De nuevo, con solemne procesionar, la marcha organizada por el Santo Cristo del Desenclavo ha llegado hasta la Puerta del Perdón de San Isidoro.
Los hermanos sofrades han llevado ante el tímpano románico a Cristo en un entorno incomparable, cargado de público, y con la luz difuminada por un cielo gris y amenazante.
Paso a paso el Desenclavo a seguido un guión conocido e intenso. Los hermanos desenclavadores han retirado la corona de espinas del cuerpo de Critos mientras las hermanas han entonado el Canto de las Llagas, versos cantados relacionados con el Desenclavo de Cristo, recuperados en los inicios de la cofradía.
La Piedad
Retirada la corona se ha procedido a extraer los clavos y, a renglón seguido y con sudario en mano, a descender el cuerpo para ser presentado ante su madre. La Virgen ha realizado la conocida reverencia a su hijo que, envuelto en su sudario ha sido trasladado a su lecho.
En medio de un enorme silencio el trono en el que se levanta la Cruz vacía del cuerpo descendido, ha acogido la imagen de una Piedad, la Virgen con su hijo muerto en el pecho que ha ido delante del túmulo representando el momento en que María recoge el cuerpo de su hijo recién descendido para llevarlo al sepulcro.
Instante de intensidad multiplicada en una tarde gris, oscura, amenazante por momentos, y que ha obligado a recortar el acto procesional.
Uno de los hermanos, en el momento de retirar uno de los clavos.
Momento en el que es retirado uno de los brazos de la cruz.
Numerosos cofrades observan el descendimiento.
El cuerpo de Cristo es retirado de la cruz.
El cuerpo de Cristo mostrado a su Madre.
Los hermanos trasladan el cuerpo a su morada.
La Piedad es situada ante la cruz y el cuerpo de Cristo en su nueva ubicación.
Los hermanos, en el momento de recuperar la marcha procesional.
Numeroso público ha acudido a la entrada de los pasos a la Plaza de San Isidoro.
A la espera del acto procesional.
La procesión, en la calle de El Cid
Las autoridades llegando a la Plaza de San Isidoro.