¿Por qué le interesa a Cameron visitar Gibraltar?
enrique vázquez
Jueves, 16 de junio 2016, 13:48
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enrique vázquez
Jueves, 16 de junio 2016, 13:48
El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte aún conserva numerosos restos de su antiguo imperio colonial y, entre ellos, los llamados 'Territorios Británicos de Ultramar', que son catorce con variadas extensiones e importancia. A uno de ellos, Gibraltar, en suelo español, llegó ... hoy el primer ministro británico para defender la continuidad de su país en la Unión Europea.
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La razón de la elección es obvia: es la única colonia ubicada en territorio europeo, es decir el área física, política y jurídica donde el próximo jueves los británicos votarán sobre la permanencia o el abandono de la Unión Europea los así llamados coloquialmente 'llanitos', cerca de unos 30.000 adultos también votarán.
Y lo harán con un masivo apoyo al sí por una buena y pragmática razón: Gibraltar es, como tantos otros territorios británicos (las Islas Caimán son el ejemplo arquetípico) vive de una actividad peculiar: la púdicamente llamada industria financiera, la que protege el dinero afectado por la incurable enfermedad de estar lejos de cualquier fisco bajo una apariencia de pseudolegalidad.
El imperio plural y servicial
Como, para evitar roces y complicaciones, los jefes de gobierno británicos no suelen poner el pie en la colonia (ninguno lo había hecho desde 1968, aunque sí nos honraron miembros de la familia real) la presencia de Cameron ha suscitado una protesta diplomática española que, aunque rutinaria y medida por el mecanismo ad hoc disponible para la ocasión, se ha acompañado con una declaración del ministerio de Exteriores.
El ministro, Sr. García-Margallo, hizo saber que si triunfa la salida del Reino Unido de la UE, las dos partes deberían empezar a hablar para alcanzar alguna clase de acuerdo sobre soberanía compartida, mecanismo que ya fracasó en 2001 por el rechazo de la población gibraltareña que daban por seguro en Londres. El buen deseo es rutinario y está llamado a ser recibido con educada indiferencia por la otra parte. Recuérdese, si no, lo sucedido con el último, inteligente y bien ponderado intento de Madrid en los días de José María Aznar con el ministro Abel Matutes en Exteriores.
Así pues, la visita no es un deliberado gesto para irritar a la opinión española o a su gobierno, sino una necesidad práctica: puede influir algo en el voto de los británicos que los gibraltareños respalden el sí porque, técnicamente, son también ciudadanos británicos, aunque lo sean sui generis. No iban a preguntar a la población insignificante y residual que queda, por ejemplo, en el islote de Diego García en el Indico, limpiado inicuamente de su pequeña población aborigen, razonablemente reclamado por Yibuti y las Islas Seychelles y alquilado a los Estados Unidos para instalar una gigantesca base aeronaval
Consecuencias varias
El referéndum está en la tradición británica del asentimiento en un Estado compuesto por islas y regiones culturalmente variadas (Irlanda, Escocia, Inglaterra, Gales y las islas del Canal) y se aplicó recientemente en Escocia, y su resultado tendría eventualmente consecuencias diferenciadas, la primera de las cuales sería, claro está, que el Reino Unido dejaría el club con relativa rapidez, aunque no de un día para otro dada la complejidad técnica del mecanismo. Y podría abrir la puerta a la eventualidad de que Escocia replanteara una consulta porque sus ciudadanos sí desearan estar en la UE y, tal vez, estimularía, en cambio el movimiento de salida en los Estados continentales menos europeistas, como Dinamarca y Holanda.
El vigente status de que gozan los británicos fue, de hecho, una concesión de los fundadores a Londres que, en realidad, fue una derrota, empezando por la enorme excepción de rechazar la moneda única y si a este lado del Canal hay una educada -y sincera- opinión oficial que espera la permanencia, el público es mucho más pragmático y en algunas latitudes no sentirá en absoluto que los británicos, que nos describen a veces como el continente, nos dejen solos con el invento.
¿Qué diría de la actitud británica el gran trío histórico ítalo-franco-germano de fundadores, los de Gasperi, De Gaulle y Adenauer? Baste recordar que de Gaulle vetó en 1967 el primer ensayo británico de entrar en la UE a su modo y hubo que esperar a 1971, con el líder francés ya desaparecido, para que en 1973 Londres fuera miembro del club con un trato especial que, en lo sustancial administraría algo después una anti-europea tan conocida como Margaret Thatcher
En este marco y como todo puede suceder, se puede creer que, más allá de los problemas inherentes al eventual adiós, mientras el mundo económico, empresarial y de seguridad desean la permanencia y la argumentan muy adecuadamente, el hombre de la calle es más prosaico y más indiferente con la excepción de los gibraltareños a los que hoy visita David Cameron.
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