La basura, materia prima para fabricar hidrógeno
ODS 7 | Energía Limpia y asequible ·
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ODS 7 | Energía Limpia y asequible ·
La alicantina Greene Waste to Energy consigue dar una nueva vida a los residuos urbanos que acaban en el vertederoEn 2019, son los últimos datos disponibles en el Instituto Nacional de Estadística (INE), los españoles generaron 483,7 kilogramos de residuos urbanos por habitante y que casi la mitad de la basura recogida acabó en el vertedero a la espera de su ... descomposición por el paso del tiempo o ser enterrados en los terrenos destinados a ello. Pero, ¿y si esos desechos tienen todavía valor?
Esta es la apuesta de cuatro ilicitanos que ha quedado plasmada en Greene Waste to Energy (Greene). «Hay una cantidad de material que se denomina fracción rechazo que llega a vertedero», explica Jesús Martínez, cofundador y CSO de la compañía. Unos restos que convierten en energía los restos urbanos que no se pueden dar una segunda vida.
La cuadratura de la economía circular que sólo tiene un ‘pero’: «esos residuos tienen que tener carbono fácilmente oxidable», detalla Martínez. Un ingrediente esencial para conseguir «conseguirlo transformar en un gas, en otro producto que tenga viabilidad», explica el directivo de Greene, o en hidrógeno, «porque tecnología hay para hacerlo».
Este año, la compañía ilicitana se ha integrado en la Estrategia del Hidrógeno Renovable de la Comunitat Valenciana 2030 (EH2CV). Tras esta adhesión, Greene ha comenzado ya a trabajar en el desarrollo de una planta piloto que procesará inicialmente 100 kg/h de residuos sólidos industriales y urbanos para obtener 6 kg/h de hidrógeno, en total, 45 toneladas de producción anual de hidrógeno renovable.
Una hoja de ruta que traerá en 2024 la primera planta industrial para elevar la capacidad de procesamiento, aunque «tenemos la tecnología para producir este hidrógeno, todavía no está clara la normativa sobre cómo volcar esta energía a la red», apunta Martínez. «Además, también habría que ajustar los costes de producción», apostilla.
A pesar de la burocracia para avanzar, «ahora ya no eres un ser extraño», responde Martínez. «Ya no te miran raro y entienden perfectamente lo que queremos hacer», explica. Una aventura que nació en 2003 y se materializó en un viaje a la India. «Vimos que se usaba la gasificación para calentar casas, cocinar y lo hacían con las heces de las vacas», relata Martínez.
A la vuelta del viaje, «comenzamos a pensar en la gasificación y qué utilidad tenía», destaca. Mientras trataban de entender las utilidades de esta técnica, lo compaginaban con su trabajo en la industria del calzado. Ahí se les encendió la bombilla. «En este sector se genera mucho residuo, sobre todo, cuando se inyecta poliuretano y entonces vimos que si se podía coger ese residuo y generar un gas se podría usar como combustible para generar energía eléctrica. Fue el germen de todo», recuerda el directivo de Greene.
Jesús Martínez
cofundador de Greene Waste to Energy
Dos décadas después, «estamos tramitando las primeras autorizaciones ambientales y esperamos tener a finales del año que viene la primera instalación en funcionamiento», revela. Sin embargo, su tecnología no ha cambiado y obtienen un syngas o gas sintético a partir de residuos urbanos, biomasa o lodos de depuradora para «generar productos de alto valor añadido», apunta Martínez.
La técnica de la compañía ilicitana, protegida por una patente mundial, permite generar metanol, gas renovable, biocombustibles, ceras sintéticas o hidrógeno verde. «Podemos valorizar de forma rentable cualquier residuo que tenga matriz orgánica».
Antes de pasar por los distintos reactores de pirólisis y gasificación para convertir en energía esos desechos, «estudiamos al detalle todas las características del residuo para encontrar su mejor valorización». A estas instalaciones llega carbón, basura procedente de los hogares, plásticos, desechos industriales o neumáticos. «No es lo mismo una rueda que la biomasa, pero la idea es que al aplicar calor se pueda convertir en un gas», resume Martínez.
Según sus cálculos, por cada kilo de residuo que se procesa se genera, aproximadamente, 1 kilovatio de energía y más de 1,5 de energía. Este proceso, además, produce una ceniza inerte que se puede aplicar en diversos usos en obra civil.
«Cuándo te metes en el sector y empiezas a ver todo lo que se tira, te echas las manos a la cabeza», advierte Martínez. Sin embargo, «con los Objetivos 2030 ya todos están más concienciados y no te miran raro cuándo les hablas de circularidad».
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