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Desde la distancia, cuando la niebla no se interpone para impedir una maravillosa panorámica, ya imponen. Esa mezcla de colores marrones, ocres y verde de la vegetación que poblaba esta parte occidental del El Bierzo llaman ya de por sí la atención y por la cabeza de muchos aparece la pregunta: ¿cómo ha sido posible forman este singular paraje?
De una mina de oro que obligó a derrumbar montañas se levantó un monumento natural, un escenario único que la Unesco ya protege desde 1997 con la figura de Patrimonio de la Humanidad. Son Las Médulas, uno de los tesoros, en el amplio sentido de la palabra, de El Bierzo y de la provincia de León, por el que cada año más de 200.000 personas pasan para contemplar la belleza y la singularidad de este lugar.
«Nos conocen en todo el mundo por este paisaje», confiesa el alcalde de Carucedo, Alfonso Fernández, que reconoce la directa relación entre Las Médulas y el lago de Carucedo, donde se lavaba y cribaba el oro que los romanos explotaban de estas montañas.
La mecánica para explotar el oro hace 2000 años era muy avanzada para la época y, cuanto menos, curiosa. «La técnica utilizada por los romanos era la conocida como 'ruina montium', que consistía en meter agua por las cuevas de estas montañas para derruirla y aprovechar los sedimentos, ricos en oro», explica el regidor del municipio donde está ubicado este yacimiento que señala, una vez logrados estos sedimentos se lavaban en este lago de Carucedo.
Es uno de los tantos yacimientos auríferos del noroeste de la península Ibérica y no es el único en El Bierzo, señala Fernández, pero sí es singular por sus dimensiones. «Las valiñas y barrancas ocupan unas 60 hectáreas, pero todo el espacio natural y cultural ocupa más de 3.000», explica.
Y, ¿cómo se percataron los romanos de la gran riqueza en oro de estas montañas? «Simplemente, tuvieron que observar», explica Alfonso Fernández, que recalca que los pobladores nativos de esta comarca ya explotaban el oro de Las Médulas. «Los celtas ya conocían la riqueza de oro que poseían estos parajes, con pliegues de conglomerados ricos en este mineral y por el que incluso las guerras cántabras se libraron aquí», señala.
Fue por eso que en el año 25 de nuestra era, Plinio el Viejo llegó a El Bierzo como «gerente» de esta explotación, para iniciar unos trabajos que duraron dos siglos. «Pero, es curioso, los romanos dejaron de explotar este oro de repente. Se ve dónde finaliza un corte pero se atisba la prolongación del mismo pliegue que, en teoría, tendría el mismo oro», señala el alcalde de Carucedo, que responde con un rotundo 'sí' a la existencia hoy día de oro en estas montañas.
La cantidad de oro que se lograba sacar en estas montañas varía y hay discrepancias en las cifras. Alfonso Fernández señala que hay teorías que hablan de uno o dos gramos de oro por tonelada de piedra, lo que supondría unos 250.000 kilos en Las Médulas, pero otros estudiosos hablan de 5.000. Las catas para estudiar la concentración de oro en este paraje continuan y las investigaciones también.
Porque, sin duda, es un lugar que suscita muchas historias y leyendas. Una, quizá la más conocida, es la de la ninfa del lago Carucedo, la Ondina Caricia, de la que la leyenda cuenta que sus lágrimas formaron dicho lago. «Incluso el origen del lago es incierto, con teorías basadas en la leyenda y otras aportadas por geólogos», explica Fernández.
Otra de las historias más populares es la relacionada con los Templarios que, tal y como reflejó Matilde Asensi en una de sus obras, lo guardaban y custiaban en Las Médulas. «Viendo la erosión de estas cuevas que he presenciado en 50 años, sería incluso posible», apunta el alcalde de Carucedo, que también destaca la obra de Gil y Carrasco sobre el lago de Carucedo y la leyenda de Funes o el hecho de que este yacimiento fuera el escondite de guerrilleros antifranquistas escapados durnate la Guerra Civil.
Sin duda, Las Médulas son uno de los grandes tesoros de la provincia de León. Carucedo, El Bierzo y León en general presumen de un yacimiento de esta riqueza arqueológico, cultural, histórica y paisajística, que sigue escondiendo multitud de misteriores entre sus cuevas y paredes.
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