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«El perdón se otorga y se regala, pero no se impone»
Capítulo 5

«El perdón se otorga y se regala, pero no se impone»

Inmaculada González Revilla, hermana de Adrián, asesinado por ETA en 1986 ·

«Paz y justicia», reclama la hermana de 'El curilla', un guardia civil de élite que falleció por una bomba trampa en el cuartel de Aretxabaleta

Víctor Vela

Valladolid

Jueves, 24 de mayo 2018

El teléfono público del único bar de Cillamayor (Palencia) sonó con timbrazos de luto el 26 de julio de 1986. Marino Olea, el propietario del negocio, descolgó. Una voz al otro lado le informó de la muerte de Adrián González Revilla, 27 años, hijo del pueblo, guardia civil, asesinado por ETA cuando una bomba trampa le alcanzó en las inmediaciones del cuartel de Aretxabaleta, en Guipúzcoa. Nadie sabía cómo contactar con la familia –sus padres y hermana vivían en Madrid–, así que alguien decidió llamar al bar del pueblo y a ver si así. Marino corrió de casa en casa para comunicar la noticia. Apenas le salía la voz. Después, desde el pueblo avisaron a la familia.

«Mi hermano estaba en la boca del lobo. Pero nunca pensamos que lo fueran a matar. Ni siquiera en los años del plomo tenías la percepción de que te iba a tocar a ti.ETA mató esos años a mucha gente, a mucha. Pero nosotros no pensábamos que le fuera a tocar a Adrián. Supongo que es un mecanismo de defensa, algo psicológico», explica Inmaculada, la hermana de Adrián 'el curilla'. Así le llamaban sus compañeros de los Grupos Antiterroristas Rurales (GAR):el curilla. Adrián había estudiado durante mucho tiempo con frailes, cursó tres años de Teología, tenía una honda formación musical y tocaba el órgano. «Mi hermano era culto, educado, pacífico, justo, tolerante, nunca levantaba la voz y siempre buscaba un punto de encuentro, la solución... Justo lo contrario que los asesinos que lo mataron», dice Macu, quien recuerda que su hermano Adrián vio en la Guardia Civil un futuro laboral. «Pensó que era donde más podía ayudar». Formaba parte de los Grupos Antiterroristas Rurales que tenían sede en Logroño (hoy grupos de acción rápida). Un comando de élite en la lucha contra el terrorismo. «Así que estaba en primer línea».

La casa cuartel de Aretxabaleta sufrió aquella madrugada del 26 de julio un ataque terrorista. Lanzaron dos granadas anticarro, sin que se produjeran daños personales ni materiales. La primera, sobre las 6:40 horas, quedó a apenas 50 metros del cuartel. La segunda, a 200 metros. A la mañana siguiente, integrantes del GAR acudieron hasta el lugar del atentado para inspeccionar las inmediaciones, comprobar si habían quedado restos de explosivos y, en su caso, retirarlos. Con lo que no contaban los agentes era con que los terroristas hubieran escondido además una bomba trampa entre la hierba, situada en una zona de campo a 200 metros del cuartel.

Los padres y la hermana de Adrián viajaron ese mismo día a Logroño para asistir a la capilla ardiente. Allí, se toparon con una triste realidad. «Las víctimas del terrorismo éramos los apestados, los que teníamos que salir por la puerta de atrás, como si nosotros fuéramos los criminales. La presión social, los curas, la respuesta de los políticos. Parecíamos los culpables, los que sobrábamos. Las víctimas hemos tragado lo que no tendríamos que haber tragado. Y lo digo desde Madrid, que es donde vivíamos nosotros. Imagina lo que han tenido que sufrir las familias que vivían en otras partes», cuenta Macu. Habla tranquila y se adivina una amarga sonrisa al otro lado del teléfono. Pero la indignación se cuela en la conversación cuando se alude a la última declaración de la banda terrorista, ese anuncio de su disolusión. «Un teatro, un juego más. Ahora dicen que se disuelven, que entregan las armas...Las víctimas del terrorismo ya estamos de vuelta de todo. ¿Cómo se puede hablar del fin de ETAcuando todavía hay más de 300 asesinatos sin resolver, sin condenar?», se pregunta Macu, quien subraya:«Respeto a los que perdonan, pero yo no puedo. El perdón se otorga y se regala, no se impone.Y yo, Inmaculada González Revilla, ni olvido que mataron a mi hermano ni lo puedo perdonar». Este mes de julio hará 32 años e Inmaculada aún espera justicia. «A estas alturas es lo que pedimos. Nosotros ya hemos dado mucho por este país:el pellejo de alguien de nuestra familia. Ahora el país tiene que responder con justicia», dice Macu, antes de lanzar un deseo final:«Paz, paz. Vivir en paz, que no se vuelva a repetir. Paz y justicia».

Adrián González Revilla: artefacto a 200 metros de la casa cuartel . Cabo primero de la Guardia Civil. Nacido en Cillamayor (Palencia). Llevaba cinco años en el cuerpo, cuatro en los GAR.

26 de julio de 1986

La explosión del artefacto escondido junto a la casa cuartel de Aretxabaleta provocó la muerte del teniente Ignacio Mateu Istúriz (un madrileño con raíces burgalesas y cuyo padre también fue asesinado por ETA en 1978) y del cabo primero Adrián González Revilla, 28 años, natural de Cillamayor (en Palencia). Adrián llevaba cinco años en la Guardia Civil, cuatro de ellos en los GAR. El etarra Luis Enrique Gárate 'Zorro', quien presuntamente participó en el atentado, fue detenido en el sur de Francia en 2004 y condenado a 15 años allí.

Todas las víctimas mortales de ETA de Castilla y León entre octubre de 1986 y 1990

Julio César Sánchez Rodríguez: Lo mataron con los hijos agarrados de la mano. Policía nacional. De Salamanca. Tenía 31 años. Llevaba ocho en el País Vasco. Trabajaba en las oficinas del DNI de Bilbao.

28 de octubre de 1986

Sus cuatro hijos (dos niños y dos niñas) vieron cómo ETA asesinaba a su padre el 28 de octubre de 1986. Eran las 17:15 horas y venían juntos del colegio. Julio César, 31 años, solía acercarse todos los días a recoger a sus hijos al terminar la jornada escolar en el centro Matilde Orbegozo. Ya estaban llegando a casa, cerca del barrio de San Adrián, cuando ETA lo mató. Lo esperaban dentro de un taxi (un Seat 131 blanco) que habían robado a punta de pistola. Cuando el pistolero vio que Julio César se acercaba, se bajó del vehículo, se acercó al policía nacional (tenía a dos de sus hijos agarrados de la mano) y le pegó un único tiro en la cabeza. Su mujer al oír el disparo, se asomó al balcón de la vivienda y vio a su marido en el suelo, con sus hijos alrededor. Bajó corriendo a la calle. Clientes de los bares de la zona atendieron a los niños y llamaron a una ambulancia, que llevó a Julio César al hospital de Basurto, donde confirmaron su muerte.

La Audiencia Nacional condenó a Julián Achurra a 28 años de cárcel como coautor del crimen, aunque se confirmó que no fue él quien apretó el gatillo.

Julio César llevaba destinado ocho años en el País Vasco, donde había llegado procedente de Salamanca. Llevaba nueve años en la Policía Nacional y en el momento del atentado trabajaba en las oficinas del DNI, por lo que siempre vestía de paisano.

Carmen Pascual Carrillo: regresaba a casa de unas bodas de plata. Ama de casa con raíces abulenses. Viuda. 79 años. Murió en Madrid cuando volvía de una celebración familiar.

17 de mayo de 1987

Había sido un día de fiesta. De fiesta grande en la familia, que celebraba las bodas de plata de José María, uno de sus integrantes. La celebración se había alargado hasta bien entrada la madrugada y a las 5:25 horas, Carmen volvía a casa con varios familiares en un vehículo. La mala suerte quiso que parara en un semáforo en rojo situado muy cerquita de la Dirección General de la Guardia Civil de Madrid y a apenas unos metros de la casa de su hija María Ángeles, con la que vivía y que también iba en el coche. Explotó un coche bomba (robado en San Sebastián) con más de diez kilos de explosivos, aparcado en la calle General Ibáñez de Ibero. Carmen, viuda, de 79 años, murió.

La Audiencia Nacional condenó a Henri Parot a 121 años de cárcel y a Francisco Múgica a 27 años por el asesinato de Carmen y 18 años por cada uno de los asesinatos frustrados. También se condenó a Santiago Arrospide.

Milagros Amez Franco: trágica muerte en el supermercado. Trabajaba con su marido en una empresa de plantas medicinales. Natural de Laguna Dalga (León). 43 años. Casada y dos hijos.

19 de junio de 1987

El atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona ha pasado a la historia como uno de los más sangrientos de la banda terrorista. Mató a 21 personas y provocó heridas a 46. Entre las víctimas mortales estaba Milagros Amez Franco, una leonesa de Laguna Dalga de 43 años de edad. Casada y con dos hijos, de 17 y 12 años. Trabajaba en una tienda de plantas medicinales. La última vez que la vieron con vida estaba cargando en el coche los productos que acababa de comprar.

ETA tenía mil tentáculos en aquellos años. Había un comando en el País Vasco que se dedicaba casi en exclusiva a robar vehículos, que luego eran entregados a las células encargadas de cometer los asesinatos. El 16 de junio robaron en San Sebastián el coche que luego harían explotar, a las 16:08 horas, en el segundo sótano del aparcamiento de Hipercor de la avenida Meridiana. Metieron varios bidones con explosivos para que el alcance de la bomba fuera todavía mayor. Los terroristas hicieron tres llamadas (al centro comercial, la Guardia Urbana y el diario 'Avui') para avisar de la colocación del artefacto, pero al no hallarlo, se pensé que se podía tratar de una falsa alarma.

La Audiencia Nacional condenó a Domingo Troitiño y Josefa Mercedes Ergana a 30 años por cada una de las 21 muertes. También fueron condenados Santiago Arróspide y Rafael Caride a 146 años y seis meses.

Marta Guell Amez, con su hermano Alberto y su padre Rafael. El Norte

Marta Guell, su madre murió en el atentado de Hipercor: «Si ETA dice que ya no existe, que sea verdad y no vuelva a matar»

«¡Qué joven!, ¿verdad? Lo pienso ahora y digo, qué joven era mi madre cuando la mataron». Milagros Amez tenía 43 años cuando se convirtió en una de las 21 víctimas mortales, la única de Castilla y León, de la masacre que ETAperpetró en el Hipercor de Barcelona. «El día que yo cumplí los 43 lo comentaba con mis hijos adolescentes:a esta edad fue cuando mataron a mi madre». Marta, su hija, tiene hoy 48 y por primera vez en 31 años habla en público de aquel día. Su madre emigró muy joven a Barcelona y allí se casó con un barcelonés, Rafael Guell. Ambos trabajaban en una empresa de plantas medicinales que tenía sus oficinas en el mismo inmuebles donde estaba el Hipercor.«Mi madre salía de trabajar y había aprovechado para hacer la compra antes de volver a casa. Decían que ya estaba cargando la cosas en el maletero del coche, un Ford Orion nuevo, recién comprado, cuando la bomba estalló», recuerda Marta. La explosión fue tremenda. Tembló todo el edificio. Y Rafael, unas plantas más arriba, se temió lo peor. «Mi padre nos ha contado que bajó corriendo al aparcamiento, que había mucho jaleo, que estaba todo lleno de humo. No consiguió encontrarla. Nos dijeron que había llegado con vida al hospital y que allí falleció».

No recuerda Marta el momento exacto en el que su vida cambió para siempre, en el que el suelo tembló y se perdió «el pilar de la casa». «Supongo que fue mi padre quien nos lo dijo, pero las noticias corrieron muy rápido. Enseguida escuchamos que había habido un atentado en Hipercor. Nuestros padres trabajaban en el edificio, pero nunca eres capaz de pensar que te va a tocar, que alguno de ellos iba a morir en el atentado». Yahora, 31 años después, cuando ETAdice que se disuelve, que ya no hay estructuras, que se acabó... ¿Ahora qué? «Pues que vale, que a ver si lo cumplen. ¿Hay que creérselo?Yo lo único que quiero es que no vuelvan a matar. Si dicen que ya no existen, que sea verdad. Que lo cumplan. Y que no maten nunca más».

Rafael y su hijo Alberto (casi 13 años cuando tuvo lugar el atentado)siguen viviendo en Cataluña. Marta (17 años entonces)regresó a la tierra natal de su madre, donde solían venir a pasar los veranos. Hoy vive en SantaMaría del Páramo, muy cerca de lugar en el que descansa el cuerpo de su madre, la única víctima de Castilla y León en uno de los atentados más sangrientos de ETA.

Imagen del atentado cometido por ETA en Hipercor (Barcelona). El Norte

Rafael Mucientes Sanz: coche bomba durante las fiestas de Vitoria. Policía nacional de Mojados (Valladolid). 37 años. Casado y con dos hijos.Llevaba 16 años en el cuerpo.Cinco de ellos en Vitoria.

6 de agosto de 1987

Vitoria estaba de fiesta. Eran los festejos patronales de la Virgen Blanca. ETA colocó un coche bomba en la cuneta de una curva, en el barrio de Armentia. Dentro había treinta kilos de explosivo y cuarenta de metralla. Los terroristas del comando Araba esperaron al paso de dos patrullas de la Policía Nacional para accionar el dispositivo y hacer estallar la bomba. La explosión mató a los agentes Antonio Ligero Hec y al vallisoletano Rafael Mucientes Sanz, de 37 años, casado y con dos hijos. Llevaba 16 años en el cuerpo (una larga temporada en Logroño), cinco de ellos Vitoria. Recibió sepultura según el rito de los Testigos de Jehová.

La Audiencia Nacional condenó a Juan Carlos Arruti como autor y a Ignacio Fernández y Miren Gotzone López como colaboradores. Una sentencia posterior condenó a José Javier Arizkuren Ruiz.

Cristóbal Martín Luengo: un tiro en la nuca a la puerta de su casa. Guardia civil de Valderrodrigo (Salamanca). Tenía 51 años. Llevaba 27 años en la Guardia Civil, veinte en Bilbao.Casado, tres hijos.

8 de septiembre de 1987

Dos miembros de ETA se montaron el 8 de septiembre de 1987 en un taxi en la plaza de San Pedro en Getxo como si fueran dos clientes más. Pidieron al taxista que los llevara hasta el polideportivo de Archanda. A mitad de camino, le madaron parar el coche, le dijeron que eran miebros de ETA, que iban a recoger armas y le obligaron a meterse en el maletero. Después, recogieron a un tercer etarra y se dirigieron al barrio bailbaíno de Arangoiti, donde vivía Cristóbal Martín Luengo, subteniente de la Guardia Civil.

Cristóbal tenía 51 años, llevaba 27 años en la Guardia Civil, veinte de ellos en Bilbao. Desde 1983 desempeñaba trabajos administrativos en el Gobierno Militar de Vizcaya. Estaba casado y tenía dos hijas de 20 y 19 años, y un chico de 5. Cristóbal estaba a punto de llegar a casa. Los terroristas, montados en el taxi, le estaban esperando. Recibió un único disparo en la nuca.

La Audiencia Nacional condenó a Joseba Koldobika a 33 años y nueve meses de prisión.

Federico Carro Jiménez: emboscada mientras estaba de patrulla. Cabo de la Guardia Civil. Nacido en León. 29 años. Soltero. Llevaba cinco en la Guardia Civil. Solo cinco meses en Guernica

9 de septiembre de 1987

Federico y su compañero Manuel Ávila (de Jaén) fueron víctimas de una emboscada, cuando patrullaban por Guernica, en labores de vigilancia ordinaria, sobre las 22:00 horas. Vieron un coche sospechoso, se acercaron, y un terrorista accionó a distancia un dispositivo que hizo estallar la bomba. Manuel falleció en el acto.Federico, cuando iba camino del hospital de Basurto. La Audiencia Nacional condenó a Jesús María Ciganda, Juan Carlos Balerdi, Fermín Urdiain, Iñaki Zugadi y Miren Yosune Onaindia como autores.

Antonio Fernández Álvarez: muy querido en Estella por su valor. Guardia civil. Natural de Salamanca. Casado y con dos hijos (10 y 6 años). Destinado en Estella, agrupación de Tráfico.

21 de agosto de 1988

Antonio se había convertido casi en héroe en Estella, después de una arriesgada operación de salvamento en un incendio. Días después, ETA lo mató con un coche bomba en la localidad, que explotó (25 kilos de amonal y 40 de metralla) al paso de la patrulla en la que iban Antonio y su compañero José Antonio Ferri (de Ibi, Alicante). La Audiencia Nacional absolvió al terrorista Germán Rubenach al considerar que no estaba probada su participación. Sí que fue luego condenado por el secuestro de Adolfo Villoslada.

Martín Martínez Velasco: en plena investigación contra ETA. Inspector del Cuerpo Nacional de Policía. 33 años. Llevaba tan solo unos meses casado. De San Andrés de Montejos (León).

10 de septiembre de 1988

La patrulla de Martín (un Opel Corsa camuflado) paró a las 17:30 horas en un bar de carretera de Izurza, el Ozaeta, donde Martín entró para hacer una llamada de teléfono. Las crónicas de la época contaban que ese era un lugar de reunión de terroristas y que Martín estaba en plena investigación. Le dispararon por la espalda cuando tenía el teléfono en la mano, mientras, en la calle, mataban a su compañero. La Audiencia Nacional condenó a Juan Carlos Arruti y a María Begoña Arroyo Pérez como encubridora.

Julio Gangoso Otero: ataque cuando volvía del turno en prisión. Guardia Civil natural de Benavente (Zamora). 31 años. Casado. Padre de dos hijos. Asesinado en Pamplona.

16 de octubre de 1988

Julio formaba parte de la comitiva de diez agentes (iban, como de costumbre, en una tanqueta y un Land Rover) que salía de su turno en la cárcel de Pamplona. ETA hizo explotar un coche bomba con treinta kilos de amonal al paso del convoy. Aprovecharon un semáforo en rojo en la plaza de Juan XXIII. El zamorano falleció en el acto. Siete guardias civiles resultaron heridos. La Audiencia Nacional condenó a Juan José Zubieta, Javier Goldaraz y Germán Rubenach a penas de 170 años de cárcel.

José Calvo de la Hoz: mientras esperaba para cruzar la ría. Sargento de la Guardia Civil. Nacido en Joarilla de las Matas (León). 51 años. Casado y con tres hijos. En Vizcaya desde 1981.

12 de abril de 1989

Trabajaba en el servicio fiscal del puerto de Santurce. Aquella mañana, sobre las 8:37 horas, esperaba con su Renault 11 al transbordador de la ría de Bilbao entre Las Arenas y Portugalete. Los terroristas se acercaron a la ventanilla y dispararon cuatro veces. José falleció poco después en el hospital de Cruces. Era la primera muerte después de la tregua declarada por ETAel 8 de enero de 1989. Cuatro meses después anulaba el alto el fuego. La Audiencia Nacional condenó a Carmen Guisasola a tres años por ayudar a guardar las armas del crimen (todavía las tenía en noviembre de 1990 cuando fue arrestada en Francia).

José María Sánchez García: bomba trampa en el maletero de un taxi. Agente de los Tédax de la Policía. 34 años. Nacido en Galinduste (Salamanca). Casado. Dos hijos (de cuatro años y cinco meses).

24 de mayo de 1989

Una bomba estalló cerca de un concesionario de Peugeot en el barrio de Zorroza (en Bilbao). Los policías que acudieron a la zona vieron un taxi sospechoso, robado a punta de pistola la noche anterior, y allí abandonado. En el maletero había una bomba, con mecanismos trampa. Los artificeros llevaban más de dos horas de trabajo cuando explotó. Falleció José María y dos compañeros. La Audiencia Nacional condenó a José Luis Martín Carmona, Fernando del Olmo e Inmaculada Pacho por el triple asesinato.

Gregorio Caño García: murió el chófer del objetivo de ETA. Conductor en Sapa, empresa dedicada al abastecimiento de armas al Ejército. Natural de Villamañán (León).

29 de junio de 1989

Gregorio era chófer de Joaquín Aperribay, presidente de la empresa armamentística Sapa y vicepresidente de la Real Sociedad. ETA tenía previsto secuestrar al empresario ese día por la mañana. Pero los planes se torcieron a última hora cuando una persona empezó a dar voces en la calle. Antes de que Aperribay saliera de casa, los terroristas dispararon contra su chófer, que lo esperaba a la puerta de la vivienda. La audiencia Nacional codenó a Francisco Javier Balerdi a 17 años de prisión.

José Ángel Álvarez Suárez: escolta abordado en el mercado. Policía nacional. Nacido en Socil (León). Llevaba ocho años en San Sebastián. 31 años. Casado. Una hija de cinco años.

6 de octubre de 1989

Trabajaba como escolta de personas amenazadas por ETA en el País Vasco. El día en el que lo mataron (labanda terrorista lo había fijado como objetivo) estaba de permiso. Iba desarmado. Daba una vuelta por la zona de pescado del mercado de la Brecha, en San Sebastián. Un pistolero de ETA se le acercó por la espalda y le pegó un tiro mientras bajaba una escaleras. La Audiencia Nacional condenó a Francisco Javier Balerdi y Jesús María López como autores de la muerte, con penas de 30 años de cárcel.

Ignacio Bañuelos Lasso: una familia en el punto de mira del terrorismo. Vendedor ambulante en Bilbao. Había nacido en Guardo (Palencia). Estaba casado y tenía dos hijos. 26 años.

15 de noviembre de 1989

No era la primera vez que ETA mataba en la familia de Ignacio. En octubre de 1988, la banda terrorista asesinó a Ramón, un primo suyo. Ignacio recogía chatarra y era vendedor ambulante. El 15 de noviembre de 1989, sobre las 18:10 horas, murió después de que explotara el artefacto que tenía adosado a los bajos de su camioneta con matrícula de Oviedo. El vehículo estaba aparcado en el barrio de Uribarri de Bilbao. La familia continuó en el punto de mira de los terroristas. En enero de 1991, otros dos miembros de la familia resultaron heridos al explotar una bomba en la furgoneta que ocupaban.

José Ignacio Pérez Álvarez: ataque con una bicicleta bomba. Policía nacional. 39 años. Había nacido en Villagatón (León). Llevaba ocho años en Galdácano. Casado y con tres hijos.

30 de enero de 1990

Era casi cita obligada la que José Ignacio mantenía a diario antes de comer:el aperitivo en el bar Los Claveles, del que era cliente habitual. Cuando fue a coger el coche para irse a casa, tal vez no se dio cuenta en esa bicicleta con alforjas que había aparcada justo al lado del vehículo. Dentro había una bomba. El de la bici-bomba se convirtió en un recurso habitual por parte de la banda terrorista durante esos años. José Ignacio falleció en el acto. El funeral y entierro tuvo lugar en Astorga.

Ángel Jesús Mota Iglesias: lo mataron cuando tenía a su hijo en brazos. Funcionario de prisiones. Nacido en Zamora, pero su familia se fue a vivir al País Vasco cuando era niño. Casado. Dos hijos.

13 de marzo de 1990

Ángel llevaba once años como funcionario de prisiones en Martutene (San Sebastián) y ETA iba detrás de él. Aquella tarde, mientras su mujer cerraba la tienda de fotografía de su padre, Ángel cogió a su hijo (un bebé de seis meses) para meterlo en la furgoneta familiar. Un terrorista se acercó y le disparó dos veces (cráneo y cuello), para después huir en moto, donde le esperaba otro integrante de ETA. Ángel murió al día siguiente en el hospital. La Audiencia Nacional condenó a Francisco Javier Balerdi a 30 años.

Benjamín Quintano Carrero: a cuarenta metros de su casa. Guardia civil. Nacido en Torregamones (Zamora). Enviudó cuatro años atrás. Dejó cuatro hijos huérfanos (tres chicas y un chico).

4 de abril de 1990

Estaba destinado en Pasajes, pero ese día volvía del cuartel de Intxaurrondo, donde prestó un servicio especial. Eran las 17:00 horas. Estaba a unos pasos de casa, apenas a cuarenta metros, cuando dos terroristas se acercaron por la espalda y descargaron sus pistolas. El hijo mayor, de 22 años, escuchó los disparos desde casa y bajó corriendo pasra intentar socorrer a su padre. Sin éxito. Ya estaba muerto. Los clientes de un bar cercano avisaron a los servicios sanitarios, que no pudieron hacer nada.

Francisco Pérez Pérez: camino de un dispositivo en el fútbol. Policía nacional. 29 años. Nacido en Torre del Bierzo (León). Se había casado hacía tres meses. Llevaba tres años en Sabadell.

8 de diciembre de 1990

Era tarde de fútbol. Jugaban el Sabadell con el Málaga y Francisco formaba parte de los policías que controlarían la seguridad del encuentro. Cuando la comitiva policial iba camino del estadio, el comando Barcelona hizo explotar un coche bomba que alcanzó al segundo furgón, a solo cien metros de la comisaría. Murieron seis policías. Los autores, Juan C. Monteagudo y Juan F. Erezuma fallecieron en 1991 en un enfrentamiento con la Guardia Civil.

Mañana, última entrega: Todas las víctimas entre los años 1991 y 2009. Un joven burgalés fue la última persona asesinada por ETA en España.

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