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Numerosas personas depositan flores y sus condolencias, entre llantos y abrazos, en las inmediaciones del paseo marítimo de Niza.
«Nadie merece un destino así»

«Nadie merece un destino así»

Bajo el frío recuento de víctimas hay «una madre extraordinaria» o una familia «que iluminaba la vida»

carlos benito

Sábado, 16 de julio 2016, 10:38

En la mayoría de las fotos aparecen sonrientes, preservados para siempre en algún momento feliz, y seguramente así es también como estaban el jueves por la noche, apurando uno de esos ratos perfectos que dan sentido a la vida. En el paseo de los Ingleses ... abundaban los turistas, encantados de que su estancia en la Costa Azul tuviese el aliciente extra de la fiesta nacional, pero tampoco escaseaban las familias enteras de la propia Niza, porque el 14 de julio siempre ha sido una buena jornada para dejar que los niños trasnochen un poco más de la cuenta: todos juntos habían visto los fuegos artificiales y habían disfrutado del frescor de la orilla del mar, pero había llegado el momento de retirarse, con el paso remolón de la multitud satisfecha, sin más preocupación que la de cuidar de que los más pequeños no se perdiesen en mitad de la masa y echasen a perder la noche. Fue entonces cuando irrumpió el camión.

Para el terrorista solo eran números, objetivos sin rostro ni nombre, trofeos en su extraviado empeño de causar el mayor daño posible. Pero en realidad estaba destrozando seres humanos, con sus historias y sus vínculos afectivos, y así vamos a recordarlos aquí.

Fatima Charrihi, musulmana «verdadera»

Fatima, una marroquí de Tinerhir afincada con toda su familia en Niza, fue la primera víctima mortal del camión, según explicaba ayer uno de sus siete hijos al periódico LExpress. Fatima, de 60 años, había acudido a presenciar los fuegos artificiales con su marido, Ahmed, y varios de sus hijos y sobrinos. Ahmed se había alejado unos cincuenta metros para buscar el coche cuando presenció cómo el camión blanco hacía volar a las personas «como trapos» y reducía a añicos los bancos del paseo. A Fatima intentó reanimarla uno de sus hijos, sin éxito. «Era una madre extraordinaria, eso es todo lo que puedo decir. Llevaba el velo y practicaba un islam moderado, un islam verdadero que no es el de los terroristas».

Sean y Brodie Copeland, sus vacaciones soñadas

Los Copeland Sean, el padre; Kim, la madre, y los tres hijos estaban disfrutando de unas vacaciones soñadas en Europa. Habían empezado su itinerario en los sanfermines de Pamplona, continuaron con una estancia en Barcelona y acababan de llegar a Niza, donde tenían previsto celebrar el cumpleaños de un pariente.

Horas antes del atentado, la familia texana había enviado a sus amistades una foto del hijo menor, Brodie, de 11 años, dándose un chapuzón en una playa de la Riviera. El pequeño y su padre, de 51 años y ejecutivo de una empresa de software, figuran entre las víctimas mortales del ataque. «Nadie merece un destino así, especialmente una familia tan maravillosa», lamentó el equipo de béisbol de Hill County, donde jugaba el niño. «Iluminaban nuestras vidas», escribió un miembro de la familia.

Linda Casanova, inspectora de aduanas

Linda, suiza de 54 años, era inspectora de aduanas en el cantón del Tesino y estaba pasando unas vacaciones en la Costa Azul junto a su marido, Gilles, de nacionalidad francesa. Hoy mismo deberían haber vuelto a casa, pero el camión golpeó de lleno a Linda y la mató en el acto. Gilles, que salió despedido tras el impacto, no sufrió lesiones.

François, Christiane, Véronique y Michaël, la familia del norte

Al final del curso, Michaël Pellegrini, profesor de ciencias económicas y sociales en un instituto, les había contado a sus compañeros sus planes para las vacaciones: «Iba a pasar unos días en la casa que tenía su madre en la región de Niza. Le hacía mucha ilusión ir a ver los fuegos artificiales del 14 de julio», recordaba ayer el director del centro. Michaël no faltó a esa cita: acudió al paseo marí¬timo junto a su madre, Véronique Lion, cuidadora de niños de 55 años, y sus abuelos, François y Christiane Locatelli, de 82 y 78 años. Todos ellos acabaron muertos. Vivían «desde siempre» en la localidad de Herserange, en el nordeste del país, cerca de la frontera con Luxemburgo, donde la noticia causó ayer una profunda consternación.

Robert Marchand, apasionado del atletismo

Robert Marchand, de 60 años, procedía de la localidad de Marcigny, en el centro del país, y trabajaba desde principios de los 70 para una empresa especializada en acorazar vehículos para el Ejército. Pero su verdadera pasión era el atletismo: ejercía de presidente y entrenador del club de su localidad y, de hecho, fue este deporte lo que le llevó a Niza. Había viajado, junto a varios miembros del equipo, a la reunión de la Liga de Diamantes que se celebraba ayer en Mónaco. Hoy mismo planeaba estar de vuelta en casa, junto a su mujer y su hija. «Era un hombre muy dedicado, un apasionado que había llevado nuestro club de atletismo al más alto nivel», le lloró el alcalde de Marcigny.

Emmanuel Grout, el comisario fuera de servicio

El comisario Emmanuel Grout, de 48 años, era el número dos de la Policía de Fronteras del departamento de los Alpes Marítimos, encargado de tareas como la gestión policial del aeropuerto de Niza-Costa Azul. El jueves por la noche estaba fuera de servicio y aprovechó para asistir a los fuegos artificiales junto a su pareja, también comisaria, y la hija de ella. Murió en el atentado.

Timothé Fournier, salvó a su esposa embarazada

Timothé tenía 27 años, trabajaba de dependiente en París y estaba en Niza junto a su esposa, embarazada de siete meses. Cuando vio que ella se encontraba en la trayectoria enloquecida del camión, la empujó hacia un lado y logró salvarle la vida, pero perdió la suya. «Era el no va más de la bondad, un joven soñador que estaba siempre ahí para su mujer y su futuro hijo», le describió una prima, Anaïs.

Viktoria Savchenko, de paseo con su amiga

Viktoria Savchenko, rusa de 21 años, estudiaba cuarto curso de Dirección de Empresas en la Universidad Financiera de Moscú. Se había ido de vacaciones a Francia con una amiga, Polina, también alumna del centro, y las dos caminaban por el paseo de los Ingleses cuando a su alrededor se desencadenó el caos. «Vimos cómo se acercaba aquel camión, moviéndose de manera extraña. Golpeó a mi amiga y la mató», relataba ayer Polina, que sufrió heridas en las piernas pero está a salvo.

Aún por identificar, niños, turistas, familias...

La lista de las víctimas mortales francesas todavía no se había hecho pública al cierre de esta ediión. Sí se sabía que entre los fallecidos hay tres tunecinos (Bilal Labaoui, Olfa Bent Souayah y Abdelkader Toukabri), una profesora y dos niños de un colegio alemán cuyos nombres no se han difundido, una mujer y dos menores argelinos, un ucraniano, una armenia...

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