No hay consuelo en las víctimas de los abusos sexuales que durante años silenciaron los fríos muros del Seminario Menor de La Bañeza. Y las palabras de la Iglesia, lejos de resarcir el daño, reabren una herida que el tiempo no logra cicatrizar.
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Es la ... consecuencia de la entrevista que el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, concedió a leonoticias y en la que por primera vez reconocía que tanto el rector Don Gregorio como su predecesor Antonio Briva Mirabent estaban al tanto de los abusos a menores.
Una revelación que no viene más que a reafirmar el testimonio de las víctimas, como Francisco Javier, el leonés que destapó el oscuro pasado de la Diócesis de Astorga. «Claro que lo sabían, menos mal que lo admiten», remarca Francisco. Al fin de cuentas, recuerda, fue su hermano gemelo el que informó directamente al rector.
Le invade la rabia al leer cada una de sus palabras. «¿Cómo puede decir qué no sabe qué hicieron tras ser conocedores de estos hechos? Quizá debería leerse mi denuncia», lamenta Francisco, que recuerda cómo a partir de esa fecha los responsables del Seminario se dedicaron a «hacernos la vida imposible«.
«Si no lo sabe el señor obispo ya se lo digo yo. Nos castigaban a dormir en la sala de la peluquería pero cada poco nos pegaban. Nos susurraban al oído que «íbamos a dejar la piel». Cuando expulsaron a mi hermano pro escaparse, me pegaban puñetazos para ver si estaba triste y le echaba de menos».
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Es más, advierte que lo único que hizo el por aquel entonces obispo de Astorga fue mantener al «delincuente de José Manuel Ramos Gordón un año más en el Seminario de La Bañeza y, posteriormente, trasladarle a Zamora, poniendo en riesgo a más niños».
Pero Francisco va más allá y matiza al obispo de Astorga. Rechaza su versión de que los sacerdotes, en su deber, pusieran en conocimiento los hechos e insiste en señalar uno a uno los cómplices que, con su silencio, permitieron que su hermano y él fueran objeto de las mayores atrocidades.
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Los vuelve a enumerar, igual que hiciera en la carta que en 2014 le envió al Papa Francisco. Javier Redondo, Antonio Briva Mirabent, Don Gregorio, Santiago Cadierno, Don Prudencio, Don Bernardo y Don Hortensio. Sin embargo, hoy añade uno más.
Es su tutor, Juan Herminio Rodríguez Fernández, al que también acusa de callar, de mirar hacia otro lado. Es la primera vez que aparece, pero Francisco ya no puede más de tanta mentira. «Fue llamado a declarar en mi casos y en las actas consta que era conocedor de los abusos. Tampoco hizo nunca nada. Todo son encubridores».
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Francisco lamenta la falta de valentía del obispo de «ocultarse» tras un cuestionario y negarse a someterse a las preguntas de los periodistas y acusa Menéndez de mentir, al fin de cuentas, advierte, jamás rechazó su ayuda. «Yo no la acepto pero nunca le dije que me hiciera falta».
Por ello y entre tanta «mentira» y tanto «daño», le recuerda que no acepta sus perdones «hipócritas» y que son muchas más las víctimas del Seminario, empezando por el que declaró en su proceso. «El obispo es consciente de ello y no denuncia no porque tenga miedo sino por la reacción y la actitud de la Iglesia».
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En cualquier caso, serán otras las voces las que darán altavoz al horror vivido durante décadas en La Bañeza, incluso posteriores a 1989, que hasta ahora no se han hecho públicas.
Francisco acusa de tratar como víctima de segunda a Emiliano Álvarez, el exseminarista que señaló por primera vez a Ángel Sánchez Cao, ahora apartado por una segunda denuncia, a la par que califica de «lavado de cara» la delegación de acompañamiento constituida en la Diócesis de Astorga y que la completa supuestamente una víctima de abusos ajena a La Bañeza.
«¿Por qué no elige una víctima del Seminario? Tiene de sobra. Además, me sorprende que una víctima se presente a esto cuando ninguna de las que conozco es partidario de ello. Es un lavado de cara, algo que está muerto antes de empezar», sentencia Francisco, que insta a la Iglesia a dejar de hacer «tanto daño» a hombres a los que, como él, les robaron la infancia y la inocencia de la forma más cruel posible.
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