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Cielo apenas cubierto por nubes altas y la ligera brisa propia de la primavera. El tiempo acompaña y los paracaidistas desplazados a la base militar de La Virgen del Camino se preparan para realizar las prácticas del ejercicio Lone Paratrooper que cada año reúne en la Academia Básica del Aire a la élite del paracaidismo europeo.
«Se trata de adiestrar e intruir a las unidades paracaidistas no solo del Ejército de Tierra, sino de todas las unidades de las Fuerzas Armadas que han querido participar, en las capacidades de lanzamiento de alta cota», explica el comandante Rolán dentro del hangar en el que los militares preparan sus equipos para el salto.
Un total de 140 paracaidistas de España -113-, Francia, Portugal y Estados Unidos realizan este ejercicio de dos semanas de duración realizando lanzamiento de alta cota que supera los 13.000 pies (4.000 metros) de altura. «Estamos haciendo saltos a 18.000 pies (6.000 metros) hasta 24.000 pies (8.000 metros) que necesitan emplear oxígeno para estar a esa altitud un tiempo prolongado».
El tiempo de navegación oscila según la altura, pero puede variar desde los 15 hasta los 25 minutos y, en función del viento, pueden alcanzar desde 25 hasta más de 50 kilómetros.
Estos lanzamientos de alta cota, explica Rolán, sirven para «practicar una técnica de infiltración en la que los paracaidistas saltan a alturas superiores a la capacidad de detección de los radares y alcanzan objetivos ya sea en territorios enemigos o difíciles de alcanzar desde otros medios».
En definitiva, estas prácticas anuales permiten «intercambiar procedimientos con otros países, conocer otras aeronaves y compartir experiencias con otros compañeros para conseguir una formación mucho más especializada y completa».
Tras pasar exhaustivos controles antes de subir a los aviones desde los que realizan los saltos para comprobar el perfecto estado del equipo y, ante todo, verificar la seguridad de los paracaidistas, los equipos se preparan para el salto, que puede ser individual o en tándem.
El objetivo, prepara a los paracaidistas para misiones tanto bélicas como para mantener la paz. Así lo explica el teniente Iborra, que tras aterrizar cuenta que «todo esta instrucción siempre va orientada de manera táctica para que cuando se no necesite, estar en condiciones de asumir esas funciones».
Iborra, que asegura que el mejor momento del salto «es justo salir por la rampa», reconoce que, cuando toca suelo y está todo bien «me llevo una alegría».
Este ejercicio de referencia para el paracaidismo internacional se trasladó a León «hace ya más de dos décadas» y se realiza, siempre que las condiciones climatológicas lo permiten, en primavera. La pandemia, como en todos los ámbitos, también afectó a esta práctica, y en 2020 su realización se tuvo que posponer de mayo a los meses de septiembre y octubre.
De este modo, estos héroes militares siempre prevenidos para el conflicto aumentan sus conocimientos para seguir cayendo, seguros y listos, desde el aire.
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