Opinión
OPINIÓN POR POLO FUERTES
El corregidor que nunca llegó a Caesar
Escribir sobre un amigo que, además ha sido alcalde de Astorga es fácil...,
29/03/2011
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CON VENTANAS A LA CALLE
...porque además ha sido un buen alcalde en los últimos 22 años. Sin embargo, hay que decirlo, Juan José Alonso Perandones, Juanjo Perandones no llegó nunca a Caesar Augustus. Los caesares astorganos por excelencia han sido El Pertiguero primero y Jose El Relojero después. Escribir de un amigo alcalde que anuncia que no se va a volver a presentar es ya harina de otro costal. Yo me alegro por el amigo y, sobre todo, por su familia. Pero me apeno por Astorga.

Porque Juanjo ha sido todo en la política municipal de la ciudad bimilenaria, la vieja ciudad astur-romana, a la que nunca llegó a presidir como Caesar. 22 años al frente de una Alcaldía y otros cuatro como teniente alcalde, pero con la gestión de un corregidor en la sombra, son muchos años.

Perandones supo, desde la primera vez que se apuntó a servir a su pueblo, qué era lo que quería. Aquellos cuatro años primeros (entre 1983 y 1987) fue poniendo los primeros cimientos de aquel cambio con el que había soñado, como segundo de una difícil coalición con el falangista Recaredo Bautista. Juanjo supo torear al viejo camionero, dándole la piruleta de la Alcaldía, aunque la gestión correspondió desde el principio a las gentes que presidía Alonso Perandones.

Después llegaron las elecciones de 1987 y quedó a las puertas de la mayoría absoluta. Pero la democracia es así de turriona y se unieron el resto de partidos en un cuatripartito para quitar el sillón a Juanjo y, lo peor, desbaratar buena parte de la gestión realizada en los cuatro años anteriores.

Fueron 18 meses de desmorone entre cuatro partidos que sólo querían desmontar aquellos primeros cimientos de cambio de la imagen de la ciudad. Hasta que ‘convenció’, como pudo, a la única representante de CDS, Rosa de Todos los Santos Fernández González para poder montar una moción de censura que pudiera devolver a Perandones la gestión de los intereses de la ciudad, un 29 de marzo de 1989.

Allí estuvo todo el socialismo leonés, crítico con su secretario provincial, José Luís Rodríguez Zapatero (hacía unos meses que había ascendido a su cargo en la provincia tras un rocambolesco pacto que bautizamos los de La Crónica como ‘Pacto de la mantecada’, por haberse generado y rubricado en la capital maragata, frente al ventanuco de las ‘emparedadas’), para apoyar a Alonso Perandones. Mientras que el hoy presidente del Gobierno quedaba relegado en un rincón del consistorio en funciones, aplaudiendo al nuevo alcalde “con las manos en los bolsillos”, según escribí yo en una larga crónica del acto.

Juan José Alonso Perandones, en su despacho de la alcaldía de Astorga.

A partir de aquí, Astorga cambió de arriba a bajo, de derecha a izquierda y desde los barrios periféricos al recinto amurallado, del Camino de Santiago a la Vía de la Plata, de… Juanjo y sus equipos respectivos fueron poniendo en valor lo astur y romano de la ciudad bimilenaria con sus rutas romana y del oro y la celebración del Bimilenario de Asturica Augusta.

En el aspecto empresarial se desvivió hasta conseguir la construcción del primer embrión del recinto empresarial, en combinación con la Cámara de Comercio y sus siguientes fases. Con su apoyo, un conglomerado de restaurantes (El Borrallo) supo dar camino a la imaginación de la cocina y gastronomía maragata. Una idea de ciudad moderna, en la que coches y peatones hermanaran sus tiempos, quedó plasmada en el desarrollo del Eje Monumental. Y buscó incesantemente la puesta en marcha de un proyecto que, con el nombre ‘Lyda’, fuera el mejor referente cultural y patrimonial de la ciudad.

Y todo ello, sin desmerecer el resto de una gestión normal del consistorio de una ciudad como Astorga. Vieja y moderna, clerical y militar, de derechas en los comicios nacionales, regionales y europeos y de Perandones en las elecciones municipales. Yo creo que, una vez conocida la primera financiación de esta primera fase del ‘Lyda’, en la restauración del teatro Gullón, ha sido el último renglón para poder decir a sus conciudadanos que no volvía a presentarse a la reelección.

Ya digo, me alegro por el amigo Juanjo, pero temo por lo que pueda llegar ahora para esta ciudad amiga y de la que me siento ciudadano y vecino en la distancia, como es Astorga. Porque el alcalde, el corregidor Juanjo Perandones, que nunca pudo llegar a Caesar Augustus (pero sí a tribuno), ha dicho “hasta aquí he llegado”.

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