La operación está prevista. Y empezará mañana temprano, a las ocho. Dos grandes grúas accederán a la plaza de San Esteban y desplegarán sus largos brazos delante del campanario de la iglesia. En una de las cestas subirán técnicos y operarios y la otra ... servirá para cargar y bajar la veleta del gallo, que, a priori, mide alrededor de cinco metros y pesa entre 300 y 500 kilogramos. Si todo va bien, no hay imprevistos y el mástil no está soldado en el bajocubierta, la intervención podría hacerse en dos horas, a lo sumo tres, pero nadie quiere establecer plazos hasta que los operarios escalen los 56 metros de altura que mide el campanario de la llamada 'reina de las torres bizantinas'.
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La idea es desmontar la veleta, que tiene tres cuerpos (la bola, el gallo y la cruz), y que el herrero con el que se ha contado –de acreditada solvencia– revise el estado del objeto, maltrecho y algo doblado a causa de los últimos vientos. Si pudiera restaurarse en el lugar, no haría falta retirar las grúas, pero la Diócesis teme que, probablemente, el artesano tenga que llevárselo y restaurarlo en el taller, lo que implicaría otra operación de envergadura para volver a colocarlo en la punta del capitel empizarrado de la torre. «Se verá sobre la marcha. Los operarios subirán y comprobarán qué tipo de anclaje tiene la veleta. Igual basta con tirar de ella para que el mástil salga limpiamente, pero también puede que esté fijada con algún tipo de soldadura. Depende de lo que haya que hacer se tardará más o menos», señalan las mismas fuentes.
«El vendaval nos ha dado un gran susto. Ha levantado tejas en la nave central y ha dañado muy severamente la veleta de la torre, aunque el lunes [por mañana] veremos qué alcance tiene el daño», cuenta el párroco de la Trinidad. Andrés de la Calle estuvo a pie de torre el pasado jueves junto al delegado de Patrimonio de la Diócesis, Alberto Espinosa, y varios técnicos y albañiles. «Subieron al campanario, por dentro, y vieron, en la medida que pudieron, que la veleta estaba torcida, que el viento la había doblado y que corría peligro de desprenderse. Por ello se tomó la decisión de acordonar la zona. Es peligroso caminar por la plaza. Evitar una desgracia personal es lo más importante», añade el sacerdote.
De la Calle está consternado y preocupado. Lleva años reclamando una intervención integral en la iglesia de San Esteban y le encantaría que el templo románico volviera a abrir al culto y recibir visitas, pero esto no va a ser posible hasta que no se eliminen las humedades y se garantice la seguridad en su interior. «Es la torre más emblemática de Segovia y muy conocida fuera de ella. Es muy hermosa y necesita unos cuidados», advierte.
El cura de la Trinidad espera que la operación de desmontaje de la veleta salga bien y suponga el comienzo de la ansiada restauración del conjunto monumental. «La veleta –explica De la Calle– tiene tres cuerpos. El primero es la bola. Es una bola enorme, pero no tanto como la que se colocó tras la reconstrucción de principios del siglo XX, que se conserva en el interior de la iglesia. Luego está el famoso gallo y, por último, la cruz. La cruz está muy dañada. Hay verdadero riesgo de que se caiga. Por eso, el otro día acudieron bomberos y policías y se decidió prohibir caminar por la zona. Si la veleta cayera sobre los tejados de la nave central, el destrozo sería enorme por el peso que tiene, pero peor es que caiga a la calle y mate a alguien».
En cualquier caso, se trata de una operación compleja que requiere delicadeza. Cincuenta y seis metros de altura no son cualquier cosa. Tampoco lo es la iglesia. La última vez que se intervino en esta histórica torre fue a comienzos del siglo XXI, cuando se sustituyó el ladrillo de cerámica que cubría el tejado por la pizarra actual. Años atrás, se había reemplazado la pirámide picuda con que se remató el campanario tras la reconstrucción de principios del siglo XX por otra más chata que coleccionó toda suerte de críticas y alguna que otra chanza. Precisamente, de aquella remota reconstrucción que motivó la desgraciada caída de un rayo (explicada en el texto de la siguiente página), queda la veleta del gallo, de hierro forjado. La bola no es la misma, porque la original era más grande (de un metro de diámetro) y se conserva en el interior del templo, que permanece cerrado al culto, aunque la Diócesis ya trabaja para reabrirlo. El párroco, Andrés de la Calle, lleva años pidiendo una restauración del templo que no acaba de llegar, aunque la Junta de Castilla y León tiene ya un diagnóstico de patologías y ha mostrado su disposición a destinar fondos y acometer las intervenciones que se precisan. Mientras tanto, la parroquia de la Trinidad, a la que está adscrita San Esteban, tiene preparados 60.000 euros para adecentar el presbiterio y eliminar parte de las humedades que la iglesia presenta. «Esto permitiría abrirla al culto y a las visitas turísticas en condiciones de seguridad, que es lo que se pretende», informan fuentes de la delegación de Patrimonio de la Diócesis.
Andrés de la Calle, párroco de la Trinidad, lamenta que se tenga que intervenir en la torre por la vía de urgencia, bajo la amenaza del desprendimiento de la veleta del gallo. «Estamos hablando de un Bien de Interés Cultural, de una de las joyas del románico bizantino. En los dieciocho años que llevo de párroco he hecho múltiples gestiones, pero... Con esto no quiero culpabilizar a nadie, ni mucho menos. Puede que, incluso restaurada, hubiera pasado lo mismo, pero no se han dado los pasos necesarios y ahí está el problema», afirma. Verdaderamente, la iglesia de San Esteban, en pleno casco histórico de Segovia, ha sobrevivido a rayos y huracanes, pero el paso del tiempo y el deterioro estructural están doblegando su fortaleza. La Administración autonómica, a través del servicio de Cultura y Patrimonio, ha incluido esta iglesia segoviana en la lista de prioridades junto a otras intervenciones de conservación o reformas repartidas en la capital y la provincia.
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