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José Antonio Bravo
Martes, 1 de marzo 2016, 21:30
Pedro Sánchez es economista de formación, pero su discurso de investidura este martes ante el Pleno del Congreso de los Diputados ha tenido pocos ecos de ello y, por el contrario, mucho de dialéctica puramente política. El mismo lo había avisado poco antes: "si ... algo nos enseñó la crisis es que no hay nada más político que la economía", que es donde en su opinión "se traza la raya entre ganadores y perdedores". Y para no caer en el lado de estos últimos, el líder del PSOE necesita de manera imperiosa que la Comisión Europea sea flexible, y no poco, con los compromisos presupuestarios de España.
El candidato socialista a la presidencia del Gobierno parece haber fiado a Bruselas la financiación del grueso de las medidas que aplicaría de llegar finalmente a La Moncloa. Es el tercero de los grandes "compromisos" que anunció en el Parlamento, y que ya figuran en el acuerdo alcanzado la semana pasada con Ciudadanos: "fortalecer la estabilidad presupuestaria", y hacerlo negociando con las autoridades comunitarias un nuevo calendario de reducción del déficit público "que gradúe su ritmo".
La senda que desea, que ha calificado de "realista" y "equilibrada", sería a cuatro años vista y dejaría ese desequilibrio contable "en el entorno del 1%" (equiparable en términos de Producto Interior Bruto) para 2019, y a su vez "por debajo del 3%" -aunque sin concretar más- en 2017, saliendo así del "brazo correctivo" del denominado Procedimiento por Déficit Excesivo. El problema es que a, día de hoy, este escenario es una quimera. En las últimas fechas tanto el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, como el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, han cerrado la puerta a esta posibilidad, sin portazos aunque con firmeza.
El propio Sánchez es consciente de ello, como ha evidenciado este martes al señalar que desde Bruselas han advertido a España de que los Presupuestos del Estado para 2016 "presentan una desviación de unos 10.000 millones" aunque la Comisión, en realidad, lo cifra en 8.600 millones. Por ello, y tras "renunciar" a que ese ajuste se haga "recortando más los gastos sociales" -de hecho, se ha comprometido a "restaurarlos", pero de nuevo sin avanzar en pormenores-, ha asumido la realización de una reforma fiscal "integral y progresiva" que "amplíe las bases imponibles" -podando buena parte de las deducciones y subvenciones actuales, al tiempo que crea nuevos tributos, por ejemplo, medioambientales- y, a la vez, "luche con mayor decisión contra el fraude". A este respecto ha anunciado la puesta en marcha de una Oficina Nacional de control fiscal de las grandes fortunas, en teoría dedicada a evitar posibles casos de evasión.
De nuevo, el cambio de modelo
Con todo, el gran "desafío" que el dirigente socialista ha destacado -"debemos volcar todas nuestras fuerzas" en ello, ha enfatizado- es la creación de empleo, problema que ha vinculado a un modelo productivo español que se sostiene sobre sectores "muy vulnerables al paro en caso de crisis", además de tener "una escasa productividad y una baja competitividad". A su juicio, ha señalado que el hecho de que el país siga teniendo en torno a cinco millones de desempleados con la economía creciendo a un ritmo anual del 3% "es la mejor prueba del fracaso" de las políticas gubernamentales.
"¿Por qué tenemos que esperar meses para aprobar medidas que podríamos tener listas en tan solo una semana?". Casi una decena de veces ha repetido este martes esta pregunta en su discurso de investidura el candidato socialista, Pedro Sánchez. Y lo ha hecho para hacer ver que, según él, muchas de las propuestas de carácter económico que incluye su programa para ser jefe del Ejecutivo gozarían de un respaldo mayoritario si se fueran debatiendo una por una, si bien probablemente con distintos aliados políticos según cual fuera el caso.
Un ejemplo es el Pacto de Estado de la Energía que ha abierto a "todos" los partidos con el objetivo de lograr "una transición energética que combata firmemente el cambio climático", a fin de lograr un sistema basado en las fuentes renovables en el horizonte de 2050. Para ello ha propuesto el cierre "progresivo" de las centrales nucleares una vez hayan cumplido 40 años de vida útil -20 menos de los que las eléctricas han pedido, por ejemplo, para la posible reapertura de la instalación de Garoña (Burgos)-, así como "no permitir prácticas lesivas para el entorno" como el 'fracking', una técnica que fractura el terreno inyectando agua y otros compuestos en busca de gas y petróleo.
Más plazo de esa "semana" tardaría, sin embargo, la "revolución" que el aspirante a la presidencia del Gobierno ha planteado para el nombramiento de cargos de designación parlamentaria. De esta forma, tanto los vocales de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) como el propio gobernador del Banco de España, entre otros puestos, serían designados por mayoría de las Cámaras tras un proceso previo de convocatoria pública de candidatos, evaluación de su competencia e idoneidad por un comité asesor "profesional", publicidad de los informes correspondientes y comparecencias en Congreso y Senado.
A este respecto, y evocando la casi fracasada Ley de Economía Sostenible aprobada en 2011 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, ha mostrado su intención de cambiar el modelo de crecimiento apostando por la innovación y la mejora de la productividad "con más valor añadido, no haciendo las cosas más baratas". Los mimbres para hacer ese cesto pasarían, según él, por incentivos fiscales a la llamada economía social, junto a reformas de las leyes de cooperativas y mecenazgo. También sumarían a ello una Ley de Segunda Oportunidad, un nuevo Código de Consumo e incluso un refuerzo del gobierno corporativo en las empresas.
El modelo económico dibujado por Sánchez, aunque solo a muy grandes trazos, contaría asimismo con un nuevo Estatuto de los Trabajadores y la supresión de los elementos "más nocivos" de la última reforma laboral. Entre éstos ha citado de manera específica cuatro: la supremacía "absoluta" del convenio de empresa, la supresión de la ultraactividad de los convenios colectivos, la capacidad del empresario para abordar alteraciones "sustanciales" del contrato laboral de manera "unilateral" y, por último, la "permisiva" regulación de los contratos temporales.
En su lugar, recuperaría derechos de los trabajadores en la negociación colectiva, limitaría a dos años la contratación por tiempo determinado -a la vez que eleva la indemnización por despido el segundo año-, y mejoraría los incentivos a la conversión de empleados temporales en indefinidos. "Nadie cuestiona la necesidad de flexibilidad que tienen nuestras empresas", ha apuntado el candidato, "pero ello debe hacerse de forma negociada con los trabajadores".
Plan de choque sin detalle
A tal fin ha prometido reducir a tres las modalidades de contratación: el actual indefinido, uno estable de duración "determinada" que sustituya al temporal, y el último para relevo y que también serviría para la formación. Ha añadido que prohibiría la cobertura de puestos permanentes con empleados temporales, además de crear un plan de inspección contra la precariedad laboral. También pondría en marcha un plan de choque, de nuevo sin concreción, para incorporar al mercado de trabajo "en un tiempo razonable" a quienes buscan su primer empleo.
La lucha contra la desigualdad cierra los "compromisos" económicos de Sánchez si llegara a dirigir el Ejecutivo. De un lado, pondría en marcha un Plan de Emergencia Social para reconocer un ingreso mínimo vital -destinado, apuntó, a los 750.000 hogares que carecen de toda aportación- y también el llamado complemento salarial garantizado (propuesto por Ciudadanos), además de subir el salario mínimo para "recuperar el poder adquisitivo perdido durante estos cuatro últimos años". En la misma línea aprobaría una ley de igualdad salarial entre hombres y mujeres -sin pormenores por ahora-, bonus de cotización para las mujeres con hijos y, ya de cara a los funcionarios, establecer el fin de su jornada laboral a las seis de la tarde.
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