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Sánchez emplaza a Podemos

Antonio Papell

Martes, 1 de marzo 2016, 19:12

Pedro Sánchez, candidato a la investidura, está superando sucesivamente los obstáculos que encuentra en su camino con una habilidad innegable. Tras obtener el PSOE un mal resultado el 20-D al término un proceso de decadencia que arrancó en 2011, ha conseguido hacer de la ... necesidad virtud y ha hecho valer la segunda plaza en el fracturado parlamento para tratar de aglutinar una opción de cambio que, en efecto, ha sido impulsada por 18 millones de votantes que sin embargo no forman ni mucho menos un todo heterogéneo. Y ello, en país con tan escasa tradición pactista, era un reto muy complicado.

El discurso de investidura de Sánchez, al que ha acudido con bagaje de un buen acuerdo con Ciudadanos que se inscribe en el ámbito moderado de la socialdemocracia, tenía por objeto, evidentemente, conseguir una aproximación a Podemos, sin cuyo concurso no es posible la investidura, dada la dificultad aparentemente insuperable de que el inmóvil Partido Popular opte por la abstención. Y para conseguir este objetivo, que en principio parecía un imposible, ha confrontado a la formación de Iglesias con su responsabilidad: ya se sabe que Podemos está a la izquierda del PSOE y plantea un programa mucho más radical, pero ¿puede permitirse esta fuerza emergente malograr la oportunidad de transformación que ofrece el PSOE? ¿Tiene sentido ha clamado Sánchez innumerables veces en su discurso- demorar indefinidamente la puesta en práctica de un sinfín de medidas de regeneración democrática, de lucha contra la corrupción, de restauración del Estado de Bienestar, de emergencia social, etc., etc., que también han de agradar por fuerza a Podemos cuando podrían empezar a implementarse la próxima semana?

La argumentación es impecable, con una única laguna: cuando Sánchez dice que 'la izquierda no suma', dice sin duda la verdad, pero hay que recordar que Podemos no desdeñaba en sus propios cómputos conseguir la complicidad de ERC y de DiLL, las dos formaciones soberanistas catalanas que tienen representación parlamentaria algo que el PSOE no se va a permitir por razones obvias. La incógnita estriba por tanto en si Iglesias se atreverá a argumentar en este sentido, cuando sabe perfectamente que ni los partidos clásicos ni el marco institucional de este país tolerarían semejante claudicación. Todo ello al margen de que muchos pensemos que el soberanismo rampante es cualquier cosa menos progresista.

Hoy no hay elementos de juicio suficientes para valorar si el pacto a tres que podría adoptar diversas modalidades según Podemos se abstenga o se avenga a participar activamente en una coalición- pero sí pueden avanzarse algunas conclusiones notablemente fundadas: una primera, que hay base para un acuerdo, ya que el margen de maniobra de Podemos es limitado (sería duro cargar con la responsabilidad de frustrar las expectativas que han quedado enunciadas). Una segunda, que en todo caso el PSOE no está dispuesto a ceder en una deriva radical, sino que va a permanecer en el centro político, que es donde se ubica el discurso de Sánchez. Y una tercera, que aunque Sánchez no sea investido, su figura no declinará rápidamente ni regresará a la irrelevancia. Sánchez tiene madera, aprende rápido, entiende su papel, tiene sentido de la estrategia y una potente iniciativa personal, acepta los límites que le impone su posición y se ha ganado a pulso el liderazgo del PSOE, que ya no le discutirán sus pares en la dirección socialista. El discurso de investidura, vinculado a un magnífico acuerdo interpartidario del que no hay precedente en nuestra historia reciente (habría que evocar los Pactos de la Moncloa, tan distintos en su concepción y objetivos), entroniza unas pautas de gobierno y un modelo de Estado sólidos y bien trabados, que no son un corta y pega ni proceden de una simple improvisación. Y, además, ciertas propuestas delicadas, como la del retorno de la relación con Cataluña Sánchez ha revelado que la comisión bilateral Generalitat-Estado no se ha reunido desde junio de 2011-, han sido emitidas con pulcra delicadeza. Tender puentes en ese conflicto desgarrador después de un periodo de incomunicación es, en efecto, un objetivo que había que enunciar con inteligencia, como finalmente se ha hecho.

De hecho, la propuesta global de Sánchez a lo largo de los 96 minutos del discurso abarca la promesa de una tarea ingente que incluye dos reformas constitucionales una exprés y otra de mayor calado- y que está a la altura de la gran actualización que a simple vista requiere nuestro país, que ha quedado anclado en demasiados anacronismos y que ha lanzado señales de voluntad de cambio muy evidentes. Habrá que ver mañana si Rajoy también ha entendido que estamos en un tiempo nuevo, al que su partido tiene también que correr a sumarse si no quiere verse irremisiblemente arrollado por los acontecimientos.

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