Castilla y León
CASTILLA Y LEÓN
"Se han desencadenado vientos muy fuertes contra la familia"
Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española y Arzobispo de Valladolid, participa desde el próximo fin de semana en el Sínodo Extraordinario que analizará el papel actual de la familia
Monseñor Ricardo Blázquez escucha una de las preguntas. (Foto: Gabriel Villamil)
Monseñor Ricardo Blázquez escucha una de las preguntas. (Foto: Gabriel Villamil)
I. Foces
28/09/2014 (16:48 horas)
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"El matrimonio, la familia, son instituciones de la Humanidad para las que no hay sustituto". Con esta premisa partirá esta semana hacia Roma el arzobispo de Valladolid que, en su condición de presidente de la Conferencia Episcopal Española, participará en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos convocada por el Papa Francisco. Durante 14 días, 191 padres sinodales y otros 62 participantes, entre los que se encuentran 14 parejas de casados, reflexionarán para elaborar orientaciones pastorales comunes sobre materias como la atención espiritual a los divorciados o la preparación de los jóvenes al matrimonio. En esta entrevista, monseñor Blázquez analiza para los lectores de El Norte de Castilla los retos que a su juicio tiene actualmente la familia y cuál considera que debe ser la postura de la Iglesia para responder a ellos.

¿Qué elementos considera que han influido en los últimos tiempos más decisivamente en la situación actual de la familia: La crisis económica y la consiguiente crisis social, la pérdida de valores tradicionales a causa de la modernidad o la inmersión, vía Internet, en un mundo en el que el ‘yo’ y el ‘nosotros familiar’ han pasado a un segundo plano?

Me remitiría a la exhortación apostólica ‘Familiaris Consortio’, que apareció en 1981, y recogía lo que se dijo en el Sínodo de 1980; indica al empezar: En nuestra sociedad está habiendo unas transformaciones, unos cambios muy amplios, muy profundos y muy rápidos. Tanto es así que no solo estamos en una época seguramente de muchos cambios, sino también en un cambio de época. Esto ha dicho el Papa en alguna ocasión. Y en un cambio de época, todas las realidades tienen que ser resituadas. Estamos en un momento en el que la familia, que es una realidad fundamental, está siendo blanco de muchos vientos, unos a favor y otros en contra. Claro que la crisis económica en algún momento influye. Por ejemplo, a la hora de constituir un hogar dos jóvenes que no tienen trabajo, ¿cómo hacen? Evidentemente influye a la hora de contraer matrimonio. También influye, es verdad, la pérdida de valores. Pueden aparecer otros valores. Por ejemplo, los medios de comunicación hoy son maestros en la sociedad; hoy enseñan a los niños y jóvenes no solo la familia y el colegio, enseña también la calle y dentro de esta enseñanza que reciben por todas partes está lo que escuchan a través de la radio, la televisión y los periódicos. Hoy hay un maestro anónimo, por decirlo de alguna forma, que sin duda está influyendo. En ese sentido, los medios de comunicación tienen un poder muy grande de formación de la opinión pública y lógicamente de transmisión de convicciones o de carencia de convicciones también. Algunas veces cuando voy a escuchar el informativo de las 3 de la tarde en televisión, veo que está concluyendo el programa este de corazón: a veces da la impresión de que es una especie de pasarela de divorcios, ¿eh?

El documento preparatorio del Sínodo lleva por título ‘Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización’. En un repaso urgente, ¿cuáles son, a su juicio, los principales desafíos que planean sobre la familia cristiana?

Ante todo quiero decir que nosotros queremos mirar la situación de la familia, que padece tantos problemas y presenta desafíos a la vida en sociedad y a la Iglesia, con una mirada compasiva, no acusadora ni distante. Sobre la familia en pocos decenios se han desencadenado muchos problemas teóricos y muchas formas de vivir que nos inquietan. Por ejemplo, los divorcios se han multiplicado de forma que la estabilidad del matrimonio ha sufrido un serio quebranto. Muchos jóvenes conviven antes del matrimonio, unos deseando contraer matrimonio más tarde y otros, ni siquiera se plantean el matrimonio. Hay dificultades de orden económico y laboral que actúan como rémora en la constitución de una familia. Me da la impresión de que en nuestra cultura el matrimonio y la familia están padeciendo un proceso de desistitucionalización, como si se tratara de realidades que cada persona pudiese configurar subjetivamente, a la medida de sus ideas y sentimientos. Seguramente, la escasa evangelización e iniciación cristiana influyen en la comprensión cristiana del matrimonio. A veces el amor se identifica con los sentimientos y estados de ánimo, de modo que un enfriamiento en la relación se interpreta como extinción del amor. El Sínodo tratará realidades fundamentales para las personas, la sociedad y la Iglesia.

En la constitución pastoral ‘Gaudium et Spes’ se asevera que la familia es verdaderamente el fundamento de la sociedad. ¿Cabe colegir, sobre la base de la influencia de esos desafíos, que ha dejado de ser ese fundamento o que, al menos, corre peligro?

La convocatoria de las dos asambleas del Sínodo de los obispos (la que empieza ahora y la que se celebrará en octubre de 2015) por parte del Papa obedece a dos cuestiones. La primera, la trascendencia que la familia tiene en la vida de cada persona, en la vida de la sociedad y en la vida de la Iglesia. Sin familia estamos desarbolados, vagamos como a la intemperie. La familia tiene una gran trascendencia y la situación de la familia está siendo bamboleada por muchas críticas y problemas. Tenemos que cuidar la familia como un tesoro. De la vida y de la salud de la familia depende la salud de la sociedad y, también, la salud de cada uno de nosotros. Podemos ver lo que ha sido para cada uno de nosotros la familia. ¿Qué hubiera sido sin familia de nosotros? Y también podemos advertir que cuando muchos están formándose y educándose, lo hacen en una familia destruida o casi. Tanto por los valores positivos como por las carencias que se notan, advertimos la trascendencia de la familia.

Cuando se analiza el fracaso escolar se apunta entre otras cosas algo así: se ha dejado de enseñar en la familia y los profesores ya no tienen el complemento de la ayuda que representaban los padres. ¿Quién tiene la culpa de eso?

Es verdad ese planteamiento que hace; me parece correcto. Pero en relación con esta cuestión, no buscaría culpables. Sí subrayaría la responsabilidad que tenemos todos, la familia, los padres, la escuela, la Iglesia, el Estado. Hay que proteger a la familia. Yo hablaría más bien de responsabilidad de todos. Tenemos que reflexionar todos sobre lo que se ventila, se decide, en la salud de la familia, y colaborar de una manera responsable, cada uno desde su propio ámbito de responsabilidad, en que la educación sea sana. A veces me produce mucha preocupación el ámbito en el que se están formando muchos jóvenes, con lo difícil que después es la vida, ¿eh? Si no se tienen resortes, criterios y actitudes bien formadas, es un problema después. Para ellos, en primer lugar, que van a sufrir mucho, pero también para toda la sociedad. La Educación, y dentro de ella la familia, son muy importantes en la sociedad. Seguramente no se puede separar una realidad de la otra.

En los últimos 20 años han tomado cuerpo y se han consolidado las uniones de hecho sin reconocimiento religioso ni civil. Muchos de sus miembros pertenecen a movimientos de espiritualidad e, incluso, a grupos de catequesis. ¿La Iglesia lo ha consentido o es un fenómeno que cuando se ha podido apreciar ya era imparable?

La Iglesia eso no lo ha promovido. Eso no lo han aprendido en la catequesis. En relación con esas uniones, hay que ver si se trata de lo que a veces se dice conviventes sentimentales o parejas de hecho, que en algunas comunidades autónomas han recibido una regulación jurídica. Pero eso no lo han aprendido en la moral de la Iglesia. Y es que en muy poco tiempo, es verdad, se han desencadenado muchos vientos contrarios y fortísimos contra la familia, contra el matrimonio. No separemos estas dos realidades. Muchos vientos, ¿eh? Quien tenga aún a sus padres en vida con 80 u 85 años, esto era impensable para ellos. Impensable. Pero es que cuando se va viendo la cantidad de manifestaciones contra la familia en este campo… Ha sido como si se hubiera abierto la puerta de los vientos y se hubieran abatido sobre nosotros. En este sentido, quiero también señalar que no es que no tengamos responsabilidad todos, que tenemos, sino que también de alguna forma somos víctimas y, en todo caso, que las situaciones de sufrimiento de las familias las hemos de concebir y afrontar con una actitud compasiva y comprensiva, no acusadora. Pero, ciertamente, no podemos vivir sin plantearnos seriamente qué podemos hacer. Este es un campo vital.

En su opinión, ¿cuánto ha influido negativamente en la situación actual de la familia el hecho de que cada vez los párrocos, en particular, y los presbíteros en general, sean menos y, por tanto, dispongan de menos tiempo para la atención espiritual personalizada de sus feligreses?

Pues seguramente habrá influido porque este es un campo de la acción pastoral básico. Si somos menos para esta acción pastoral, esta se resiente.

En el Concilio Vaticano II se concluyó que la familia «es la escuela más rica de la humanidad». ¿Qué ha fallado para que ahora se aprecie que puede estar en serio peligro?

Continúa siendo la familia, bien asentada, bien formada, una escuela rica de humanidad. Precisamente porque nos damos cuenta de que esta escuela rica en humanidad, por diversos factores, no cumple esta función es por lo que tenemos que plantearnos qué hacemos. No hay sustituto, la familia no encuentra sustituto. Puede haber las soluciones que podamos dar. Por ejemplo, pensemos en un niño que si no es recibido en su familia hay otras soluciones. También la sociedad, con un sentido humanitario y de ayuda a los más débiles, provee caridad. Pero en la familia aprendemos lo que significan la paternidad, la filiación, la fraternidad. Hoy hay muchos niños que no tienen la oportunidad de experimentar lo que significa la fraternidad, el amor generoso, gratuito, el saber compartir, la confianza en los padres. Un niño remite a sus padres como quien espera que porque puede todo y sabe todo le va a defender eficazmente. Pero es verdad que en la familia aprendemos las formas de vivir más fundamentales. Después, la escuela y la universidad y la vida social. Pero la familia no tiene sustituto; tiene algún tipo de suplencia en estas situaciones. Pero como tal, demos gracias a Dios por la familia en la que hemos nacido y hemos crecido. En ese sentido, los que no han tenido esta oportunidad la pueden tener hasta cierto punto; nosotros también somos responsables de la vida de los demás.

Uno de los aspectos que estará sobre la mesa del Sínodo, además promovido por el Papa, es el de la atención sacramental a los divorciados. Muchos de ellos se sienten marginados por la Iglesia. Pero dentro de esta hay un debate entre quienes sí quieren que puedan acceder a la confesión y la comunión, por ejemplo, y quienes no lo permiten. ¿Hay espacio para una única postura?

En este punto hay que distinguir entre divorciados vueltos a casar y divorciados que no se han casado de nuevo. Donde aparece la dificultad mayor, sobre la cual ha habido posturas muy manifiestas en algunos obispos o cardenales que han avanzado su opinión, es en el acceso al sacramento de la Comunión de los divorciados vueltos a casar. Hace sesenta años, por ejemplo, muchos cristianos participaban semanalmente en la Eucaristía del domingo y comulgaban por Pascua florida. No pongamos en la Comunión Sacramental el signo de que la Iglesia nos acoge o no. Deben continuar participando en las celebraciones de la Iglesia; que participen en Cáritas, que estén cerca, la Iglesia quiere acogerlos. Otra cuestión es el acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar.

En ese debate, ¿el arzobispo de Valladolid en qué corriente de las dos se sitúa?

Le respondo en la forma que se lo acabo de plantear. Hace algunos años, en tres diócesis de Alemania se planteó la cuestión muy al vivo. Entonces estaba Walter Kasper en la diócesis de Rottenburgo. Hubo un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre este punto. Algunos acuden a la práctica de las iglesias ortodoxas… Bueno. Clarificar esta cuestión seguramente ocupe su tiempo.

Usted ha abierto otro debate, de forma contundente, manifestándose claramente contrario a que se llame matrimonio a cualquier tipo de convivencia estable. Aboga usted porque el término matrimonio solo se aplique «a la unión estable de varón y mujer por amor». Doy por hecho que es usted muy consciente de que incluso en algunos ámbitos de la Iglesia, y en general en la sociedad, esta definición no guste del todo e, incluso, no se comparta.

Soy consciente de ello. Pero esa definición la tomo del Derecho Canónico. Respeto la legislación civil, que ha llamado matrimonio a otras realidades. Pero una cosa es respetar la legislación civil y otra adherirse a las razones que conducen a ello. Yo con eso no estoy de acuerdo. De los elementos fundamentales del matrimonio es que sean un varón y una mujer, por amor y no por conveniencia. Gracias a Dios en nuestra cultura ya hemos superado los matrimonios por conveniencia.

¿Qué parte del debate sinodal consumirá el problema añadido de los hijos de padres divorciados que tienen que ser criados, educados y formados hasta en tres espacios de unión diferente, el matrimonio que ha quedado roto y los dos posibles que se pueden formar por el divorcio de los padres?

A esto respondería con un hecho. Hace no mucho tiempo una profesora me contaba que ella venía observando que una niña estaba muy triste desde hacía algún tiempo. Un buen día le preguntó a la niña que qué la pasaba y la niña le dijo que el novio de su mamá no la quería. El novio de su mamá. Los niños en esta situación no tienen la relación armoniosa para crecer. Repito que esta situación la quiero contemplar siempre con misericordia y respeto, pero también quiero decir que el mejor regalo que los padres pueden hacer a sus hijos es el de su amor, unidos, perseverante. E insisto por tercera vez: yo no tengo derecho a acusar porque solo Dios sabe lo que pasa por la vida de las personas, pero es claro que un niño estas situaciones las acusa. El niño acusa tanto las situaciones de su familia que transcurre armoniosamente como los déficits de su familia. El niño es un rostro del amor de los padres o de la ruptura del amor de los padres. Es un rostro.

Oiga, ¿y no será que la pérdida de otros valores, no ya cristianos, que también, sino civiles, sociales, que han ahondado en el individualismo, han actuado como torpedo en la línea de flotación de la familia y que ahí radica su único mal?

Seguramente. Es muy difícil poder asignar a una sola causa la situación. Seguramente hay muchas causas que influyen. Pero el matrimonio es institución de la Humanidad. No es simplemente una especie de convivencia que nosotros decidimos según nuestro mejor querer y entender. Es una institución y en ella tiene mucho interés la sociedad, el Estado, todos nosotros tenemos interés en que esta institución funcione, no como una especie de cadenas que a uno ya le encierran. No. Si la libertad no es una especie de tejer y destejer. La libertad también va madurando en el compromiso contraído. La libertad para mantener el compromiso asumido es una libertad muy seria. A todos nosotros nos asaltan tentaciones y otros caminos. Por ejemplo, nosotros sacerdotes y vosotros casados pues claro que hay que vigilar el amor porque se puede escapar el corazón. Y cuando uno está buscando la vocación de la vida hay que buscar, pero una vez encontrada ya está hallada y continúa siendo libre afianzándola, no simplemente libre si decide romperlo. No hay contraposición entre institución y libertad personal. Si no, la perseverancia en el compromiso contraído, la fidelidad entonces serían contrarias a nuestra libertad. ¿Pero quién ha dicho eso?

Se va el corazón, dice. ¿Y cuando se va la fe? ¿No será, al final, todo culpa de la crisis de fe?

Pues mire, esta es una cosa muy importante del matrimonio. Y probablemente voy a hacer la intervención en el Sínodo sobre esto. Uno observa en nuestra situación tan plural que si no hay una buena educación cristiana, una iniciación cristiana, una formación en la familia, en la catequesis, en la Iglesia, en la parroquia, en el colegio, después lo del matrimonio aparece con bastante oscuridad. El sacramento del Matrimonio está en estrecha conexión con el del bautismo y con lo que significa éste. Porque hay un tipo de cultura general que es insuficiente para sostener ya la fidelidad de los cónyuges si no hay una formación fundamental asumida de manera muy personal.

Ya fuera del Sínodo, dos preguntas. La primera, ¿vendrá el Papa a España en 2015, y en concreto a Ávila y Alba de Tormes?

Yo sí que le veo en España el próximo año. En el viaje de retorno de Corea a Roma, el Papa hizo una transición de lo posible a lo probable. Y creo que estamos en ese campo. Es verdad que todavía no nos han confirmado nada, pero confío en que vendrá, aunque será poco tiempo. Tiene que visitar Ávila y Alba, la cuna y el sepulcro de Santa Teresa. Le esperamos con los brazos abiertos.

¿Qué opina de que el Gobierno de Rajoy haya paralizado la reforma de la Ley del Aborto, en una decisión que ha concluido con la dimisión del ministro de Justicia que la promovía, Alberto Ruiz Gallardón?

Quiero transmitir siempre el mensaje y el empeño de recordar el valor sagrado e inviolable de la vida humana desde la concepción hasta el ocaso; y en todas las situaciones, por ejemplo, niños de la calle, personas abandonadas. Con predilección queremos defender la vida de los más débiles, entre los que se encuentran los niños concebidos y no nacidos. La ciencia enseña que desde la concepción hay un tercer ser humano distinto de los padres. Deseo que cuanto antes la legislación sobre el aborto sea cambiada eficazmente en el sentido de defender la vida de los niños en gestación y ayudar a las madres a llevar a término el embarazo. Nadie tiene el derecho de disponer sobre la vida de otra persona, tampoco la madre sobre su hijo en gestación. Queremos actuar fomentando la convicción para cambiar la aceptación social del aborto. Julián Marías, nuestro paisano, del que se cumplen los cien años de su nacimiento, nos advirtió de que la aceptación social del aborto fue un paso terrible que dio la sociedad en torno a los años sesenta. Fue un paso en falso. Queremos que se ame y respete la vida humana siempre. No podemos decidir a quién se deja nacer y a quién no. La mujer gestante debe ser acompañada adecuadamente cuando encuentra dificultades para recibir al hijo; yo recomiendo que acuda al Centro de Orientación Familiar y a Red Madre. En la Delegación Diocesana de Familia pueden ponerle en contacto con estos servicios. Los cristianos, junto con otras muchas personas, queremos que la persona nunca sea considerada como un medio sino como fin. 

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