«Hay cosas que no se pueden enseñar, hay que vivirlas»

El patrimonio inmaterial está estrechamente ligado a la población de una localidad y será tan duradero como las gentes del pueblo.

Si Mucientes se caracteriza por algo es por su pasado y presente agrícola. Con la mecanización de las labores del campo han desaparecido viejas tareas, pero todavía tenemos en el recuerdo ir a la era a trillar, coger gavillas o ir al rastrojo. Sin duda el cultivo de la vid es el más conocido por ser el que completa todo el proceso en el término de Mucientes, de la plantación a la venta del vino. Todo ello nos da un rico patrimonio: vocabulario propio, canciones, chascarrillos, mitos, ritos, bromas que hacen más llevaderas las labores en el majuelo, técnicas de trabajo transmitidas de generación en generación, perpetuadas en las bodegas subterráneas donde aún se monta el castillo para extraer el mosto, una amalgama de elementos que nuestro Museo del Vino transmite a todo el mundo que se acerque con curiosidad por conocer este patrimonio que no se ve.

Pero no podemos olvidar que no solo del vino vive el hombre. Las tradiciones, los ritos religiosos, las fiestas, los dulces a ellas ligados, la música y danza que las amenizan siguen presentes en la vida mucenteña. Un patrimonio que por estar ligado al ser humano se adapta a los cambios que él mismo experimenta o propicia en su entorno.

El patrimonio inmaterial es parte de la cultura de un pueblo y por su naturaleza intangible, difícil de conservar. Se transmite de generación en generación de manera oral, porque aún teniendo la tecnología con la que contamos en la actualidad, hay cosas que no se pueden enseñar, hay que vivirlas.

Hay que apostar para poder ofrecer en los pueblos los servicios que todos necesitan, para que vivir en el mundo rural no suponga una merma de facilidades y oportunidades porque cuando el patrimonio se pierde es difícil de recuperar. Y con su pérdida se pierde la identidad.

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