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«Esta es la memoria de nuestra tierra, de nuestras gentes y de nuestras parroquias». Así describe el archivero, Miguel Ángel González, qué es el Archivo Diocesano de Astorga. Un nombre que guarda miles de documentos, libros y legajos, algunos con una decena de siglos, pero que no permanecen olvidados si no que están vivos y se adaptan al siglo XXI.
Para ello, el archivo trabaja ya en informatizar este banco de conocimiento que sigue siendo consultado, a diario, por investigadores que buscan profundizar en la historia general o propia.
Son muchas las personas que recuerdan con añoranza, el catálogo de fichas en las que consultar el fondo de una biblioteca. Precisamente este sistema es el que sigue funcionando en el Archivo Diocesano. «Este archivo nunca tuvo un programa informático. Ahora estamos trabajando en este proceso de informatización, que no de digitalización» explica el archivera quien desea que también se puedan consultar, de manera digital algunos libros que están en un estado deficiente para su mejor conservación, aunque admite que este proceso todavía no tiene fecha de comienzo.
Y es que el archivo diocesano es una alma vive pero adolece de falta de personal que cuenta con numerosos frentes abiertos para catalogar e informatizar el fondo mientras continúan archivando los nuevos documentos que llegan. «También estamos trabajando en optimizar los espacios del archivo», admite González.
El Archivo Diocesano de Astorga es el guardián de la historia de una de las diócesis más antiguas de España que data desde mediados del siglo III. Así, sobre el antiguo aljibe romano se alza este inmueble que no cuenta con una solo colección sino con varias partes que componen una riqueza documental digna de admiración.
Por una parte, la documentación propia del archivo que guarda los fondos de la curia diocesana del obispado desde el siglo XVI. Esta parte se completa con los fondos de las parroquias que depositan aquí sus archivos parroquiales desde hace más de 100 años. «Uno de los que más se visitan para investigaciones de tipo genealógico», advierte el archivero quien reconoce que son muchas las personas que buscan a sus antepasados a través de consultas en estos libros.
De otra parte el Archivo de la Catedral también se guarda en este edificio. Una parte que se vio reducida durante la Guerra de la Independencia cuando ingleses o franceses (se desconoce si invasores o aliados) usaron la documentación para avivar y nutrir sus hogueras. «Lo que queda es del siglo XIX pero muy rico e interesante», señala González.
Dos partes que se completan con la documentación del cercano Hospital de San Juan así como de un rico archivo musical que catalogó, en su momento, Don José María Álvarez «y que habrá que retomar para darle proyección informática», ha explicado el archivero destacando que las paredes del archivo también guardan el depósito de la Hermandad de las Cinco Llagas o del Convento de Santi Spiritus así como de Cope Astorga. «Una fuente de noticias y curiosidades de la vida cotidiana», recalca el archivero.
Y es que el Archivo Diocesano de Astorga ofrece multitud de conocimientos en torno a la vida cotidiana de las gentes de diferentes épocas, sus usos y costumbres así como festividades o costes de producción o venta de altares, pasos o imágenes. «Como la sección de protocolos notariales, que no todos los archivos tienen. Aquí las tenemos desde el siglo XVI hasta el XVII y entre otros cosas, guarda el contrato de Gaspar Becerra para hacer el alta de la Catedral», destaca el archivero.
Así, la riqueza de esta documentación viva es la suma de conjuntos en los que también se incluye una biblioteca especializada en temas locales, de autores diocesanos y con trabajos que se han realizado a partir de la documentación del archivo así como el fondo de libros litúrgicos y una hemeroteca que a González le gustaría tener más completa. «Yo personalmente estoy muy sorprendido de la cantidad de ediciones diferentes que tenemos de misales y otras obras que ahora estamos clasificando y optimizando porque son muy interesantes», advierte el archivero.
Como todo buen depósito, el archivo también cuenta con sus propias gemas preciosas, sus joyas. La mayor es el Tumbo de San Pedro de Montes, «es un privilegio tenerlo porque es fuente de consulta de la historia monacal y también del Bierzo. Es una referencia obligada por sus contenidos de la muy alta Edad Media», confirma el archivero quien admite que aunque está transcrito se está llevando a cabo una nueva transcripción.
Igualmente otra de las joyas es el Cartulario de Carracedo, una documentación monástica de los siglos X, XI y XII así como el Fondo de Protocolos. «Para mi uno de los más interesantes pues siempre he encontrado fuentes y detalles de la vida cotidiana», admite.
Y a veces, las gemas pueden ser más raras, como el manuscrito ilustrado con acuarelas a todo color de trajes de la Toscana que es «único y raro, un belleza».
El archivo diocesano de Astorga no es solo una joya de contenido sino también de continente, en una ubicación que cumple, en este 2022, sus bodas de oro.
Fueron unas casas de oficio ubicadas en la actual plaza de Eduardo de Castro las que acogieron los primeros legajos que después pasaron al sótano del Palacio Episcopal. «Cuando llegó Don Augusto, que tenía vocación de archivero, hizo gestiones con el Ministerio para crear lo que, en ese momento, fue el mejor Archivo Diocesano de España», admite González.
Y razones no le faltan para esta afirmación: las estanterías de metal impedían la rápida expansión de un hipotético incendio y los legajos pasaron de estar atados en cuerdas a ser guardados en cajas. «Las mandó hacer en una empresa de Astorga de distintos tamaños. Después vinieron de otros archivos a copiar los modelos», advierte.
Así, el archivo se guarda en su propio castillo anexo a la Catedral con salas de investigadores, despachos y servicios «algo que no está en todos los archivos incluso hoy en día». A pesar de ser de nueva planta, se aprovechó una portada en la cual se incluyeron remates románicos, los escudos del cabildo y del obispo de la época José Antonio Briva labrado por la escultora local Castorina.
Y el archivo, como ser vivo que es, no quiere dejar pasar la celebración sino celebrar su efeméride con la colocación en la fachada de la placa que la ciudad de Astorga entregó a Augusto Quintana nombrándole hijo adoptivo. «También nos gustaría hacer una pequeña memoria y una exposición así como un simposio con conferenciantes que hayan utilizado documentos del archivo para sus estudios. Pero para ello necesitamos ayuda de la instituciones» reconoce el archivero.
Un rico lugar que acoge la memoria viva de la historia de varias tierras que se unen en una única diócesis y que seguirá creciendo para contarnos quiénes somos que es, en definitiva, el objetivo final de los archivos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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