Opinión
OPINIÓN POR BEATRIZ SAN MILLÁN PÉREZ
 Phubbing: una epidemia ya instalada entre nosotros
El “phubbing” es un nuevo término que comienza a tomar fuerza, pero sólo el concepto porque la práctica ya está más que asentada en nuestra sociedad desde hace bastante tiempo. Proviene de la unión de dos palabras: “pone” y “snubbing” y significaría algo así como ningunear a las personas con las que estamos mientras nos sumergimos en el maravilloso mundo de nuestro móvil o Smartphone.
07/11/2013
  Preparar para imprimir  Enviar por correo
LA NARANJA MECÁNICA

Sin darnos cuenta, hemos construido un mundo paralelo lleno de relaciones sociales que parece mucho más completo y, sobre todo, más instantáneo. Sí, más instantáneo que el “cara a cara” porque éste ha quedado relegado, para muchos, a los momentos en los que su teléfono inteligente descansa (claro está, previa comprobación de que sigue funcionando y es cierto que no hay ningún aviso ni mensaje ni nada que revisar).

El efecto de compañía constante que proporcionan estos dispositivos es un hecho pero el efecto real es completamente opuesto. La persona se aísla del mundo que le rodea y pierde el contacto con la realidad porque esta otra realidad proporciona efectos positivos constantes. Son pequeños avisos que nos hacen sentir especiales porque alguien se acuerda de nosotros aunque sea para mandarnos el típico chiste que comparte con todo el mundo de forma masiva. Correos que podemos ver rápidamente o aplicaciones con alertas que a menudo requieren visitas muy cortas. Pero todos estos pequeños avisos se van juntando y podemos llegar a pasar más de una hora conectados sin parar.

El problema es que estas consultas las hacemos delante de las personas que apreciamos y con las que supuestamente hemos elegido pasar nuestro valioso tiempo. Porque nuestro tiempo desde luego que es valiosísimo pero olvidamos que el de los demás también. No somos conscientes de que mientras nosotros estamos sumidos en nuestro maravilloso “mundo de la comunicación” con nuestras relaciones sociales otras personas están esperando a que terminemos o se están preguntando qué hacen en ese lugar mirando para todos los lados en silencio o hablándole al vacío.

Lógicamente, esta persona percibe que está perdiendo su tiempo y se siente humillada porque ve que su presencia es algo anecdótico, como el resto de la decoración del lugar en que se encuentra. Se planteará si es alguien sin carisma, sin ninguna importancia, poco interesante o sin recursos para captar la atención de su acompañante puesto que un objeto le está arrebatando el protagonismo.

En algunos casos, puede ser que se enfade y se lo haga saber a su acompañante pero éste responderá sobresaltado que se trata de una confusión un tanto exagerada y con gesto de resignación, como quien accede a las peticiones de alguien caprichoso, lo guardará o lo dejará cerca para una próxima y “urgente” comprobación. Así, junto con el sentimiento de humillación se quedará con el sentimiento de culpabilidad por creer que se ha pasado y que en realidad no es para tanto.

Otra opción es que lo dé por imposible y también saque su Smartphone para sumergirse en ese mundo que le alivia del desaire que está sufriendo. Cuando la otra persona se dé cuenta pensará que puede aprovechar un poco más, hasta que acabe el otro y así se iniciará un bucle infinito de aislamiento e indiferencia.

Pero ¿cuál es el poder que tienen estos dispositivos para captar nuestra atención de esta manera tan desconsiderada? Entre otros están la curiosidad, la brevedad de cada alerta, la multitud de estímulos diferentes, la inmediatez y el efecto placentero que supone la sensación de formar parte de algo.

Todo lo que necesitemos está a un clic y, además, sin tener que esperar por lo que el miedo a que se nos olvide después ya no existe. La brevedad engañosa y la gran variedad de estímulos distintos hacen que no nos cansemos porque siempre hay algo diferente y nuevo que, uno por uno, no tardamos en gestionar.

La curiosidad que nos produce que suene o vibre nuestro móvil ya que no sabemos qué es exactamente a no ser que lo revisemos, por eso nos cuesta tanto resistirnos y demorar la comprobación. 

Y, finalmente como ya dije, el placer que supone para nosotros que alguien o algo se haya acordado de nosotros, es decir, sentir que formamos parte de un grupo, que somos tenidos en cuenta y que ocupamos los pensamientos de otros. Todo eso nos hace sentirnos importantes y refuerza nuestra autoestima. Pero es una autoestima digital porque, por otro lado, todo lo que aportamos y nos aporta el mundo real, mientras tanto, nos lo hemos perdido.

Beatriz San Millán Pérez

@PsicoBSM 

http://psicobsm.com/ 

https://www.facebook.com/Psicobsm

Más artículos del autor:
    El apego
    El miedo
    Los celos
  Preparar para imprimir  Enviar por correo