'Mi dulce Lucía': un homenaje al pasado para endulzar el futuro

El color rosa que decora las paredes llama casi tanto la atención como el olor que al atravesar la puerta lo impregna todo de un dulce aroma a desayuno lento y casero. Desde este mes de enero Trobajo del Camino cuenta con una nueva pastelería que más allá de un negocio, es un proyecto de familia.

'Mi dulce Lucía' abría sus puertas el pasado 20 de enero. Detrás del nombre, la historia de la pequeña Lucía Chamorro, que fallecía en 2017 por un cáncer infantil. Una enfermedad larga y cruel que Lucía siempre enfrentó con una sonrisa, como recuerdan sus padres, Ángel y Nieves, y su hermano Rubén, y de la que han tomado ejemplo para emprender esta nueva aventura.

«Todo lo que veis aquí lo representa ella, porque ella era alegría», cuenta su madre, que recuerda cómo el color rosa que decora las paredes era su favorito. «Sacar una sonrisa a la gente era lo que quería, ver a la gente feliz», una actitud frente a la adversidad que su familia toma como una lección para afrontar desde entonces nuevos inicios como el que ahora arrancan.

El sueño de crear su propia pastelería y obrador despertó hace años, aunque no ha sido hasta este mes de enero cuando ha echado a andar tras superar los miedos iniciales. «Este era el momento de hacer un cambio de vida, de crear este proyecto familiar y estar los tres juntos que nos apetece desde hace años y decidimos tomar el riesgo», cuenta Ángel, que quiere «endulzar un poco a nuestros vecinos».

Ángel y Rubén preparan otra hornada de magdalenas mientras Nieves reparte en bolsas rosquillas recién hechas. La respuesta de los primeros días superó todas las expectativas de la familia, que ha tenido que cerrar un par de días para volver a llenar de productos los mostradores. «Intento ser positivo pero soy muy realista, me preparo para todos los escenarios porque la vida nos ha dado muchos palos, por si nos da otro. Pensaba que iba a estar flojito los primeros días, que tendríamos que ir poco a poco...», cuenta Ángel. La realidad es que se encuentra nueve días después de la apertura con más volumen de trabajo que nunca. «Nos hemos visto de repente desbordados por la respuesta y estamos muy contentos y agradecidos», explica emocionado.

Es esa respuesta de los vecinos la gasolina que mueve a Nieves a levantarse cada mañana y subir la trapa de la pastelería en Párroco Pablo Díez 282. Se emociona al recordar el momento del cierre los primeros días, cuando, tras despedir al último cliente y agotados de la jornada, «llorábamos de emoción». Sin saber «si es un sueño o está pasando de verdad», Nieves encuentra en la mirada de alegría de los vecinos al salir de la tienda la motivación para seguir.

Además de homenajear su hija, Nieves y Ángel han creído en este proyecto por su hijo. Con 21 años, Rubén se pone a las órdenes de su padre, con más de 30 años de experiencia en el sector, para aprender un oficio en el que ha descubierto su vocación. Porque, aunque lo ha mamado desde pequeño, al poner «las manos en la masa», ha visto lo que realmente es ser pastelero. «Y la verdad, me gusta mucho más que antes», confiesa. Porque, a pesar de que reconoce que «es muy duro», el balance final es más que positivo. «Me llena, he encontrado lo que realmente me gusta y tengo grandes aspiraciones», comenta ilusionado ante un futuro en el que endulzar a los vecinos de Trobajo.

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