Pocas serán las personas que, si se les pida que describan las especies que forman un ecosistema, sume a la lista a los hongos. Son una parte básica y fundamental, pero una que tiende a ser poco visible para los no iniciados. Quizás, ahora habrá ... quien hable de 'The Last of Us' y de tramas de ciencia ficción, pero fuera de la comunidad científica poco es lo que esperamos de una pieza que, como otras, sostiene el mundo en el que vivimos y puede ser determinante para sobrevivir a sus retos.
«Todos y cada uno de los organismos que existen en el planeta tienen alguna función ecosistémica que se relaciona con todo lo que tienen a su alrededor y gracias a ello se mantiene un equilibrio natural que hace que todo funcione», recuerda Xesús Graña Carbajo, biólogo del departamento I+D+i de Hifas Foresta, una empresa que trabaja, justamente, con hongos. «Los hongos, al ser el último eslabón trófico de la cadena alimentaria, juegan un papel crucial para la conservación y son fundamentales para la supervivencia de las plantas y el funcionamiento del ecosistema», señala.
Esto es lo que hace que, por mucho que los iniciados no pensemos en ellos, sí lo hagan en el campo de la ciencia. En el mundo académico, los investigadores están adentrándose en comprender las relaciones de los hongos con elementos clave del entorno. Al fin y al cabo, tenemos que entender su valor para poder apreciarlos en su justa medida. El especialista Merlin Sheldrake —autor de 'Entangled Life: How Fungi Make Our Worlds, Change Our Minds, and Shape Our Futures'— cree, como explica en una reciente entrevista en 'The New York Times', que los hongos podrían ser cruciales para afrontar algunas de las emergencias ecológicas que ahora mismo sacuden al mundo.
«Los hongos representan el más básico principio de la ecología: que es de las relaciones entre los organismos», asegura. Viven en redes y ese es, en realidad, el principio básico que gobierna el mundo en el que vive el ser humano. Pero, además, su trabajo tiene un impacto directo en cuestiones tangibles, como, aventura Sheldrake, generar compuestos antivirales o descomponer sustancias contaminantes.
¿Pueden entonces los hongos ayudarnos a paliar los efectos y las causas del cambio climático? ¿Podrían comerse el dióxido de carbono? «Realmente los hongos son heterótrofos», explica Xesús Graña Carbajo, biólogo del departamento I+D+i de Hifas Foresta, «no tienen la capacidad que tienen las plantas de captar el CO2 de la atmósfera, pero de forma secundaria podemos decir que sí lo hacen». Los hongos son una parte fundamental de los ecosistemas, por eso, apunta el experto, son importantes para «la salud y crecimiento de nuestros bosques» y por como «almacenan en el subsuelo todo este carbono absorbido por las plantas».
De hecho, esa es una de las áreas en las que se está investigando el papel de los hongos en la naturaleza. La investigadora Toby Kiers se está centrando en comprender mejor a los hongos subterráneos, que son ahora almacenes de CO2 —y que, como tantas otras especies del mundo vegetal, están también en peligro—, cómo funcionan y cómo operan sus redes.
No menos importante en unas proyecciones que cada vez hablan más de sequía y de problemas en el acceso al agua, los hongos tienen también un papel a la hora de asegurar la disponibilidad del agua.
Hongos para recuperar el bosque
Más allá de lo teórico, el potencial de los hongos puede verse ya desde lo práctico. Hifas Foresta los usa en la producción de castaños, para hacer más resiliente una especie autóctona y los han empleado en proyectos de recuperación. «Hemos utilizado hongos en diferentes proyectos de recuperación ambiental y con diferentes aplicaciones», apunta Graña Carbajo, «por ejemplo, para recuperación de suelos de minas a cielo abierto o escombreras, donde los hongos juegan un importante papel en la mejora del sustrato y en el favorecimiento del crecimiento vegetal».
También los han usado para evitar la erosión que sigue a los incendios forestales y recuperar la vegetación en esas zonas o para —aunque pueda parecer una paradoja—luchar contra los parásitos de las plantas. Los suyos acaban con los hongos parásitos no deseados.
El por qué sumar los hongos a esos procesos se entiende escuchando cuáles son sus beneficios. Los beneficios de los hongos son que «favorecen la biodiversidad y la resiliencia de los bosques y cultivos». En un momento en el que la resiliencia forestal parece más importante que nunca, cabe pararse a explorar el por qué ayudan a lograrlo. «Por un lado, tenemos las micorrizas, que mejoran la capacidad de desarrollo de los vegetales», indica el biólogo. En situaciones de estrés, como esa degradación del terreno de la que hablaba o en momentos de sequía, «las plantas no serían capaces de prosperar sin la asociación con estos hongos».
«Además, no hay que olvidar el lugar que ocupan en la cadena trófica estos seres vivos, son los descomponedores, auténticos recicladores de materia orgánica», suma.
Pieza fundamental
Ahí está la parte fundamental del poder de los hongos. En las raíces de las plantas se oculta una vida secreta, secreta al menos para los seres humanos que caminan por la superficie y no suelen ver qué ocurre en las entrañas del terreno. En esa vida, los hongos tienen un papel protagonista. Como explica Graña Carbajo, las microrrizas que se forman en esas raíces crear relaciones de intercambio. «Básicamente el vegetal aporta al hongo los hidratos de carbono que necesita para desarrollarse y el hongo, que gracias a su capacidad de generación de micelio puede captar agua y nutrientes más allá de donde llegan las raíces, le cede a cambio nutrientes y agua», apunta.
Como esa vida ocurre bajo tierra, apunta el especialista, es la que ha hecho que «nunca se les ha prestado la atención que merecen». Sin embargo, añade, «hoy en día sabemos que alrededor del 90% de las plantas vasculares forman este tipo de asociaciones». Es gracias a los hongos a los que las plantas fueron capaces de ir avanzando palmo a palmo por la superficie de la tierra: son los que les ayudaron a ir creciendo.
Y es también lo que podría ayudar también a las plantas del futuro, favoreciendo su crecimiento y «su productividad». Como apunta el experto, no se habla solo de lo que podría suponer para los árboles, sino también de lo aportaría a otras especies por las que los humanos sienten un interés más directo. «Especies tan estratégicas para la alimentación como el trigo, el maíz o el arroz, entre otros, también dependen de estas asociaciones», señala.
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