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La ganadera Sonia Lejarza cuidando de sus vacas en su caserio de Zeberio. Mireya Lopez
Así explica la historia la brecha de género en el campo español

Así explica la historia la brecha de género en el campo español

ODS 5 | Igualdad de género ·

Solo tres de cada 10 explotaciones agrarias tienen a una mujer a la cabeza; una mirada al pasado ayuda a entender por qué

Raquel C. Pico

Miércoles, 6 de marzo 2024

Solo el 28,9% de los proyectos agroganaderos tiene a una mujer como responsable, según datos del Censo Agrario del Instituto Nacional de Estadística recogidos por la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR). Una brecha de población -con un campo que se masculiniza-, ... una invisibilización del trabajo de las mujeres rurales o un techo de cristal difícilmente franqueables son algunas de las razones que explican la actual brecha de género en el campo en España.

Pero lo cierto es que comprender la historia del medio rural ayuda a contextualizarla: lo que pasó en los últimos dos siglos -y los cambios productivos y de imaginario del campo- tiene un impacto directo sobre lo que se encuentra ahora mismo. La brecha de género rural de hoy es una heredera de un proceso que arrancó hace ya unas cuantas décadas.

Esa es la historia que aborda 'Mujeres y agricultura en la política española del siglo XX', que acaba de publicar la editorial Cátedra. «El libro parte de una constatación del presente», apunta Teresa María Ortega López, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada y autora, junto con las historiadoras Ana Cabana Iglesia, Laura Cabezas Vega y Silvia Canalejo Alonso, de esta obra.

Ella también habla de esa brecha de género tan importante del campo y de una «actividad económica muy masculinizada». Esta es también la realidad que señalan los estudios que abordan lo que ocurre ahora mismo en el mundo rural y, como demuestra el libro, se conecta con lo que ocurrió en el pasado.

¿Podemos entender entonces el presente estudiando la historia? «Los historiadores miramos al pasado, pero para dar soluciones al presente y al futuro», señala la experta.

Adela Andikoetxea, productora de hortalizas. Mitxel Atrio

El año palanca en el análisis de estas historiadoras es 1900 y «no es casualidad». Es el año en el que aparece el Ministerio de Agricultura, un hecho que tiene mucho que ver con la «crisis agraria finisecular». Era una crisis tanto económica -son, por ejemplo, los años de la filoxera- como social -con pobreza y atraso en el mundo rural, pero también con reclamaciones y actividad sindical de sus habitantes-, como explica la historiadora.

Ayudantas e invisibles

El ministerio es una respuesta a ese escenario, buscando ser la palanca para la introducción de maquinaria, cultivos o fertilizantes, pero también para posicionarlo ante un mercado agrícola cada vez más globalizado.

«Aquí es donde ponemos de manifiesto esa construcción sexo-género», apunta la historiadora, puesto que se establece un doble espacio. Todos esos procesos de cambio y modernización se dirigen a ellos, mientras que de ellas se espera que se conviertan en quienes cuiden el hogar y la familia.

Son las «ayudantas y colaboradoras de los agricultores», explica la experta. Y con esto se las invisibiliza. El trabajo que hacen pasa a ser considerado secundario y las mujeres no aparecen en las estadísticas que se empiezan a elaborar de cómo funciona el campo y qué se está haciendo en él.

Sin embargo, esta visión de cómo deben ser las cosas -y este imaginario y estructura que se está permeando al mundo rural y se acabará asentando- choca con los hechos: las mujeres habían estado trabajando, su trabajo era valioso e incluso en este nuevo contexto en el que se las clasificaba como ayudantas y responsables del hogar tenían un papel fundamental para la subsistencia de las explotaciones agrarias.

Antes de este salto de la agricultura tradicional a la capitalista, las explotaciones funcionaban como granjas familiares y el trabajo femenino era «esencial e imprescindible». El reparto de las tareas no atenía a cuestiones de género, sino que cada miembro de la unidad familiar participaba para sacar adelante el trabajo.

¿Cuándo se produce la división de roles?

Ellas formaban parte del trabajo «productivo», ese del que la agricultura industrial las apartó para dejarlas en la esfera doméstica. Por supuesto, no hay que imaginar este mundo como una arcadia de igualdad, pero, como señala la experta, la división de tareas no estaba segregada por géneros. Ellos, por ejemplo, también asumían los cuidados.

Esto cambió cuando se arrancó ese proceso de modernización del campo, en el que se industrializa la producción. La especialización llegó al mundo agrícola, así como la idea de la productividad del campo. Es entonces cuando se produce esa división entre el papel de unos y el de la otras. En un mundo agrario más profesionalizado, las mujeres se vuelven más invisibles.

También se les bloquea el acceso en igualdad de condiciones económicas a esos trabajos. Si una mujer ayuda, no es exactamente una trabajadora. «Las mujeres por muchas tareas dejan de percibir ese salario, dependen del salario del marido», explica Ortega López.

Esto las limita. No solo se trata de que su trabajo se invisibilice, sino que también las pone en una situación más precaria. Cuando se quedan viudas o cuando no se casan, por ejemplo, tienen una menor entrada de ingresos o dependen mucho más de la beneficencia. «Las figuras más comprometidas por la pobreza eran las mujeres», señala.

E, igualmente, el trabajo que realizan -porque sí estaban trabajando, aunque se infravalorase su contribución- no se incluye en estadísticas e informes sobre lo que está pesando en el campo. «Como no se registra su trabajo, parece que no hacen nada», señala Ortega López.

«Las mujeres del agro se convirtieron de esa forma en un colectivo «triplemente invisibilizado», por ser mujeres, por ser rurales y por ser trabajadoras», se lee el ensayo. Ellas trabajaban, pero este trabajo permaneció «sistemáticamente» oculto. «La agricultura se ha mantenido gracias al trabajo de todas las personas», pero «si no se contabiliza, no existe», sintetiza Ortega López.

La democracia no trajo el cambio

La llegada de la democracia no supuso un cambio inmediato en cómo se veía el campo y cómo a la mujer rural. Ha sido el trabajo intenso de las mujeres rurales reclamando sus derechos las que han logrado que ideas como las de que las mujeres 'ayudan' en el campo hayan sido cuestionadas. Aun así, no fue hasta 2011 cuando se logró que se aprobase la titularidad compartida de las explotaciones agrarias. Hasta entonces solo una persona podía ser titular y lo era, casi por defecto, un hombre de la familia. Esto limitaba desde el acceso a cotizaciones hasta a cursos de formación y especialización y mantuvo, hasta una fecha tan reciente, a las mujeres como trabajadoras invisibles del campo español.

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