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REPORTAJE
El 'arsenal oculto' de la provincia de León
Un total de 262 bombas han sido localizadas en la provincia desde 2009 a 2014, la mayoría de la Guerra Civil
Mapa de localización de explosivos.
Mapa de localización de explosivos.
Carlos Bueno / leonoticias.com
01/09/2014 (19:31 horas)
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La Guerra Civil fue el conflicto bélico que marcó la sociedad y la política españolas durante el siglo XX. La lucha fratricida y sus consecuencias aún permanecen en la memoria colectiva de los españoles, pero en ocasiones también regresan al presente. Esto ocurre porque una parte significativa del armamento que se utilizó en la contienda continúa desperdigado y sin control en los que, hace más de 75 años, fueron los campos de batalla. Cada año se encuentran centenares de proyectiles utilizados durante la guerra y cuyas cargas explosivas permanecen aún hoy activas y preparadas para estallar.

En 2013 fueron hallados 1.092 artefactos. Los más comunes son los proyectiles de artillería o de mortero y las granadas de mano. También aparecen otros tipos de armamento como minas y bombas de la aviación.

La mayoría de estos artefactos se encuentra oculta en entornos rurales que coinciden con los frentes donde la guerra golpeó con más fuerza y durante más tiempo. Madrid es la provincia en la que aparece un mayor número de proyectiles al año. Le siguen Tarragona, Teruel, Asturias, Castellón, Málaga y Cáceres. También se han localizado cargas explosivas en áreas cercanas a la costa, aunque estos hallazgos se dan con una menor frecuencia.

En el caso de la provincia de León entre 2009 y 2014 se localizaron un total de 262 artefactos explosivos, la mayoría de ellos procedentes del conflicto bélico del año 36.

León es, junto a Burgos, la única provincia de la Comunidad en la que se han localizado artefactos de este tipo por encima del centenar, y en ambas provincias el número resulta similar, ya que en la burgalesa se han 'censado' un total de 244 artefactos.

La importancia del conflicto en estas dos provincias y la extensión del mismo a la zona asturiano ha propiciado que en el Principado el número de localizaciones se eleve hasta las 378 en total.

Labor de los artificieros

En la mayor parte de los casos son los ciudadanos los que se ponen en contacto con la Guardia Civil para advertir sobre la aparición de las municiones. Ante un aviso de esta índole, es el servicio de desactivación de explosivos del instituto armado (Tedax) el que acude al lugar señalado y pone en práctica el protocolo de actuación. El primer paso es pedir a la persona que facilite la localización del artefacto, su aspecto y que se aleje cuidadosamente. A continuación, los artificieros adoptan medidas de prevención para preservar la seguridad de la población y, si es necesario, se procede a evacuar el área limítrofe. Finalmente, los especialistas provocan la detonación ‘in situ’ del proyectil.

En ocasiones, la Guardia Civil recibe avisos advirtiendo del hallazgo de objetos metálicos oxidados que, por su forma, pueden confundirse con munición bélica, pero que no lo son. Lejos de quejarse, los técnicos del instituto armado agradecen estas llamadas aún en el caso de que después se encuentren con material inofensivo.

De hecho, recomiendan que, en caso de albergar duda, siempre se dé la alerta y jamás se manipule el objeto sospechoso. Son también habituales las llamadas a los Tedax desde el sector de la construcción. En muchas ocasiones las excavadoras trabajan en terrenos que permanecen vírgenes desde el final de la guerra en los que se topan con alguno de estos artefactos.

Coleccionistas

Pese al peligro que suponen, los accidentes no suelen producirse por encuentros casuales con estos explosivos, sino que se dan a causa de la manipulación intencionada por parte de coleccionistas. Existen aficionados que acumulan en sus casas auténticos arsenales de la Guerra Civil. Desde el servicio de desactivación de explosivos se insiste en la gran irresponsabilidad y la ilegalidad que supone guardar este tipo de munición. También del riesgo ya que en cualquier momento puede detonar alguno de los proyectiles y provocar la explosión en cadena de todo el polvorín.

El pasado junio, uno de estos coleccionistas perdió parte de su pierna izquierda al estallar un obús mientras lo manipulaba. El hombre almacenaba en un caserío de la localidad vizcaína de Muskiz una colección de unos 500 proyectiles que había recogido en el campo. La Guardia Civil insiste en el inmenso peligro que conlleva este tipo de comportamientos. «Una vez que el proyectil ha sido lanzado, todos sus mecanismos de seguridad se desactivan y se desconoce el estado en el que se encuentran», explica un sargento del cuerpo de artificieros.

El deterioro del tiempo, añade, no afecta a la capacidad explosiva de esta munición que mantiene todo su poder destructivo. « No caducan, la probabilidad de que estallen es muy alta», aclara el mando policial.

El servicio de desactivación de explosivos cuenta con una amplia base de datos que permite a los artificieros conocer con total seguridad a qué tipo de artefactos se enfrentan a pesar del deterioro que hayan podido sufrir con el tiempo.

Para su elaboración han contado con la ayuda de las Fuerzas Armadas. También han recibido colaboración de varios cuerpos policiales de otros países, una asistencia de especial valor debido a que la gran mayoría de los proyectiles utilizados durante la Guerra Civil son de fabricación extranjera, sobre todo italiana y soviética. 

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