LAS PAREDES HABLAN
OPINIÓN POR ANTONIO COLINAS
Literatura y memoria
Presentando, no hace muchos días, un libro de aforismos...
25/11/2015
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Armonizando
...de Mario Pérez Antolín, ‘Oscura lucidez’, se nos volvió a plantear el sentido y actualidad de este término, que bien podemos considerar como un extraño, aunque verdadero, género literario. En este sentido, el diccionario de la RAE, en su única acepción, es muy conciso y cerrado: «Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia y arte».

Durante la presentación y en el posterior diálogo, ya abordamos la rigidez de esta definición y, al hacerlo, yo pensaba en mi propia experiencia al respecto. Como aforismos se han considerado (y con reservas así también los considero) los textos de mis tres ‘Tratados de armonía’. Pero ya en el prólogo al primero me planteaba si, en puridad, podíamos hablar de aforismos al referirnos a mis textos.

Porque ¿por qué aforismo y no prosa fragmentaria, poema en prosa, página de Diario o simple y llana reflexión en la que, para nada, aparezcan los conceptos de algo sometido a lo ‘doctrinal’ o a algo previamente ‘reglado’?

Es por tanto el aforismo un género y texto que se irisa en su significación última, pues posee un sentido vidrioso, multidisciplinar, en el que el autor piensa y siente a la vez y, desde luego, con una indudable carga sentenciosa; pues, al escribir así, el autor rehúye otras formas literarias mucho más rígidas y en verdad más sometidas a doctrinas y a reglas. En ese mismo prólogo, me decidí, al fin, a crear un sinónimo para aforismo, a crear un término nuevo que respondiera al contenido de esos tres libros, con una mayor flexibilidad y verdad. Por ello, decidí aceptar para aforismo la denominación de ‘contemplaciones’; de algo que era el fruto de un observar la realidad, sentirla y pensarla, y extraer de ella una consecuencia más o menos original.

Al tiempo que presento el libro de Mario resulta que me hallo inmerso en lo que podría ser un ‘Cuarto tratado de armonía’, y por ello mis dudas en torno a este género hermoso se acrecentaron. ¿Tenían algo en común los tres ‘Tratados’ que había escrito y éstos en particular con este cuarto? Creo que no, porque en cada uno de ellos predominan, más o menos, esos factores a que antes aludí: sentencia, pensamiento, poema en prosa, página de diario, texto meramente fragmentario…

En el proceso de concluir el libro, me vino a la cabeza una nueva denominación para lo que escribía en esta cuarta entrega: ‘memoria’. Porque ¿no sería el aforismo expresión también de la memoria del autor, de cuanto en él hay predominantemente de experiencia vital y, por supuesto, con sus derivaciones hacia el sentir y el pensar?

Me puse en consecuencias a darle vueltas al asunto, bajo los ardores del verano, y el libro se transformó, me vi obligado a rehacerlo porque en esta cuarta entrega predominaba mucho la memoria. Así, me olvidé de hablar del título de una ‘cuarta entrega’ y nació uno nuevo, ‘Memorias del estanque’. El aforismo había pasado a ser testimonio de un vivir, recuerdo, crónica incluso de aquellos momentos de la vida que me habían hecho crecer, que habían sido esenciales para mí. No deseaba darle, a mi libro, el más mínimo sentido de recopilación de datos y, sobre todo, de recopilación de chismorreos; algo muy presente en los dietarios de hoy, en las que el lector va sobrevolando las páginas del libro en busca de lo que se dice de fulanito o de menganito.

En definitiva, una vez más llegué a la constatación de que literatura y memoria, literatura y vida, eran mundos muy cercanos y que, raramente, una se puede dar sin la otra. Así que en este nuevo libro, memoria y vida son las que van a predominar, pero sin que el aforismo posea en él sentido rígido o doctrina, incluso sentencioso, sino simplemente expresión de aquello que el escritor llanamente debe y tiene que decir.
 

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