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Asistentes a la fiesta de Villalar en 1986. EL NORTE
Villalar en el autonomismo de Castilla y León
La Historia que nos une

Villalar en el autonomismo de Castilla y León

La guerra de las Comunidades dejó una profunda huella en la memoria colectiva y marcó el despertar de la conciencia regional

Juan Andrés Blanco

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Salamanca

Martes, 23 de abril 2024, 10:40

Lo que podríamos llamar el «espesor» histórico de las regiones españolas es dispar. Los problemas de la definición regional y autonómica de Castilla y León no tienen equiparación con realidades como la catalana, la vasca, e, incluso, la gallega o la andaluza, por razones de estabilidad administrativa, cohesión de rasgos históricos y de problemática regional clara. La definición de la realidad regional de este ámbito de Castilla y León ha sido y es, sin duda complicada.

Los movimientos de regionalización y nacionalización siempre cuentan con referentes históricos como palancas de concienciación y movilización. La debilidad de las manifestaciones culturales específicas del regionalismo castellano y leonés, porque no cuenta con un hecho diferencial integrador por cuanto estas tierras se han venido identificando con el paradigma de lo español, tendrán en la fundamentación histórica centrada en la defensa y reivindicación de libertades comunales, de instituciones peculiares de autogobierno, de limitaciones al poder real, un apoyo. No es extraño, pues, que la moderna reivindicación regionalista en Castilla y León haga símbolo de la guerra que se sustancia en Villalar.

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El movimiento de las Comunidades de Castilla contra la autoridad del rey Carlos I, como señaló Julio Valdeón, ha dejado una profunda huella en la memoria colectiva de las gentes de Castilla y León, y por ello se convirtió en un símbolo de su referencia histórica. Si tras la derrota de Villalar, durante más de dos siglos, los Comuneros fueron ignorados, con el desarrollo del liberalismo en el siglo XIX y luego en las etapas democráticas, han sido ensalzados, como pasa en el Trienio Liberal. Al iniciarse la Transición a la democracia se vuelve la vista a esos hechos históricos, especialmente en las tierras que aspiran a conformar una unidad castellana y leonesa en el marco de la España de las Autonomías. Se incide en que, mientras que en los territorios del antiguo reino de Aragón el poder es compartido por el rey con el reino, en Castilla, como afirma José Luis Martín, con la derrota de Villalar fracasa el último intento de restablecer el dualismo medieval, el pactismo que había llevado a compartir el poder entre el rey y el reino, representado por las Cortes.

Desde 1976 se fue abriendo paso la incidencia en la guerra de las Comunidades que acaba en Villalar, como símbolo de la «libertad, autonomía y recuperación de nuestra conciencia histórica como castellanos y leoneses», suponiendo así el despertar de un germen de conciencia regional. Como «el hito histórico en el que apoyarse para reivindicar unos derechos a los que el pueblo de Castilla y León tiene que acceder». En 1976, el Instituto Regional Castellano-Leonés, al convocar la primera concentración popular en Villalar, valora este acontecimiento como «fecha memorable en la historia castellanoleonesa». En un manifiesto del Instituto del 7 de abril de 1978 se decía que al conmemorar Villalar se celebraba «la fecha de la derrota de las fuerzas comuneras representantes de las libertades castellanas frente al emperador Carlos I y que se ha convertido hoy en símbolo de la lucha del pueblo castellano-leonés contra la situación que padece nuestra región, por recuperar su identidad regional y en defensa de sus derechos como pueblo».

En el Estatuto de 1983 solo se hace una referencia tangencial a la Guerra de las Comunidades y la derrota de Villalar

La valoración de la batalla de Villalar como símbolo de la entidad regional de Castilla y León ha seguido un proceso complejo y con posiciones diversas y aun encontradas. Iniciándose la primera concentración en este enclave en 1976, contó con la presencia de unos cientos de castellanos y leoneses, hostigados por la Guardia Civil. En 1977 la iniciativa de la convocatoria corrió a cargo de dos entidades regionalistas: la Alianza Regional, de posiciones de centro-derecha, y el mencionado Instituto, más a la izquierda. A ellos se unieron organizaciones y partidos de izquierda preferentemente, y contó con una significativa presencia de asistentes que los organizadores cifraron en cerca de veinte mil. El momento álgido en cuanto a la movilización popular fue 1978, barajando alguna prensa la cifra de 200.000 asistentes, sin duda algo exagerada.

Otros elementos fueron incidiendo en el carácter simbólico de los Comuneros y de Villalar en el proceso de conformación de la identidad regional en estas tierras. Ya antes del final del Franquismo el profesor de la Universidad de Salamanca Manuel Fernández Álvarez escribió la obra de teatro 'Los Comuneros de Castilla', que sus alumnos representaron en Toledo. En 1977, Televisión Española rodó la obra 'Los Comuneros', dirigida por José Antonio Páramo. A destacar también el romance de Luis López Álvarez 'Los Comuneros', que popularizó el grupo Nuevo Mester de Juglaría, y que tuvo presencia destacada en esas primeras concentraciones populares en Villalar.

Discutiéndose ya la pre-autonomía, poco a poco fueron aflorando las diferencias entre organizaciones y partidos no solo sobre las propuestas de organización autonómica, sino sobre el mismo significado y papel de las conmemoraciones de Villalar. Por mencionar algunas de estas discrepancias habría que citar las distintas posiciones de organizaciones del entorno leonesista o castellanista como PREPAL, GAL, UPL, PANCAL, Comunidad Regional Segoviana y UPC, o partidos de extrema izquierda. Además, el entorno de Alianza Popular cuestionará la celebración de Villalar y la UCD, que controlará el ente preautonómico, irá paulatinamente limitando su participación a actos institucionales que se pretenden apartar de la celebración popular, donde sus dirigentes serán sistemáticamente hostigados por militantes de extrema izquierda, considerando en algún momento la sustitución de Villalar por Covarrubias o barajando la celebración del Día de Castilla y León de forma rotatoria en diversos enclaves, como se hará cuando José María Aznar pase a presidir la Junta de Castilla y León tras las elecciones autonómicas de 1987.

El poeta Luis López Álvarez lee el Manifiesto de Villalar en 1978. ARCHIVO MUNICIPAL

El carácter fundamentalmente de izquierda del contenido de las celebraciones en Villalar, junto a las algaradas de grupos de extrema izquierda y la mencionada posición de la derecha y centro-derecha va determinando que desde 1979 la afluencia se vaya reduciendo notablemente, jugando el PSOE, y en cierta medida el PCE, un papel relevante en la convocatoria de la celebración de Villalar, con la llamativa presencia ya mencionada de grupos de extrema izquierda. Tras el triunfo del Partido Socialista en las primeras elecciones autonómicas, la efeméride de Villalar se convocará oficialmente desde el ente autonómico. En el texto del Estatuto de 1983 solamente se hace una referencia tangencial a lo que representaron la Guerra de las Comunidades y la derrota de Villalar al señalar, en el preámbulo, que «a través de aquel, Castilla y León recupera su máximo órgano representativo, las Cortes». Pero en noviembre de ese año se decide el carácter festivo del 23 de abril, Día de Villalar. En 1986, ya fijada por ley la Fiesta de Castilla y León el 23, la fiesta de Villalar se celebra bajo una discordia partidista más agria que otros años. El grupo popular abandonó las Cortes cuando se aprobó el Día de Castilla y León. Esta confrontación fue en contra del fortalecimiento de la identidad regional, cuando no se habían apagado los ecos de las demandas y suspicacias provinciales.

En la reforma de 2007, el Estatuto recoge que «como homenaje» al movimiento comunero «el 23 de abril es hoy la fiesta oficial de la Comunidad»

Con el triunfo de José María Aznar en las elecciones autonómicas de 1987 se separó la fiesta oficial de Castilla y León de la celebración popular en Villalar, por la escasa identificación de Alianza Popular con las reivindicaciones autonómicas y debido también a determinados episodios violentos protagonizados por la extrema izquierda. Así será de 1988 al 2000. Aznar planteó de nuevo la celebración rotatoria. Así se desarrolló hasta los Gobiernos de Juan Vicente Herrera. Sin embargo, en la última reforma del Estatuto, aprobada en 2007, la referencia ya es directa al señalar en el Preámbulo que «desde estas tierras surgió el clamor que, en 1520, con la formación de la Junta Santa de Ávila, se alzó en defensa de los fueros y libertades del Reino frente a la centralización en manos de la Corona que encarnaba Carlos I. Si en Villalar (23 de abril de 1521) la suerte de las armas fue adversa a los Comuneros, no ocurrió así en sus ideales, que pueden ser considerados precursores de las grandes revoluciones liberales europeas. Como homenaje a ese movimiento el 23 de abril es hoy la fiesta oficial de la Comunidad Autónoma». Pero la normalización no fue fácil.

En el caso de la autonomía de Castilla y León, la definición de su identidad ha sido un proceso bastante complejo, sincopado, muy lastrado por arrastres históricos y con un eco popular muy relativo y nada indiscutible. De ahí la importancia de incidir en elementos como la referencia a la guerra de las Comunidades, finalizada con la derrota de Villalar, como elemento de la identidad colectiva. Villalar se mantiene como referencia, aunque no hayan desaparecido las discusiones sobre su significado histórico y simbólico, pues la incorporación de un partido no autonomista como VOX al Gobierno de la Comunidad aporta nuevas incertidumbres.

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