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Han sido necesarios más de cinco años, una intensa labor de investigación (en archivos, hemerotecas, sobre más de dos mil causas judiciales)y el trabajo conjunto de un equipo de historiadores, documentalistas, arqueólogos, antropólogos y forenses implicados para reconstruir, pueblo a pueblo, cómo se vivió ... la represión en la provincia, especialmente durante los primeros meses de la Guerra Civil.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha recopilado la historia de 3.600 personas que fueron juzgadas, condenadas, fusiladas, represaliadas en Valladolid. «Hace cinco años, publicamos el libro 'Todos los nombres', con 6.900 casos, después de doce años de investigación», explica Julio del Olmo, presidente de Memoria Histórica. Ahora, cinco años después (y con un horizonte de trabajo de dos años más) preparan un nuevo volumen que suma más casos en Valladolid.
«Queremos ofrecer el relato de todos los pueblos de la provincia. Conocer además cómo fueron los juicios y cuáles eran las directrices de las fuerzas militares para enjuiciar y condenar. Saber cómo, a quién y por qué se condenaba. Explicar, desde un punto de vista histórico, cómo se ejerció la represión y con qué directrices», con la idea de que «las milicias falangistas» operaban «no cada una por su cuenta, sino de acuerdo a unas líneas sistemáticas». Para ello, subrayan, se han basado «en las fuentes documentadas generadas por los sublevados». La investigación, junto con la labor de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, cuenta con ayudas económicas de la Diputación, la Junta y la Universidad de Valladolid. De toda esa documentación, de esa recopilación de historias, Del Olmo rescata varios nombres.
«El 18 de julio de 1936, cerca de quinientas personas se reunieron en la Casa del Pueblo con la idea de que se les entregarían armas (se habían recogido ochocientas pistolas a particulares)con las que defender el orden constitucional». Fueron detenidas 448 y en torno a cuarenta, condenadas a muerte. Entre ellas, los hermanos Mariano y Donato Pérez Medina, con raíces en Villardefrades. Los dos solteros. Uno, jardinero. El segundo, confitero (representante además de los obreros del sector).
La noche antes de su muerte, en una jornada de tormenta y granizo, cuando estaban «en capilla para ser fusilados» (el 20 de septiembre)su hermana y su madre pudieron visitarlos en la Cárcel Nueva para despedirse. «Como consecuencia de algunas palabras dichas en esa noche de dolor y tragedia, la hermana será juzgada un mes después, el 22 de octubre de 1936».
Durante el proceso, el piquete de vigilancia que custodiaba a los presos asegura que «en esos momentos de despedida, uno de los hermanos se abraza a su madre y, mientras lloran, el hijo le dice: 'No llores, que muero por el ideal, por el triunfo del socialismo y el comunismo, al tiempo que levantaba el brazo con el puño cerrado'. En ese instante, se acerca la hermana para abrazarse a ambos y, según la sentencia –recuerda Del Olmo– pronunció unas palabras mientras elevaba el brazo con el puño cerrado: 'Di que sí, valiente, muere por el ideal, que triunfe el socialismo y el comunismo'. Y, con voz apagada, añadió: 'Viva Rusia'.». El relato que se incluirá en el libro añade que «en las consideraciones de la sentencia, el juez argumenta 'que el hecho de levantar el puño cerrado, juntamente con las frases que profirió la procesada, denotan ostensiblemente una identificación con los elementos que se levantaron en armas contra la representación del poder legítimo desde el 19 de julio en las autoridades que declararon el Estado de Guerra en tal fecha'». Victoria –modista, soltera como sus hermanos– fue condenada a veinte años y un día de prisión, con una atenuante:«La obcecación de la procesada, por los instantes en que pronunció estas frases».
Medina de Rioseco fue, «con toda seguridad», la localidad vallisoletana que durante los primeros meses de la Guerra Civil(entre agosto de 1936 y abril de 1937)vivió la represión «más sangrienta, con cerca de doscientas personas asesinadas documentadas. Todas fueron paseadas, después de pasar meses en cárceles». Y además, «sin juicios, como en otras poblaciones», apuntan desde Memoria Histórica. ¿Por qué este foco en Rioseco?Explica la investigación que este era un municipio con un arraigado movimiento obrero y un alto número de trabajadores afiliados a partidos políticos y sindicatos. Además, aquí se vivió una importante adhesión a la huelga de Asturias, en octubre de 1934. El día 4 de ese mes, con motivo de la huelga general, hubo en el pueblo incidentes armados en los que murió un guardia civil, el sargento Andrés, cerca de las Escuelas Viejas.
Se detuvo a más de setenta vecinos y en junio de 1935 se celebró un juicio en el que, entre otros, fueron condenados (a 22 años cada uno, aunque recibieron la amnistía tras las elecciones de febrero de 1936) Anastasio y Manuel Muñoz Benavides, los hijos de Deogracias (Manuel sería luego fusilado, enterrado en una fosa común en Ampudia). Deogracias Muñoz García (nacido en Villanueva de San Mancio en 1874) «ni siquiera fue encausado», pero meses después se recordará su participación en aquella jornada. «La segunda acusación es la de haber patrullado el 18 de julio por las calles del pueblo, pero no se ofreció ningún detalle más sobre cómo fue su participación, si fue armado...». El 5 de mayo de 1937, a las 10:30 horas, en la causa 443/37, fue sometido a consejo de guerra en el Ayuntamiento de la capital acusado de un «delito de auxilio a la rebelión». Le condenaron a cadena perpetua. Cumplió pena en la prisión de San Simón (Vigo), donde murió el 1 de junio de 1941.
Durante los primeros días de la sublevación, cuarenta personas fueron paseadas en Olmedo. «Por su perfil, Juan tenía muchas posibilidades de que ese fuera su destino. Fue detenido, pero cuando era conducido en un camión con dirección a Valladolid, consiguió escapar». Sin embargo, se difunde la noticia de que ha muerto, como si finalmente hubiera sido fusilado. Su mujer vistió de luto y se puso a servir en una casa para sobrevivir. Una vez terminada la guerra, Juan se entregó a la Guardia Civil. «Fue tildado de elemento peligroso, por estar afiliado y significado en organizaciones de izquierda. Además, fue dirigente e instructor de milicias de la guardia roja de Olmedo», recuerda Del Olmo. Fue encausado por el delito de auxilio a la rebelión y por no haberse presentado a filas cuando su reemplazo fue movilizado. Una sentencia del 25 de agosto de 1939 lo condenó a 20 años de prisión.
«No es fácil establecer la filiación política de Jesús. Estaba clara su participación en la Casa del Pueblo, pero hay informes que lo etiquetan como socialista, otros que comunista, alguno que anarcadosindicalista». Era conductor, locutor de radio local, vecino de Villanubla.Se le acusa, durante los primeros momentos de la sublevación, de ser el enlace entre los elementos obreros de esta localidades y la Casa del Pueblo de Valladolid. Fue detenido el 21 de julio de 1936, pero puesto en libertad durante apenas cinco días, hasta que el día 26 volvió a ser arrestado en el hotel Fernando Isabel. El 12 de marzo de 1937 se escapó de la prisión de Cocheras, una cárcel masificada en la que no se hacía recuento regular de los presos (tan solo había un control cuando se repartía el pan).
Hubo momentos en los que en este centro penitenciario (se conserva en el paseo de Filipinos una de las dos naves), llegó a haber entre 2.000 y 2.500 presos. «Se originaron diversos episodios de epidemias sanitarias». La investigación judicial sobre esa fuga concluyó que «es muy improbable que Jesús pudiera haber escapado por tapia o tejado», pero que «tenía posibilidades si alguien le hacía llegar alguna prenda, como una gorra de las milicias de Acción Popular. Si alguien se la ponía y salía por al zona de oficinas, era relativamente fácil que saliera sin ser parado».
El vallisoletano Adolfo Miaja de la Muela (afiliado de Izquierda Republicana, catedrático de Derecho internacional en la Universidad de Santiago de Compostela) está de vacaciones en su ciudad natal cuando se produce la sublevación. Es detenido en la calle el 21 de julio, después de ser reconocido por el falangista Antonio Gonzalo y de que, en su vivienda, se encontrara el carné del partido, entradas a varios mítines, viejas armas de sus abuelos y una insignia masónica. «Ser masón o haber colaborado con ellos se convertía en un plus para que en un juicio se incrementara la pena», recuerda Del Olmo.
El 29 de agosto de 1936 es condenado por rebelión militar. Expuso el juez:«Se manifiesta de un modo fehaciente la actuación destacada (de Miaja de la Muela) en la política que trajo a España el caos y la anarquía». Fue condenado a treinta años por el delito de rebelión y a dos más por el de tenencia de armas. En 1941 obtuvo la libertad condicional y en 1947 se dio por extinguida la condena gracias a un indulto. Regresó a la Universidad en 1953.
El 30 de septiembre de 1936, Julio Alegría Caamaño (un piloto civil burgalés, afincado en Santurce, que trabajaba en Madrid como instructor de aviadores para el ejército republicano) aterrizó junto con su mecánico (Facundo Gumiel Garrazosa) en las inmediaciones de Medina de Rioseco. En ocasiones, trasladaba aviones de un aeropuerto a otro y se encontraban en una de estas misiones (para llevar un Hispano E-30 entre Getafe y Los Alcázares) cuando decidió pasarse de líneas al bando nacional. Es juzgado y finalmente absuelto. Entre la documentación del juicio, se explica que intentó demostrar el poderío industrial de Vizcaya con un vuelo entre Bilbao y Buenos Aires (ida y vuelta) en un avión enteramente construido en el País Vasco. Julio Alegría, una vez concluida la guerra, participó en varias empresas del mundo de la aviación, entre ellas, Aviaco, de la que fue fundador.
Explica la investigación de Memoria Histórica que «a lo largo de la guerra se dan casos de personas que cruzan las líneas para pasarse de bando». Cuenta que esto se da, sobre todo, durante los primeros meses de la guerra y, especialmente, entre guardias civiles y de asalto. «En todos los casos, hasta que se aclara su personalidad y condición social y política, son encarcelados y se abre un proceso minucioso para saber si son de fiar o no». Modesto Vives Pamies era guardia de asalto en Barcelona. El gobierno catalán lo nombró delegado de la Generalitat para inspeccionar la frontera francesa (sobre todo en el puesto de la Junquera) y, al poco tiempo, le encomendó facilitar la salida a Francia de Miguel Mateu y Plá (sobrino de un cardenal, futuro alcalde de Barcelona y presidente de La Caixa).
El caso es que Modesto es acusado de no cumplir con esta misión y por eso huye a Francia ante el temor de que pudiera haber represalias contra él. «A las pocas semanas, pasará a la España sublevada, en donde se le mantiene con su puesto de guardia de asalto. El problema llega cuando es reconocido por otro guardia de asalto que ha pasado las líneas y comienzan las averiguaciones. Es acusado de colaborar con la CNT en el puesto fronterizo francés y de haber ordenado la muerte de un sacerdote. Fue fusilado el 12 de mayo de 1937 en el Campo de San Isidro».
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