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Evaristo Acero, agraciado con el Gordo de Navidad en 1984 gracias a un indigente.
El Gordo a cambio de bocadillos

El Gordo a cambio de bocadillos

A un usuario de la residencia Clece de Venta de Baños le tocó la lotería en 1984 con un décimo que compartió con él un indigente al que ayudó con comida

EL NORTE

Jueves, 22 de diciembre 2016, 20:41

La residencia Clece de Venta de Baños organizó el pasado viernes una fiesta en el centro en la que se homenajeó a los residentes, «héroes anónimos que tantas cosas hicieron en su vida», según detalla la trabajadora social Isabel Franco Zapatero, que organizó un montaje ... fotográfico y musical en la eucaristía en el que Evaristo Acero Pérez fue protagonista destacado, puesto que su generosidad con un indigente al que regalaba bocadillos en su bar de Venta de Baños tuvo recompensa en forma de un décimo de lotería que aquel hombre quiso compartir con él en los años ochenta y que resultó agraciado con el Gordo de Navidad.

La emotiva historia comienza con la presencia en Venta de Baños unas cuantas veces al año de un hombre, procedente probablemente de uno de los trenes que abandonaba de forma forzosa por no disponer de billete. Un día, por puro azar, entró en el bar La Hermida, un pequeño negocio familiar en el que el padre, Evaristo, que trabajaba en la vaquería de los Hermanos Maristas, ayudaba todo lo que podía al acabar su faena.

El primer día que el vagabundo entró en el bar, Evaristo le sirvió el vino y, al poco, le dijo a su mujer que preparara un bocadillo para aquel hombre necesitado. Cada vez que el tren de su vida tenía parada en Venta de Baños, visitaba el bar de la familia de Evaristo y este, como siempre, le preparaba uno de esos bocadillos hechos con todo el cariño. Un día de invierno, una de las últimas veces que aquel vagabundo pasó por el bar, visiblemente desmejorado, se acercó a Evaristo y, metiendo la mano en el bolsillo de la chaqueta, sacó un décimo de lotería y se lo dio en agradecimiento por todo lo que había hecho por él.

Evaristo le dijo que no necesitaba agradecerle nada, pero el hombre insistió y ambos llegaron al acuerdo de repartir el décimo. Apuntaron en la parte trasera el nombre de los dos propietarios, y Evaristo guardó el décimo. Llegó el 22 de diciembre de 1984 y Evaristo vio por la tele que el Gordo de Navidad había caído en varios pueblos de Valladolid. Cuál fue su sorpresa, cuando, al sacar el décimo que compartía con aquel hombre, las cifras coincidían con el número del Gordo. ¡Un millón de pesetas de las de antes!

Como no sabía dónde localizarle, Evaristo guardó el dinero durante mucho tiempo, esperando que algún día le llegara la noticia de que ese número había sido premiado, pero no obtuvo ni rastro de él. Por fin, un día, el vagabundo apareció por el bar.

Evaristo le dio la noticia y los dos fueron al banco para entregarle su parte correspondiente del premio. Como le veía deteriorado, intentó persuadirle de que ingresara en una residencia. Pero el hombre continuó su rumbo, con la vida que él mismo había elegido.

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