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He aquí un historiador que investiga el pasado con visión de futuro. Francisco José García Gómez, profesor de Comunicación Audiovisual y Periodismo de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, doctor en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid, doctor en Comunicación Audiovisual por la ... Universidad Complutense y director de la Universidad de la Experiencia. Está al frente del proyecto Arte Patrimonial, que ejecuta el grupo de investigación Diprodocus que la universidad europea desarrolla junto a la Diputación de Valladolid, con la colaboración del Arzobispado. El objetivo, poner en Internet imágenes de todo el patrimonio de los pueblos de Valladolid. Han comenzado por las iglesias y ermitas.
–¿Qué persiguen con Diprodocus?
–Lo que se ve en www.artepatrimonial.com: promocionar, mantener, dar visibilidad al patrimonio rural de Valladolid.
–Si vamos a hablar del patrimonio histórico y cultural, tal y como está y lo que se ve, corremos el riesgo de deprimirnos.
–No, no. ¡Qué va! Yo creo que todo lo contrario. Estamos mostrando que existe al menos un pequeño nicho en todos los pueblos para que estos se agarren a algo y no tengan por qué desaparecer.
–Hay una Guía Europea de Observación del Patrimonio Rural impulsada por la Unesco. ¿Para qué vale estar en ella?
–Pues, según a quién usted pregunte, unos le dirán que para nada y otros, que para justificar una serie de acciones y de presupuestos. Ahora mismo el medio rural tiene el problema de la despoblación, que no es únicamente español. Los franceses llevan años alertando de todo esto.
–Los alemanes, también.
–Y los británicos, aunque yo creo que ya no lo dan importancia. Y encima, tienen otra idea sobre el patrimonio que, claro, no es la nuestra.
–¿Mejor o peor?
–Distinta. Mire, para que se entienda: lo que son las corrientes europeas vienen desde principios del siglo XX con la idea de Violet Leduc, que es el arquitecto que entre otras cosas se inventa Carcasona, un pueblo que lo ves y parece que se hubiera parado el tiempo...
–Lo expresa como que no fuera así...
–Es que no se ha parado el tiempo en Carcasona. Lo reconstruyó Leduc, que hizo las famosas gárgolas de Notre Damme a principios del XX. La idea que tenemos los continentales es la de restaurar, le damos un punto de inicio y hasta dónde restauramos o desde qué punto restauramos en la historia del edificio, y, partir de ahí, trabajamos sobre él.
–Como no ponga un ejemplo...
–A ver. En la provincia de Palencia, San Martín de Frómista se reinventó en gran medida. ¡Se le añadieron torres! Pero también hay una idea de restauración, la conocida como arqueológica, que busca ver cómo estaba en origen e intentar volver a ello. Era la idea de principios del siglo pasado. Y nosotros ahora, ¿qué hacemos?
–Eso, ¿qué hacemos?
–En cuanto podemos, restauramos, pero intentamos volver a poner las cosas en su sitio. Y suele parecer bien a muchos, pero se es muy crítico con ello. Por ejemplo, el teatro de Cartagena.
–¿Usted es crítico con ese tipo de restauraciones?
–¿Ahora mismo? Yo creo que lo que hay que hacer es señalar una serie de bases, de puntos de los que partir porque, claro, los edificios han tenido su evolución.
–Y volviendo a los británicos, ¿esto a ellos como que no?
–Los ingleses seguían las ideas de un tal Ruskin, que es lo opuesto a Leduc.
–Ideas que se resumen en...
–Decía: el tiempo ha pasado por los edificios, estos están como están y hay que dejarlos así. Los consolidamos y los dejamos ahí. Por eso, cuando vas a Inglaterra se ve tanta ruina consolidada: no invierten, no quieren restaurar. Su idea es que según se deteriora el patrimonio hay que consolidarlo, se va abandonando y se cierran los pueblos.
–¿Y han sabido ustedes en Valladolid dar con la tecla que permite mostrar en pleno siglo XXI cómo eran lo que hoy vemos en algún caso solo como ruinas? El ejemplo de su reconstrucción digital, recalco lo de digital, del Monasterio de Matallana...
–Hemos dado sentido a lo que era la primera iglesia.
–¿Anterior al archifamoso monasterio?
–Claro. Había una primera iglesia de origen altomedieval, que por diferentes circunstancias pasó a la orden de San Juan, los Hospitalarios, que, como estaban en Wamba, hicieron una permuta con Alfonso VIII. Este se lo pasó a los Téllez de Meneses para hacer un monasterio Císter. Se ha excavado en la primera iglesia, pero había partes, y ahí entra la investigación histórica que hacemos...
–¿Un doctor en Historia y un doctor en Comunicación Audiovisual juntos en la misma persona, que es usted, componen el híbrido perfecto para montar este proyecto Arte Patrimonial?
–Si tienes además la inquietud de estar formándote de continuo, porque las nuevas tecnologías exigen mucho de puesta a punto constante, sí.
–Visto el daño que hace el paso del tiempo y la falta de atención de según quiénes en cada momento, seguro que ustedes se están encontrando con episodios que les tienen que hacer llorar.
–Por supuesto. Para empezar, lo que nos desanima muchas veces es cuando vas a una población y lo único que ves es que no tiene casi vida. Que ves a mucha gente mayor... Ya no ves coches en los pueblos. Eso es preocupante: cuando en un pueblo los coches no están aparcados fuera de las casas empiezas a ver elementos que, en fin... ¡Se te viene el mundo abajo!
–¡Y los tableros en las puertas!
–En muchas, ya ni tableros: directamente hierbajos. Y lo que sobrecoge es el silencio. Vas a sitios que son escenarios humanos y no escuchar nada relacionado con el ser humano, impone.
–En ese escenario que dibuja resulta que hay auténticos tesoros patrimoniales que están ahí también en silencio. ¿Cree que somos conscientes de que la despoblación da lugar al problema de qué hacemos con el patrimonio de los pueblos?
–Lo primero que estamos haciendo es despoblar nuestra propia memoria. Nuestras raíces y nuestra historia están ahí. Lo que es el urbanismo desbocado es un elemento relativamente reciente, no tendrá en España más de 80 años. ¿Dónde están las raíces? En los pueblos. Y como elemento realmente representativo está el patrimonio, bien es cierto que en un 60% es de la Iglesia. A partir de ahí empezamos con ideas en las que se relaciona nuestro patrimonio con la Iglesia y se entra en confrontaciones; pero no nos damos cuenta de que lo que estamos haciendo es deshabitar nuestra propia conciencia, nuestra propia memoria y hacemos lo mismo con las generaciones que vienen. El patrimonio no es nuestro, queda muy claro en la Declaración de la Unesco: únicamente somos depositarios del patrimonio de las generaciones futuras y tenemos el compromiso de transmitirlo en las mejores condiciones posible. Pero resulta que lo que vamos a hacer es privarles en gran medida de muchos de estos elementos.
–El programa que usted coordina pone a golpe de clic todo el patrimonio de los pueblos vallisoletanos desde un teléfono, un ordenador... Y con eso, ¿qué?
–Esa es nuestra primera fase. Estamos trabajando con instituciones que tienen mucha experiencia. Vienen fundaciones, técnicos, algunos incluso desde otras comunidades, y todos estamos dándole vueltas a lo mismo, a que esto hay que llevarlo al futuro para que todo esto no sea más que abrir el camino, un reclamo, y que la gente, a partir de aquí, vaya a visitarlo in situ. De hecho, el perfil de quienes visitan nuestra web es el de personas maduras desde el punto de vista cultural y muchos no se mueven aún porque no hay quién les asegure que les vayan a abrir el monumento.
–Vamos, la famosa pregunta de '¿dónde está o quién tiene la llave de la Iglesia?'
–Claro. Eso frena mucho a la gente. En algunos sitios en los que la apertura tiene un horario, como el Museo de Ponce de León en Santervás o el Monasterio de Valbuena, nos aseguran que se va notando mucho la afluencia de gente para visitarlos. Y van respondiendo que el primer contacto con ello ha sido nuestro proyecto Arte Patrimonial. Queremos que nuestra web sea un escaparate para empresas que se dedican a la restauración, para especialistas que se dedican a la catalogación, para autoridades que puedan en un momento determinado precisar una información de cómo está realmente su patrimonio de forma actualizada y, después, lo que más queremos es impulsar diferentes iniciativas para que todo eso se abra, se conozca y dé un poco más de vida y de sentido a la gente de los pueblos. Y si en algún caso incluso se puede generar algún puesto de trabajo y dar más vida a los pueblos, mejor que mejor.
–El etnógrafo Joaquín Díaz dice que ni todo está en Internet ni va a estarlo. Pero parece que ustedes le van a llevar la contraria porque van a hacer una aportación importante a la red al poner en ella todo el patrimonio rural vallisoletano.
–Sí, pero evidentemente la experiencia, ir a los pueblos, tener los olores del campo, ver un amanecer o un atardecer, compartir con la gente, escuchar lo que rodea al patrimonio y disfrutar de la gastronomía, de eventos de patrimonio inmaterial como una procesión o una romería, todo eso nunca podrá estar en Internet, evidentemente. Internet tiene que ser un escenario; vamos a mostrarlo, vamos a ponerlo, pero todo lo que tenemos, incluso la recreación de los edificios que vamos incluyendo, está pensada para que luego, con distintos elementos de tecnología, se disfruten in situ.
–¿Hay que entender que es este proyecto una puerta abierta al mundo de los sentimientos, las emociones, con el que los pueblos puedan incluso rentabilizar ese patrimonio que guardan y protegen?
–Es que lo que llevamos haciendo en nuestra página web se ha comenzado el 3 de marzo, pese a tener ya las miles de visitas que tenemos. Entonces, ahora lo que estamos planteando es hablar con los distintos agentes activos en todas las poblaciones para que lo saquen un rendimiento. Realmente, además, esta es una herramienta totalmente gratuita para todo el mundo, que la pueden utilizar, también, claro está, ayuntamientos, agentes locales, oficinas de turismo, concejalías, museos... Aquellos que nos lo propongan. Lo que a mí me interesa como visitante es aquel que tiene la llave para entrar en el monumento y que realmente me va a permitir sacar lo que nos parece realmente más importante para enseñárselo a los demás. Y quienes participamos en el grupo no queremos poner adjetivos, como por ejemplo la despoblación, que es esa especie de vértigo que tenemos ahí, pero que como si lo fuéramos a admitir ya como algo sentenciado; tenemos la despoblación, que es algo que está viniendo ya, pero que nadie está luchando contra ello de forma efectiva. Nosotros ponemos nuestro pequeño grano de arena y nos resistimos a que esto se pierda.
–Ya que están entrando ustedes en tantas ermitas, iglesias, etc, ¿se han encontrado algún caso como el del famoso Ecce Homo de Borja (Aragón)?
–Alguno sí.
–¡Qué me dice! ¿Y también los catalogan? Porque Borja perdió una obra de arte pero ganó muchos ingresos con la polémica...
–(Ríe) Le habrá dado mucho dinero a Borja pero, cuidado, la legislación en Castilla y León es muy seria en ese sentido. No sé yo, si se hubiera dado un caso Borja en Castilla yLeón, si no habría habido consecuencias de otro tipo. Les habría salido más caro.
–¿Moverán conciencias con su proyecto?
–Sí. Incluso desde el punto de vista de la ilusión que notamos que se va generando. Y como se está ya viendo el resultado de nuestro trabajo eso está haciendo que la voz se vaya corriendo a otros pueblos: ahora, cuando llamas a un pueblo, nos conocen y todo es colaboración. Se van moviendo muchas conciencias.
–Y sus alumnos, ¿qué dicen? ¿Se han empezado a generar espacios de debate?
–Creo que nos miran con más respeto: ven que hacemos cosas nuevas, que salimos con aparatos, que hacemos movimientos. Muchos de ellos se apuntan.
–¿Están despertando vocaciones?
–¡Claramente, sí! Están empezando a ver cosas distintas. Y ven como muy difícil lo que hacemos.
–Y usted, que a sus 53 años lleva ya varios lustros en la investigación y catalogación del patrimonio, tendrá ya claro qué quiere ser de mayor, ¿verdad?
–Jubilado, espero. (Ríe a carcajadas). En serio, mi ilusión sería lograr alcanzar con este proyecto a todos y cada uno de los núcleos de población de la provincia de Valladolid y hacerlo bien. Yo no tengo más aspiraciones que la provincia de Valladolid y la ilusión es seguir compartiendo esto con todo el mundo.
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