento por un cáncer de endometrio. Es la segunda vez que se enfrenta a la enfermedad, pero su voz suena potente, alegre, llena de vida y de actitud positiva. La ... primera vez fue hace siete años, cuando le diagnosticaron un tumor de mama que logró vencer después de someterse a una operación y a tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Le detectaron el «bultito» en una ecografía realizada dentro del Programa de detección precoz de cáncer de mama en Castilla y León. Tenía 45 años y había recibido una carta en su domicilio para que se hiciera una revisión. «Ahí salió el bultito, que yo no me lo había notado», recuerda Paloma, que está casada y tiene dos hijas ya independizadas. «He estado siete años estupendamente porque lo llevé muy bien, aunque la quimioterapia es dura, pero no dejé de hacer casi ninguna cosa de las que yo hacía», explica sobre un tumor de mama del que se recuperó en un año.
Desde entonces, seguía con un tratamiento en pastillas y las revisiones periódicas siempre habían ido bien. No había dejado de ir a estas revisiones cada seis meses, cuando en el mes de mayo pasado su médica de cabecera le mandó al especialista porque tenía pérdidas de orina. Le diagnosticaron un cáncer de endometrio.
El momento en el que se lo dijeron fue «horroroso». No se lo esperaba. «Que te lo digan otra vez, cuando yo me encontraba tan bien y sabes que tienes que volver de nuevo a todo… pero volvió y aquí estamos», afirma.
«La primera vez tenía mucho ánimo porque era de pecho, estaba localizado, pero la segunda vez se ha repetido y ya es distinto, es más duro y espero que se termine aquí». Añade que es más duro pasar por la enfermedad una segunda vez porque «sabes lo que es y porque piensas si puede volver y estás con miedo».
Lo más duro del proceso para Paloma ha sido la quimioterapia. En esta segunda ocasión, confiaba en no tener que pasar otra vez por este tratamiento. Cuando le dijeron que tenía que hacerlo, se derrumbó. «Lo pasé mal, pero hay que hacerlo y si no es peor para mí», dice «con resignación».
La quimioterapia ya ha pasado. Hace un mes que finalizó con los seis ciclos prescritos. Ahora se mantiene a la espera de que le llamen para recibir radioterapia. Desea que sea pronto, puesto que hace un mes que acabó la «quimio» y no cree que sea bueno esperar mucho tiempo para continuar con el tratamiento. «Hay mucha lista de espera en Zamora y todavía no sé nada», lamenta.
La primera vez Paloma se sometió a ocho sesiones de quimioterapia y esta vez a seis. Cree que es lo más duro del proceso por todo lo que conlleva el tratamiento. «Me revuelve mucho el estómago, estás mal, a la segunda sesión ya no tienes pelo y la cara te cambia mucho sin pestañas y sin cejas», señala sobre los efectos físicos que hacen que la persona se vea diferente, lo que también afecta al enfermo.
«Parece que la caída del pelo es una bobada porque crece y es verdad que crece, pero hay que pasarlo. Y tú te ves mal, no tienes pestañas, no tienes cejas. La cara cambia mucho sin cejas y sin pestañas, pero a fuerza de pintarte un poquito, pues vamos tirando», explica. Ahora espera que le empiece a salir pronto el pelo. En la calle utiliza peluca y en casa se pone pañuelo, aunque también trata de tener la peluca puesta cuando llega su nieto a casa. Tiene dos años y Paloma asegura que es su mejor psicólogo en este momento. «El niño te da la vida. Cada vez que viene se olvida todo», exclama con alegría.
La actividad no le falta en su día a día. Socia de la asociación Unidos contra el Cáncer y de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), comparte clases de yoga con otras personas que han superado la enfermedad o que están en tratamiento. Son amigas, hablan, están juntas y comparten sus cosas. Está deseando recuperarse para poder bailar con el grupo de jotas al que pertenece y con el que ahora se limita a cantar. «No puedo con mi alma todavía para bailar. A ver si no tardo mucho porque estoy deseando volver», afirma con alegría porque tiene ganas de cantar y bailar con su grupo.
Aunque la enfermedad está ahí, Paloma intenta seguir haciendo su vida normal. «Es que tienes que hacerla, tienes que intentarlo. Cuando no se puede, no se puede, pero cuando se puede hay que hacerlo porque si no te comes el coco de malas maneras y no puede ser», considera. También lo hace por su familia, porque sabe que es duro también para ellos y quiere que la vean bien.
Para otras personas que puedan padecer la enfermedad, un mensaje: «Fuerza y para adelante. Cuanto más entretenida esté la persona, mejor, que salga, que esté con amigos, que se apunte a cosas, a todo lo que pueda».
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