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francisco apaolaza
Miércoles, 23 de marzo 2016, 10:27
Una finísima lluvia casi invisible ha despertado a Bruselas después de una noche infinita en la que parecía que nunca se fuera a hacer de día. Las calles vacías que la víspera se llenaron de sirenas, de sangre y de cristales rotos, del horror al ... fin y al cablo, han sido tomadas por los ciudadanos. El acto heroico de los habitantes de Bruselas ha sido salir sencillamente a la calle con los rescoldos aún calientes del doble atentado que segó ayer la vida de al menos 31 personas y que regó las pesadillas de Europa con más de 250 heridos.
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Esther Davidson, que trabaja en el gobierno de una región danesa en la zona, pasó el día de ayer intentando donar sangre, acoger a gente en su casa y mirando una televisión "que parecía una película". Hoy se ha decidido a salir a trabajar a pesar del miedo, del nivel 4 de alerta de la ciudad y de la sensación pegajosa de que tarde o temprano "va a volver a pasar. Sabíamos que iba a suceder a nuestro alrededor desde lo de París y va a seguir. Tenemos que seguir adelante. La vida sigue".
"Tenemos que estar aquí porque ellos buscan que no vengamos, que nos quedemos quietos, aterrorizados", admite Víctor Lima, que fue ayer testigo del atentado en la Rue de la Loi, a pocos metros de la boca de metro de Maelbeek que comenzó a escupir heridos a eso de las 9:20 de la mañana después de que un suicida se volara por los aires en el segundo vagón del metro. Esa calle en la que abren los edificios de la Comisión Europea -banderas a media asta-, permanece hoy cerrada al público y custodiada por la policía belga, al igual que el aeropuerto de Zaventem, que podría reabrir mañana jueves.
Después de los atentados de París, la ciudad se paralizó durante días. Cerraron centros de trabajo, escuelas y el transporte público en uun blindaje extremo que le supuso al gobierno numerosas críticas. La reacción de hoy ha sido exactamente opuesta y los niños han regresado al colegio con normalidad al menos pretendida. El presidente de la región, Rudy Demothe ha sido claro: "Hay que seguir viviendo".
La supuesta normalidad ciudadana contrasta con la alerta policial, las sirenas que vuelan por las calles como un sobresalto y los militares que patrullan las esquinas con el dedo en el gatillo de fusiles de asalto. Después del apagón informativo al que se sometieron los medios ayer a petición de la Policía, se ha desvelado la operación policial que dio con el piso de los terroristas en la calle Max Roos del barrio de Schaerbeck en el que encontraron una bandera del ISIS y un artefacto explosivo. Podría haber más. A nadie se le escapa que uno de los sospechosos del atentado en el aeropuerto -el hombre del abrigo claro identificado como Najim Laachraoui- sigue suelto y pueden producirse nuevos atentados. "Claro que tenemos miedo, pero no podemos escondernos más", admite Víctor Lima.
A las doce se prevén dos minutos de silencio en memoria de las víctimas.
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