Y como en la naturaleza todo está relacionado, si el mundo vegetal se despereza, eso implica que los herbívoros tienen más comida. Y si tienen más comida, es el momento adecuado para traer la siguiente generación al mundo. Más fácil es que una cría sobreviva si su madre tiene alimento de sobra para producir leche y, en consecuencia, pueda retrasar algunas semanas el destete.
Una de las especies más comunes en los pinares, sardones y montes de Castilla y León es, hoy por hoy, el corzo. Este pequeño herbívoro ungulado, extraordinariamente bien adaptado a la meseta y las zonas semimontañosas, ha ido ganando terreno en la región conforme el hombre ha ido abandonando el medio rural. Tímido y desconfiado, no soporta al ser humano cerca. Hace unos pocos años su presencia se reducía prácticamente a Burgos y Soria, pero ahora ya es posible encontrarle en casi cualquier rincón de las nueve provincias.
Pues bien, la corza anda en estos días pariendo a los corcinos, y no debes extrañarte si, haciendo senderismo o dando un paseo, de pronto detectas un pequeño animalito de ojos grandes, lomo veteado, patas largas de negras pezuñas y aspecto asustado. No es fácil de localizar, pero la abundancia de la especie hace que tampoco sea raro. Lo normal es que le veas agazapado en una zona de hierba alta, o protegido por alguna pequeña masa arbórea de alisos, abedules o carrascas.
Y , si lo ves, déjalo en paz. Míralo, pero no lo toques. No está abandonado. El aspecto tan delicado y agradable del corcino hace que muchas personas tengan la tentación de llevárselo a su casa. Craso error. El corzo no aguanta la cautividad y rara vez sobrevive alejado de su madre. Es más. Ni lo toques, ni estés mucho tiempo en la zona, esto puede hacer que su madre lo rechace o incitar a los depredadores oportunistas, como el zorro, a que acudan al lugar.
Por eso la Asociación del Corzo Español acaba de lanzar una campaña para recordar que, contra lo que pueda parecer, su madre estará cerca aunque tú no lo veas.