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Pedro Luis Merino
El Espinar
Miércoles, 1 de enero 2020, 19:49
Los ocho valientes realizaron primero el tradicional desfile desde la Plaza de Castilla hasta las antiguas pozas del apeadero del río Gudillos, donde no tardaron en zambullirse en el gélido agua, mientras hacían bromas y posaban para las cámaras. Son los participantes en el ... Chapuzón del Resfriado de 2019, un evento que se celebra cada 31 de diciembre para despedir el año y dar la bienvenida al nuevo que organiza la Panda El Paraguas de este núcleo de El Espinar.
En el núcleo de población de San Rafael, que tiene más de 200 años, los vecinos parecen haber desarrollado una especial protección para el frío. Estos espinariegos al menos lo demuestran cada 31 de diciembre: varios vecinos de San Rafael acuden, con un bañador antiguo como único atuendo, a la llamada de la Panda El Paraguas para celebrar el Chapuzón del Resfriado. Son ya 25 años de esta tradición en la que un grupo de vecinos pasan la mañana del 31 de diciembre remojándose en las gélidas aguas del río Gudillos.
Esta vez la temperatura era de 5 grados, fría pero algo más apetecible para el baño que en ocasiones pasadas, cuando los bañistas se metieron el el río mientras nevaba y con las orillas llenas de carámbanos de hielo.
Bañarse en agua fría puede ser algo inherente a los sanrafaeleños. Hace casi 70 años, cuando se iba a casar uno de los parroquianos, José Benito Dios, sus amigos le echaron al pilón, en una de esas costumbres de antaño que había en los pueblos. Para que se mojase tuvieron que romper el hielo. Eso mismo solía hacer otro vecino, Rafael de Castro, que, atento a las primeras heladas, se acercaba, cuando el hielo había cubierto el mismo río a darse un baño helado seguro, aunque su insistencia hizo que se recuerde esa pasión por bañarse con agua fría de verdad.
Las costumbres y tradiciones de chapuzón tienen otras manifestaciones en el municipio de El Espinar. Varios años después de aquellos baños de José Benito Dios o Rafael de Castro, durante las fiestas patronales de finales de septiembre, se celebraba en la piscina municipal una cucaña acuática, en la que se debía pasar de lado a lado del vaso por un tronco de pino perfectamente pelado y liso, que la atravesaba y que pocas veces conseguían, sobre todo los niños. La gracia (para el público que lo presenciaba) estaba en caerse al agua de una piscina que nunca ha destacado por estar muy caliente, ni en la época calurosa del verano.
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