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a. ojosnegros
Lunes, 14 de marzo 2016, 20:55
Contrastan los paisajes urbanos madrileños retratados por los pinceles de Luis Mayo, con el estático peso de los muros del monasterio de Santa María de Valbuena, cenobio erigido en la localidad pedánea de San Bernardo inscrita en Valbuena de Duero- y sede permanente de la ... Fundación Edades del Hombre, entidad organizadora de esta exposición que se enmarca dentro del ciclo pictórico Cuadernos de Arte. Contraste que imprime mayor fuerza a los 15 óleos que cuelgan de los gruesos paramentos monacales.
Mayo propone una muestra sobre un Madrid en constante construcción-deconstrucción en un espacio -como es la sala de trabajos de los monjes cistercienses que en su día habitaron en el monasterio- que invita a observar al detalle cada obra, algunas de gran formato y no exentas de simbolismo sobre esa idea de algo que no ha terminado de construirse y ya ha empezado a desmoronarse, situaciones que provocan cierto desasosiego, como la vida misma. De ahí, que la torre de Babel aparezca reflejada en algunas pinturas integrándose con la urbe capitalina.
El autor nacido en Madrid en 1964, licenciado en Bellas Artes y Sociología-, sobre su trabajo expuesto en Santa María de Valbuena desde la pasada semana, explica que fue invitado por el secretario general de Las Edades del Hombre, Gonzalo Jiménez, «a traer este Madrid visto como Abel, un Madrid que es una ciudad deshabitada en la que intuimos que ha sucedido algo muy importante pero no sabemos lo que es; ese es el camino que ha traído los cuadros» a San Bernardo. Para el pintor, Madrid «es la ciudad en la que nací y estudié, y es también un clima, un estado anímico y espiritual; una manera de sentir».
Gonzalo Jiménez explica que la elección de esta serie de cuadros para ser expuestos en la sede de la Fundación, viene determinada «primero porque es un pintor excepcional la exposición lo evidencia por sí sola- y en segundo lugar porque es además un profesor querido y seguido». Invita a quien se acerque a disfrutar del conjunto, pero deteniéndose en los detalles ya que se trata de «una pintura muy detallista, no son cuadros para una mirada general sino para ver centímetro a centímetro cada cuadro, descubriendo referencias importantes a otros pintores. Sus cuadros muestran y van más allá de aquello que en principio parecen representar. Me recuerdan mucho a la pintura metafísica de comienzos de siglo, a Giorgio de Chirico, quien mostraba unas ciudades desde el interior, desde el corazón e incluso desde el ensueño; esto forma parte del trabajo que presentan las obras que están aquí» en San Bernardo. «Es una ensoñación crítica», añade Jiménez, «no solo pinta objetos sino que además lo hace para poner de manifiesto situaciones, de denuncia. Muestra la decadencia, la destrucción, la falta de ideas o su» demasía «en un mundo que es triste y destructivo, pero lo refleja junto a la esperanza. Esperanza que está en todas sus obras a través de las telas que caen del cielo».
Con su visión plástica de la capital del país, Mayo señala que «quisiera provocar esa duda de dónde estamos, a qué punto hemos llegado. Son preguntas sobre Madrid y sobre nosotros mismos. Es una visión sosegada», anota, ya que el proceso creativo de los cuadros es una labor de años. Para explicar el estado de ánimo que la gran ciudad le induce a pintar en sus óleos, hace suyas unas palabras dedicadas por su amigo José María Parreño doctor en Historia del Arte y poeta-, citando que «es un Madrid en el que nos reconocemos pero también vemos nuestras heridas, yo lo siento así; veo un retrato en estos edificios un tanto ajados». Es una urbe simbólica «que no sabe dónde va». Es como la torre de Babel «que, en un precioso texto de Juan Benet, se trata de un edificio terrible que empieza a caer cuando todavía no se ha acabado de construir, y esa idea a mí me emocionó mucho. Esa sensación la tengo de mí, de la sociedad, de tantas cosas». «Es un reflejo de incertidumbre, de muchas dudas, de no saber por dónde seguir, no solo en la pintura, sino en la vida también. Esa sensación creo que la tenemos todos. Creo que es un secreto a voces que todos nos sentimos así, quizá ahora más todavía».
«Madrid al ser capital», continúa explicando Mayo, «cataliza esos sentimientos de zozobra, de duda, pero también de construcción y de cambio. Todas esas sensaciones que Juan Benet sintetiza en esa torre de Babel yo las siento también. Hay una impotencia activa, es un querer y no poder. Es un echar cuentas y que no te salgan del todo. Un reflejo de lo que es la vida donde no se cumplen todas las expectativas. Es esa cosa de la acera en la que no han acabado de meter un tubo y ya se ha roto otra cosa». Precisa el artista que es una sensación «como de que te persigue la nada», concluyendo que «la certidumbre la tienes, que es lo que se deja atrás, y la incertidumbre de lo que tienes por delante no termina de gustarte demasiado».
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