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Uno de los míticos perritos Tristón de la firma palentina Panava-Ingaher. Marta Moras
Adiós definitivo al peluche palentino que conquistó España

Adiós definitivo al peluche palentino que conquistó España

La empresa Ingaher cierra definitivamente su actividad 33 años después de que consiguiera llenar miles de hogares españoles con el popular perrito Tristón y posteriormente con el Cococrash

Domingo, 3 de noviembre 2019, 18:36

Hay melodías televisivas que se quedan para siempre en la memoria colectiva. Han pasado casi 50 años desde que «las muñecas de Famosa» iniciaran su peregrinar hasta el portal de Belén y otros cuarenta desde que las navidades españolas no comienzan hasta que «vuelve a ... casa, vuelve,» el joven de El Almendro. Aun más antiguo (1955) es el 'jingle' de «aquel negrito del África tropical» que cultivaba y cantaba la canción del Cola Cao. Son canciones emblemáticas que han pasado a formar parte de la cultura popular española. Pero no son las únicas, son muchos los anuncios de televisión que se han quedado grabados a fuego y que con solo unas notas, unas palabras, afloran de nuevo, como si el tiempo no hubiese pasado por ellas.

«Le han echado, no le quieren, pobrecito qué va a hacer, busca a alguien que lo cuide y lo sepa comprender. Tristón sólo pide un amiguito, un hogar y mucho amor». Este es otro claro ejemplo de melodía inolvidable, veinte segundos de oro grabados en 1986 y que se convirtieron en un reclamo espectacular para un juguete de los más simple, un simple peluche de tela, relleno de un algodón sintético, con forma de perrito triste. Se llamaba Tristón y se conviritió en aquellos años ochenta en la compañía indiscutible de miles de niños españoles, un 'amiguito' que generalmente descansaba sobre la cama y acompañaba el sueño de sus amorosos propietarios.

Y ese perrito de peluche, ese, a estas alturas, casi mítico Tristón, convertido ya en objeto de coleccionista, tenía ADN palentino, de Paredes de Nava, para más señas.

No es un secreto, pero muy pocos recuerdan ya que el perrito Tristón nace en el taller que la empresa juguetera Panava (con el paso del tiempo pasó a denominarse Ingaher) tenía a finales de los años setenta en el denominado popularmente Hospital de Paredes de Nava, transformado en la actualidad en residencia de personas mayores.

Allí nació Tristón, de la mano de dos emprendedores paredeños, los hermanos Pedro y José Luis Gallego, pioneros de la fabricación de juguetes en la provincia de Palencia, y que, con esfuerzo y tesón, llegaron a lanzar al mercado, unos años después del arrollador éxito de Tristón, otro producto que se coló entre los más demandados por los niños españoles. Porque fueron también los jugueteros paredeños quienes comercializaron en la década de los noventa el popular Cococrash, en esta ocasión bajo la marca de juguetes educativos Evaland.

Y aunque Tristón fue un éxito arrollador de ventas, como también lo fue después el Cococrash, esto no sirvió para garantizar la pervivencia de la firma juguetera palentina, que, debido a la fuerte competencia de los fabricantes asiáticos, fundamentalmente chinos, y los cambios en los gustos infantiles, se vio obligada a abandonar la manufactura de productos infantiles a finales de la década de los noventa, para reconvertirse en una empresa completamente diferente, dedicada a la elaboración de vinos desde una de las bodegas acogidas a la Ribera del Duero, Campos Góticos.

Arriba varios Cococrash. Abajo, a la izquierda, catalago de Tristón. Abajo, a la derecha, José Luis Gallego rellena una de los 'tristones', con la maquinaria que todavía se conserva en la nave del polígono. Marta Moras
Imagen principal - Arriba varios Cococrash. Abajo, a la izquierda, catalago de Tristón. Abajo, a la derecha, José Luis Gallego rellena una de los 'tristones', con la maquinaria que todavía se conserva en la nave del polígono.
Imagen secundaria 1 - Arriba varios Cococrash. Abajo, a la izquierda, catalago de Tristón. Abajo, a la derecha, José Luis Gallego rellena una de los 'tristones', con la maquinaria que todavía se conserva en la nave del polígono.
Imagen secundaria 2 - Arriba varios Cococrash. Abajo, a la izquierda, catalago de Tristón. Abajo, a la derecha, José Luis Gallego rellena una de los 'tristones', con la maquinaria que todavía se conserva en la nave del polígono.

Hoy Ingaher, como también la firma Evapal (comercializadora de Evaland) siguen figurando en los registros oficiales como sociedades activas, pero hace ya tiempo que detuvieron su actividad. La fabricación de peluches cesó en torno al año 1998 y la línea de juguetes educativos se mantuvo algunos años más. Además, la aventura como viticultores se cerró en mayo, con la venta de la bodega Campos Góticos a una importante firma catalana del sector vitivinícola. En la actualidad, los hermanos Gallego, se encuentran inmersos en el proceso de liquidación definitiva de estas sociedades industriales y la venta de los activos que aún conservan, puesto que en su nave aún pueden encontrarse cientos de 'tristones' semi confeccionados, a la espera del relleno y las últimas costuras, así como miles de planchas del popular Cococrash.

Pero aunque muchos eran conocedores de ese origen palentino del adorable Tristón, muy pocos conocen la verdadera génesis de ese juguete que rompió todos los esquemas de la industria juguetera del momento y se ganó el corazón de toda una generación de españoles.

Tristón se inspiró en un peluche que se comercializaba en Estados Unidos, los Pound Puppies, que eran también una especie de perritos abandonados que reclamaban un hogar. Los palentinos, que querían lanzarse al mundo del peluche, porque hasta entonces trabajaban los animalitos en miniatura, en una especie de resinas moldeables, compraron la licencia estadounidense para fabricar una versión propia, que fue la que alcanzó el éxito en España. De hecho, Tristón poco tenía que ver con los Pound Puppies. Se trata, eso sí, de un perrito de ojos tristes, relleno de fibra siliconada, ideal para ser abrazado por los niños, pero los fabricantes paredeños modificaron el diseño, cambiaron la tela original por un tipo de 'velour', le añadieron manchas, diferentes colores y toda una línea de productos complementarios, que llegó tres años después a incluir a Laly, la novia de Tristón, que también alcanzó un buen nivel de ventas.

Pero si Tristón llegó a convertirse en uno de los juguetes más vendidos en España entre 1986 y 1989 fue sin duda a la espectacular campaña publicitaria realizada para la televisión. El impactante anuncio del perrito abandonado, aterido por el frío y la lluvia, que demandaba el cariño de un hogar no pasó inadvertido para nadie, especialmente para los niños, en aquella sociedad de mediados de los años 80.

El anuncio fue certero, apelaba al sentimentalismo más básico y jugaba con las emociones de los más pequeños. Pronto, parecía que no había un hogar con niños en el que faltase un perro Tristón. «Fue una campaña publicitaria extraordinaria. Hicimos televisión tres o cuatro campañas de Navidad y fue muy bonito. Se hizo un vídeo muy emotivo... Hay gente que nos acusa de haber hecho un anuncio sensiblero, emotivo, para engañar al niño, y no sé qué. Y yo digo, todo lo contrario, la idea era completamente contraria, no seáis destructivos. Cuando expliqué a los publicistas los que quería, les dije, quiero despertar la inquietud en la gente por proteger a los perros abandonados, para luchar contra esa costumbre de coger al perro pequeñito cuando es muy mono y luego se le abandona cuando te vas de vacaciones. Pues esa era la idea», recuerda el juguetero Pedro Gallego, recalcando la profesionalidad del trabajo desarrollado por los estudios Moro de Madrid.

Tristón se mantuvo en primera línea de ventas durante varios años, con toda una enorme línea de productos que también tuvieron buena salida, aunque, poco a poco, fueron desapareciendo del mercado. «Todos los productos se agotan y cada vez, duran menos. Con Tristón pasó lo mismo, aparecían nuevos juguetes y se terminó agotando. Fue una aventura muy bonita, que fue la que nos permitió crecer y mantener la actividad durante otros muchos años, porque después de aquello seguimos haciendo cosas, emprendiendo, abriéndonos a nuevos proyectos, siempre intentado innovar, porque es lo que siempre nos ha caracterizado a mi hermano y a mí, el espíritu emprendedor, el deseo de enfrentarnos a nuevos retos», explica Pedro Gallego.

Historia de crecimiento

Juguetes Panava nace en Paredes de Nava (Palencia) a mediados de la década de los setenta, cuando los hermanos regresan a su pueblo natal para iniciar una aventura empresarial dedicada a la fabricación de animalitos en miniatura. Se asientan en las dependencias de un antiguo convento, conocido popularmente como el Hospital, cuyo edificio alquilan a la fundación que lo gestionaba. Allí crean un pequeño taller, con unos pocos vecinos a los que contratan como trabajadores. Con el paso del tiempo, los hermanos posan sus ojos en el mundo del peluche y comienzan a fabricar diferentes piezas, que tienen muy buena acogida. Y pronto, llega el contacto con los fabricantes americanos de Pound Puppies, que querían introducir su producto en España. Una vez adquirida la licencia, tomando como base uno de los propios perritos que fabricaba ya Panava, se da forma a Tristón y ahí arranca el crecimiento arrollador de la empresa.

Pronto, el espacio del pequeño taller de Paredes resulta insuficiente, hace falta introducir maquinaria nueva y en el pueblo se inicia también una campaña para destinar el antiguo inmueble del Hospital a fines sociales. Así, los problemas de espacio y la campaña contra su presencia en el edificio del Hospital, llevan a los hermanos Gallego a trasladar la empresa a unas naves del polígono industrial de la capital palentina, ya bajo la denominación de Ingaher, que se ha mantenido hasta la actualidad, aunque hayan cambiado su fin mercantil e incluso hayan creado otras sociedades paralelas como Evapal.

El caso de Ingaher resulta especialmente llamativo, ya que no resulta fácil encontrar ejemplos de empresas jugueteras lejos de territorios como Cataluña y especialmente la Comunidad Valenciana. «Dentro de la Asociación de Fabricantes de Juguetes había tres divisiones, una era Cataluña, otra la Comunidad Valencia y otra era el resto de España. Desde luego, no era muy habitual un proyecto como el nuestro, que suponía crear una fábrica de juguetes en un pueblo de Palencia. Pero nosotros somos así, siempre hemos sido emprendedores, nunca nos hemos querido quedar parados. Hay que tener iniciativa, no hay que estar esperando a que alguien te dé una oportunidad o a sacar una oposición. Yo no concibo mi vida sin la palabra emprendimiento», señala Pedro Gallego, quien recuerda cómo el éxito del Tristón permitió un notable crecimiento de la empresa, que llegó a contar en sus mejores tiempos con cerca de sesenta personas

Una vez superada la etapa de los peluches, y ante la feroz competencia de los fabricantes asiáticos, Ingaher debe abrirse a nuevos productos, con el fin de mantener su actividad y en ese momento nace una nueva línea de trabajo, Evaland, productos educativos con material de goma eva. Y de nuevo, llegó el éxito, de la mano, esta vez, de un producto de origen belga, conocido mundialmente como 'happy cubes', que en España fue comercializado por los fabricantes palentinos bajo el nombre de Cococrash, una especie de puzzle de goma con el que debía contruirse un cubo. Estaba diseñado con planchas de diferentes colores que podían combinarse. Su producción arrancó en una fábrica de Elche, en la que los hermanos Gallego tenían una participación, pero que finalmente pasó a ser de su propiedad y el Cococrash comenzó a fabricarse en sus instalaciones del polígono industrial de la ciudad de Palencia.

La feroz competencia China

Fue también un éxito incontestable, que llegó también acompañado de una efectiva campaña de publicidad televisiva. «El Cococrash fue otro bombazo, fue impresionante, ya lo creo que lo fue. Jo, qué época tan bonita fue aquella», rememora emocionado Pedro Gallego, quien explica que la caída llegó con el desarrollo de la industria de fabricación de regalos y juguetes en China, que dinamitó los costes de producción e impidió competir en igualdad a los fabricantes españoles. «Poco a poco, el peluche, y el juguete en general, fueron chinos y este tipo de productos se conviritieron en cierraempresas en todo el mundo. Y nosotros fuimos con los demás. En aquella época, éramos en España alrededor de seiscientas empresas en la Asociación de Fabricantes de Juguetes, y ahora no creo que sean más allá de veinte o veinticinco socios», recalca Gallego.

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