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El puente de Párroco Pablo Diez, elevado sobre las vías del tren en el término municipal de San Andrés del Rabanedo, no debería existir. En realidad, la piqueta lo tendría que haber tirado abajo conforme al primer proyecto de soterramiento para la ciudad de León, que preveía cinco kilómetros de línea bajo tierra con una inversión global que podría llegar a los 300 millones de euros como valor conjunto del desarrollo urbano de la zona anexa y el proyecto en sí.
Pero aquel desarrollo, ideado en 2008, se vino abajo junto con la crisis de la construcción y el colapso de todo el sistema financiero. De haber sido una realidad el tren entraría en una especie de túnel a la altura del estadio Reino de León y asomaría en el barrio del Paraíso, a un paso del Centro de Referencia Estatal de San Andrés.
Los efectos económicos de aquella crisis convirtieron un soterramiento de cinco kilómetros en uno de 500 metros y el desarrollo urbanístico por valor de 300 millones de euros en una inversión que apenas supera la veintena.
Las consecuencias colaterales de aquella inversión se muestran ahora cuando el inminente paso del AVE obliga a hacer efectivo el proyecto en su conjunto. En ese punto San Andrés del Rabanedo es la zona más afectada de León y su alfoz. No tendrá soterramiento y el paso de las vías seguirá siendo una frontera que todos anhelaban con suprimir.
Los problemas en esa zona no se han dejado de multiplicar. Y el más grave, el paso del AVE bajo el paso el puente de Párroco Pablo Diez, que soporta el paso de 10.000 vehículos cada jornada. El accidente del AVE en Angrois y no errores de cálculo o cualquier otra cuestión técnica, esconde la clave de los problemas. Tras aquel gravísimo accidente se modificó la normativa de seguridad en el paso bajo puentes, lo que conllevaba cambiar el ancho del paso y la altura. Se trata de una cuestión de seguridad
Otra opción sería reducir al mínimo la velocidad de los convois, aseguran los técnicos de Renfe, pero esa posibilidad fue descartada por resultar poco efectiva y mantener estructuras que se consideran agresivas para la seguridad del ferrocarril.
De este modo Adif Alta Velocidad deberá acometer sí o sí el derribo del actual paso elevado que, además, verá incrementada su altura entre «quince y veinte centímetros». Las obras se acometerán en cuestión de semanas y su ejecución oscilará entre «los tres y cuatro meses». Durante ese tiempo el 'alivio' al tráfico se realizará por la calle Azorín y en menor medida a través de la Avenida de Portugal.
Paralelamente se ejecutará el derribo de la pasarela peatonal próxima y entrará en servicio la realizada precisamente junto al paso elevado actual. Se trata de un paso peatonal provisional sobreelevado más de un metro por encima del asfalto y cuya continuidad, o no, una vez que se recupere el paso original peatonal dependerá de su grado de aceptación entre los vecinos.
El resultado final será un paisaje no tan diferente del actual, con un paso sobreelevado entre 15 y 20 centímetros, una nueva pasarela peatonal que sustituya a la actual y deteriorada estructura de hierro y otro paso más peatonal que puede ser definitivo si los vecinos lo ven con 'buenos ojos'.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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